Un aspecto que siempre es causa de debate en la tramitación de una ley educativa es el que afecta a la clase de Religión y, más en concreto, a las actividades que realizan los alumnos que no escojan esta asignatura. A este respecto vamos conociendo los detalles de los Reales Decretos en los que se concreta la LOMLOE y que nos dan pistas de por dónde va a ir la gestión del Ministerio de Pilar Alegría.
En la LOE del Gobierno de Zapatero los alumnos que no cursaban la asignatura de Religión tenían Medidas de Atención Educativa (MAE). Esta fórmula no funcionó, pues en realidad era un espacio educativo vacío sin ningún tipo de contenido curricular. E incluso en los cursos superiores, en Bachillerato, el resultado final fue que los alumnos que no escogían Religión se iban a casa una hora antes o entraban en el centro una hora más tarde, pues los equipos directivos, para no tener alumnos en el centro sin hacer nada, organizaban los horarios de esta forma. Un desastre en toda regla, que acabó debilitando la asignatura de Religión y que era perjudicial para todo el sistema educativo.
La siguiente ley, la LOMCE del ministro Wert, creó la asignatura de ‘Valores’, que tenía contenido curricular, para estos alumnos. Una regulación que, no cabe duda, ha funcionado bastante bien, pero que desde el primer momento, fue rechazada por Sánchez y su entonces ministra de Educación, Isabel Celaá. La postura clara era que no debía haber ‘asignatura espejo’ a la clase de Religión. La LOMLOE volvería, por lo tanto, al modelo de Zapatero.
Aunque no exactamente. Porque, si bien es verdad que en la ley no se proponía una asignatura espejo para los alumnos que no cursen Religión, lo que vamos conociendo de los Reales Decretos no lo deja tan en el aire como hacía la LOE. Exactamente esto es lo que dice el borrador del Real Decreto al respecto:
Los centros docentes dispondrán las medidas organizativas para que los alumnos y las alumnas cuyos padres o tutores no hayan optado por que cursen enseñanzas de religión reciban la debida atención educativa. Esta atención se planificará y programará por los centros de modo que se dirijan al desarrollo de las competencias transversales a través de la realización de proyectos significativos para el alumnado y de la resolución colaborativa de problemas, reforzando la autoestima, la autonomía, la reflexión y la responsabilidad. En todo caso las actividades propuestas irán dirigidas a reforzar los aspectos más transversales del currículo, favoreciendo la interdisciplinariedad y la conexión entre los diferentes saberes.
Las actividades a las que se refiere este apartado en ningún caso comportarán el aprendizaje de contenidos curriculares asociados al conocimiento del hecho religioso ni a cualquier área de la etapa.
Quizás sea mi optimismo patológico, pero me gustaría ver en esta disposición una posibilidad para organizar a estos alumnos que no escogen Religión y crear un espacio educativo coherente.
De entrada señala que estos aprendizajes deberán estar planificados y programados. Y, efectivamente, como todo lo que se hace en educación, deberán ser evaluados, añadiría yo. Serán los centros los que deberán hacer esta programación, aunque obviamente lo ideal sería que fuese la Administración quien lo hiciese. Pero en cualquier caso se señala que cada centro, cada equipo directivo, debe programar y planificar este momento de enseñanza-aprendizaje. Algo que no es baladí, si nos lo tomamos en serio.
Y da las claves para ello. Se deben trabajar las competencias transversales, favorecer la interdisciplinariedad y conexión de saberes, y hacerlo mediante proyectos que influyan en un crecimiento y maduración del alumno en aspectos como la resolución de problemas, la autoestima, la reflexión o la responsabilidad.
Si uno se toma en serio este planteamiento, se podría generar una asignatura que desarrolle muchos de los aspectos que también nos proponemos en la asignatura de Religión y que, de hecho, el nuevo currículo de la Conferencia Episcopal Española ha querido reforzar. Estamos ante el reto de educar personas maduras, en todos los aspectos de su personalidad, y que tengan una visión de conjunto –no compartimentada- de los distintos saberes. Y esto es bueno para todos los alumnos, para los de Religión y para los que no escogen esta área. Efectivamente este tipo de aprendizajes es parte de lo que nos proponemos en el área de Religión cuando hablamos de aportar una cosmovisión cristiana de la realidad, del diálogo fe-cultura, o la necesidad de una educación integral que acoja todas las dimensiones de la persona.
Si las Comunidades autónomas y los propios centros educativos quieren, en el desarrollo de estas indicaciones podría arreglarse lo que, sin duda no está bien regulado por el Gobierno en la ley.
Hagamos lo posible y trabajemos siempre por lo mejor.