Ecología integral

Una economía con alma. El reto ante una crisis global

La tres recientes crisis -financiera de 2009-2013, sanitaria por el Covid-19 y energética inflacionaria con la invasión rusa de Ucrania-, han afectado de manera más lacerante a los vulnerables, los más pobres, en torno a 800 millones de personas en el mundo. Erradicar la pobreza es el mayor reto actual. El Papa ha impulsado en Asís, The Economy of Francesco (EoF), que promueve una economía más justa y solidaria.

Francisco Otamendi·17 de octubre de 2022·Tiempo de lectura: 6 minutos
economía

Por si el impacto de las crisis no fuera suficiente, catástrofes climáticas sin precedentes provocan enormes daños en diversas zonas del mundo. Entre los últimos lugares afectados, sobresale el caso de Pakistán, con 222 millones de habitantes, en su inmensa mayoría musulmanes, de los que 33 millones de personas se han visto afectadas por lluvias extremas e inundaciones, y más de 1.200 personas, entre ellas unos 450 niños, han muerto. Hasta la fecha, más de 300.000 viviendas han sido destruidas y otras 692.000 han sufrido daños.

Además, funcionarios del gobierno pakistaní informan que se han destruido más de 800.000 hectáreas de tierras agrícolas, y se han perdido alrededor de 731.000 cabezas de ganado, lo que ha dejado a numerosos agricultores sin medios de subsistencia para mantener a sus familias, informa Caritas Internationalis (caritas.org) que ha lanzado una alerta global con el fin de proporcionar a la población alimentos, agua potable, servicios sanitarios y acceso a suministros de higiene.

Las dos grandes zonas más pobres del planeta, según los expertos, se ubican en África Subsahariana y en Asia meridional, donde se encuentra Pakistán, pero también Afganistán, el país con mayor índice de pobreza del mundo, según los rankings, debido en buena parte a las sucesivas guerras y conflictos. En América, Haití sigue liderando la tasa de pobreza, con graves episodios de violencia. 

Mirando a Europa y a Ucrania, investigadores del Real Instituto Elcano han apuntado ya “cómo la invasión rusa y la respuesta de Occidente podrían generar problemas en la economía global, sobre todo en el ámbito de las materias primas y la energía, aunque también en sectores industriales y servicios en un contexto de creciente inflación y cadenas de valor ya muy tensionadas y que se estaban redefiniendo tras la pandemia”.

Es evidente que “la economía de la Unión Europea está sintiendo el impacto de la guerra de Rusia en Ucrania, señaló Euronews antes del verano. “Se ha producido un nuevo aumento de los precios de la energía, que ha llevado la inflación a máximos históricos. Ucrania y Rusia producen casi un tercio del trigo y la cebada del mundo, y son grandes exportadores de metales.

Las interrupciones en las cadenas de suministro, así como el aumento de los costes de muchas materias primas, han hecho subir el precio de los alimentos, y de otros bienes y servicios básicos. Esto supone una carga para las empresas y menos poder adquisitivo”. Lo que se prevé, en consecuencia, es menor crecimiento, y más inflación con precios al alza, si las cosas no cambian.

A quiénes afectan más las crisis

Las tres crisis mencionadas están provocando “un impacto muy desigual. Frente a la mirada de que han podido afectar mucho a las clases medias, la realidad de las investigaciones nos dice que esta crisis a quien más ha afectado ha sido a las clases bajas y a las personas que ya estaban en esa posición de vulnerabilidad, o directamente de exclusión social”, ha manifestado a Omnes Raúl Flores, coordinador del equipo de estudios de Cáritas Española, y secretario técnico de Fundación Foessa, al referirse a la coyuntura española.

A su juicio, “cuando analizamos el impacto en la crisis de los años 2009-2013, ocurrió exactamente lo mismo. Esto ha sucedido en la crisis de la Covid, y está volviendo a ocurrir en esta crisis energética, que está generando una inflación en los precios que desborda la capacidad de las familias que estaban ahí en el límite. Ya no digamos la de aquellas familias que estaban sobrepasadas, para las que esta situación lo que hace es ahondar más en el pozo de pobreza y exclusión social”, añade Raúl Flores.

La pobreza puede incrementarse

Las consideraciones del coordinador de Cáritas suponen una llamada de atención, en línea con una alerta realizada por Naciones Unidas al referirse a los Objetivos 1 y 2 de Desarrollo Sostenible (ODS). El primero es “Fin de la pobreza”, y el segundo “Hambre cero”.

