Educación

La educación tras las leyes educativas

Habría que apostar por una perspectiva personalizadora de la educación. Una visión en la que la educación tiene como fin, no el cambio de las estructuras sociales, sino la formación de la persona.

Javier Segura·6 de junio de 2022·Tiempo de lectura: 3 minutos
educacion lomloe

De nuevo asistimos al debate sobre la nueva ley educativa española, la LOMLOE en estos días en que aparecen los primeros libros de texto que han de utilizarse el curso que viene. En realidad, es el mismo debate que hemos venido viviendo desde el principio de su implantación, ahora visibilizado en los textos que han de trabajar los alumnos.

La denuncia es que esta ley educativa está proponiendo llevar a las aulas el modelo ideológico del partido en el Gobierno. Y que lo hace de forma transversal con sus líneas ideológicas más fuertes, como la llamada perspectiva de género, y de forma directa al proponer sus postulados concretos en asignaturas como economía o historia, por ejemplo.

El problema más de fondo es cómo concebimos la educación, para qué sirve la educación. Porque lo que hace la LOMLOE es apostar por un modelo de educación.

De manera sencilla, recogiendo las enseñanzas de ese gran maestro que fue Abilio de Gregorio, podríamos decir que tenemos tres grandes planteamientos de la educación.

En primer lugar, está la perspectiva instruccional. En este modelo la educación se plantea principalmente como transmisión de conocimientos, con la esperanza de que los conocimientos por sí mismos producen personalidades sólidas y virtuosas. Es el planteamiento que nace en gran medida de la Ilustración y que, de una manera u otra, está presente también hoy en día en diversas propuestas eductivas.

En segundo lugar, existe lo que podríamos denominar una perspectiva socializadora-reproductiva. La educación es el instrumento con el que cuenta la sociedad para reproducirse a sí misma. Hay que preparar al niño para acomodarse a la sociedad, para situarse o colocarse en una buena posición social. Es el planteamiento que busca en la educación un mecanismo para encontrar un trabajo y estar bien situado el día de mañana. En este planteamiento se imparten los contenidos que demanda la sociedad, los que son útiles. Y se desestiman los que se consideran obsoletos o menos útiles para el mercado laboral. Es el caldo de cultivo del auge del inglés o las tecnologías y el declive de las humanidades o saberes artísticos. En gran medida, la educación se convierte en una variable del sistema económico. 

La tercera visión es la perspectiva socializadora-anticipadora. En este caso la educación se concibe como un arma para transformar la sociedad. Se ve en la educación el mecanismo para impulsar una sociedad mejor en el futuro. Quien tiene la educación tiene el poder de generar determinado tipo de ciudadano y de sociedad. En este caso la educación está al servicio de la ideología, y por lo tanto es zona de conflicto de la política.

La actual ley educativa está de lleno inmersa en esta última mentalidad, que es la propuesta educativa habitual de los partidos de izquierda y nacionalistas. Así como la perspectiva socializadora-reproductiva es la típica de los partidos políticos de derecha. Con dos visiones de fondo tan distintas de la educación estamos abocados al conflicto constante.

La perspectiva personalizadora de la educación

En realidad, Abilio nos abre una nueva posibilidad que nos saca de este círculo de confrontación, y que es la más propia desde un verdadero humanismo cristiano. Porque podemos hablar también de una perspectiva personalizadora de la educación. En esta visión la educación tiene como fin no el cambio de las estructuras sociales, sino la formación de la persona. El educando en el centro. Su finalidad es formar personas íntegras, completas. Es una educación que lleva al educando a ser singular, original y autónomo, dueño de sí mismo.

Esta perspectiva, que coloca a la persona y su formación integral en el centro, ciertamente ayuda a mejorar las sociedades, porque con personas plenamente desarrolladas tendremos en el futuro sociedades más justas. Pero elimina la tentación de la manipulación política. Sin duda capacita para el trabajo porque saca las potencialidades que cada uno tiende dentro. Pero no deja de lado otros saberes necesarios para la formación integral de la persona. Aporta conocimientos, porque sin saberes no se desarrolla la inteligencia. Pero además cultiva toda la persona y en todas sus facultades y las pone al servicio de la sociedad.

Poner a la persona en el centro, como nos pide el papa Francisco en su propuesta de pacto global por la educación, es la perspectiva que nos ayudará a comprender el verdadero valor de la educación. 

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica