“Ven, vamos por nuestro pueblo”. Con estas palabras, Edith Stein se dirigió a su hermana Rosa en la tristemente célebre rampa de Auschwitz el 9 de agosto de 1942, camino de la cámara de gas. El 2 de agosto, ambas religiosas carmelitas habían sido detenidas en Utrecht junto con otros 244 judíos católicos, como represalia contra los obispos holandeses que criticaron públicamente la ocupación nazi. Las palabras que Edith Stein había escrito años atrás resultaron proféticas: “El mundo está en llamas: la batalla entre Cristo y el Anticristo ha estallado abiertamente; si te decides por Cristo, puede costarte la vida”. Edith y Rosa fueron asesinadas por su ascendencia judía.
Para Edith Stein, ser cristiana y católica sin renegar de sus raíces judías no era una contradicción. Fue bautizada a los treinta años, el 1 de enero de 1922, el día de la circuncisión de Jesús; eligió deliberadamente esta fecha para subrayar que su conversión no era una renuncia al judaísmo. En Colonia, desde 1999, un monumento de bronce titulado “Grupo con una santa” se erige frente al seminario arzobispal. La mujer sentada en el taburete, apoyada pensativamente en una estrella de David, representa a la joven Edith Stein. De pie está la monja que sostiene a Cristo en la cruz.
Como nombre de religión eligió Teresia Benedicta a Cruce, “bendecida por la cruz». Una de sus principales obras se titula “La ciencia de la cruz”. No sólo llevó la cruz tras su detención, sino también durante el doloroso alejamiento de su familia después de su bautismo. En su beatificación, el 1 de mayo de 1987, el Papa Juan Pablo II la describió como “judía, filósofa, monja y mártir”.
La búsqueda de la verdad
Nació en Breslau el 12 de octubre de 1891, el día de Yom Kippur, una de las festividades judías más importantes. Durante una estancia con su hermana Elsa y su cuñado Max Gordon en Hamburgo, en 1906, la joven de 15 años, según contó más tarde, “dejé deliberadamente de rezar, por mi propia voluntad”. Sin embargo, su búsqueda de la verdad continuó a lo largo de su vida.
En Hamburgo, entró en contacto por primera vez con el pensamiento científico, ya que Max era médico. En otoño de 1911, Edith se matriculó en la Universidad de Breslau para estudiar filología germánica, historia y filosofía. Pronto descubrió la obra del filósofo Edmund Husserl y su fenomenología.
Husserl buscaba un acceso directo a los fenómenos eliminando las ideas preconcebidas sobre las apariencias. Su objetivo era una conciencia “pura” de las cosas tal y como son objetivamente. “Hacia las cosas mismas”, fue la máxima de Husserl, que Edith Stein siguió con entusiasmo. Tras doctorarse, trabajó como ayudante de este catedrático y se dedicó intensamente a la investigación.
Edith Stein elaboró la tesis de habilitación para acceder a cátedra, pero fue rechazada tanto por la facultad de Gotinga como por las de Kiel y Hamburgo. Como mujer, y además judía, no tenía ninguna posibilidad. En los primeros años de la República de Weimar, escribió tratados sobre política nacional y reflexionó cada vez más sobre su propia imagen de Dios.
El bautismo de Edith Stein
Estudió los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola y los escritos místicos de santa Teresa de Ávila, encuentro que la llevó al bautismo, sin rechazar el judaísmo. Edith Stein reconoció los vínculos entre ambas religiones y nunca negó lo que el cristianismo debía al judaísmo. Sin embargo, su bautismo supuso una conmoción para su familia. Su sobrina Susanne Batzdorff-Bieberstein recordaba: “Al hacerse católica, nuestra tía había defraudado a su pueblo”.
Tras su bautismo, Edith Stein trabajó como profesora de alemán en el convento dominico de Santa Magdalena de Speyer. Aunque al principio vivió fuera de los muros del convento, se acercó a la vida monástica. Continuó su búsqueda científica de la verdad en sus obras de filosofía religiosa y se sumergió en las verdades de la fe siguiendo las “Quaestiones disputatae de veritate” de santo Tomás de Aquino.
Edith Stein buscaba nuevas formas de relacionar la razón con la fe y de llenarla con su propia experiencia de Dios. Comparó la fenomenología moderna de su gran modelo Husserl con las enseñanzas del Aquinate: “Nuestra época ya no se conforma con consideraciones metodológicas. La gente es inestable y busca un punto de apoyo. Quieren una verdad tangible, sustantiva, que se demuestre en la vida. Quieren una ‘filosofía de la vida’, y la encontrarán en Tomás de Aquino”.
Patrona de Europa
Tras la llegada de los nazis al poder, a Edith Stein se le prohibió cualquier trabajo público. En 1935, a la edad de 44 años, ingresó en la orden contemplativa de las Carmelitas Descalzas y tomó el nombre de Teresia Benedicta a Cruce. El 31 de diciembre de 1938 huyó a Holanda, donde vivió en el Carmelo de Echt y redactó su testamento, en el que ofrecía su vida y su muerte a Cristo por la santificación de su orden y para “expiar la incredulidad del pueblo judío”.
A pesar de las críticas del lado judío, porque no fue asesinada por su cristianismo sino por sus orígenes judíos, fue beatificada el 1 de mayo de 1987 y canonizada el 11 de octubre de 1998. Un año después, san Juan Pablo II la incluyó entre las patronas de Europa.
La vida de Edith Stein se caracterizó por una búsqueda constante de la verdad y un profundo afán de plenitud espiritual e intelectual. Su compromiso con la filosofía y su posterior ingreso en el Carmelo son testimonio de su inquebrantable entrega a sus convicciones y a su fe. Su asesinato en Auschwitz sigue siendo un testimonio del inconmensurable sufrimiento experimentado por el pueblo judío durante la Shoa.