Esto dice la ONU: “Una nueva investigación publicada por el Instituto Mundial de Investigaciones de Economía del Desarrollo de la Universidad de las Naciones Unidas advierte de que las consecuencias económicas de la pandemia mundial podrían incrementar la pobreza en todo el mundo hasta llegar a afectar a 500 millones de personas más, o lo que es lo mismo, a un 8 % más de la población total mundial. Esta sería la primera vez que la pobreza aumente en todo el mundo en 30 años, desde 1990”. Como es sabido, actualmente se considera que las personas que viven por debajo del umbral de pobreza (1,90 dólares/día), son más de 700 millones en el mundo, el 10 por ciento de la población mundial.

Los ricos, ¿culpables de la desigualdad?

Un debate que algunos plantean en ocasiones es si la inequidad es culpa de los ricos, o dicho de otro modo: ¿son los ricos culpables de la desigualdad? Así se lo preguntó un periodista de CNN, basándose en un informe reciente, al profesor Luis Ravina, director del Navarra Center for International Development, perteneciente al Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra.

Luis Ravina respondió telemáticamente desde Guatemala: “El informe comunica una realidad que es preocupante. En lo que no estoy de acuerdo es en la interpretación que hace el reporte sobre esos datos, que es un juicio, una evaluación, en mi opinión, equivocada. Porque, efectivamente, dice que la causa de la pobreza está en la concentración de poder en unos ricos, y no estoy de acuerdo. Esto es muy antiguo, no es nada nuevo. Parte de una concepción errónea, que es pensar que la sociedad es estática, cuando la realidad es que la sociedad es dinámica”.

A continuación, Ravina añadió: “La idea que se transmite es que la economía es una tarta, y que esa tarta tiene que ser repartida equitativamente. Estoy de acuerdo en la equidad, y estoy de acuerdo en que la concentración de poder excesivo es peligroso, porque puede interferir e influir en el desarrollo sano de la democracia. Hasta aquí, estoy de acuerdo. Pero después, que haya una tarta estática, y que se tenga que repartir igualitariamente, es falso. La sociedad y la economía, lo sabemos por experiencia, es una tarta que está moviéndose constantemente. La sociedad justa es la que lleva a cabo una movilidad”. 

Una sociedad más justa

Hasta aquí, lo que está pasando a gran y menor escala, y algunos debates que se suscitan. Veamos ahora algunas iniciativas lideradas por el Papa Francisco. Para ello, nos fijaremos en varios observatorios. El más inmediato es el reciente encuentro de Asís, donde jóvenes de todo el mundo han realizado un pacto con el Papa, y han efectuado un llamamiento a economistas y líderes del mundo, con propuestas para poner en marcha una economía con alma, más justa, inclusiva y fraterna, The Economy of Francesco. De ello hablamos en estas mismas páginas con algunos miembros del staff de EoF.

Por otra parte, impulsada por Fondazione Centesimus Annus, que preside Anna María Tarantola, tiene lugar entre el 6 y el 8 de octubre en el Vaticano la Conferencia CAPPF 2022, con el título Crecimiento inclusivo para erradicar pobreza y promover desarrollo sostenible y paz, en la que pronunciará un discurso el Secretario de Estado de la Santa Sede, cardenal Pietro Parolín.

La persona humana y su dignidad

En recientes intervenciones, el Santo Padre ha ofrecido pistas, sugerencias, que animan a velar por el respeto de la persona humana y su dignidad, como indica la Doctrina Social de la Iglesia. Por ejemplo, a finales del año pasado, el Papa mostró el camino a seguir, tal como recuerdan los documentos preparatorios de la Conferencia Internacional de la Fondazione Centessimus Annus: “En todos los ámbitos de la vida, hoy más que nunca, estamos obligados a ser testigos de nuestra preocupación por los demás, a pensar no solo en nosotros mismos, y comprometernos libremente en el desarrollo de una sociedad más justa y equitativa donde no prevalezcan formas de egoísmo e intereses partidistas. Al mismo tiempo, estamos llamados a velar por el respeto de la persona humana y de su libertad, y por la salvaguardia de su dignidad inviolable. Esta es la misión de poner en práctica la doctrina social de la Iglesia”.

La fundación recuerda asimismo la insistencia del Papa Francisco en contar con los pobres: “Si se margina a los pobres, como si fueran los culpables de su condición, entonces se pone en peligro el concepto mismo de democracia y toda política social resultará en quiebra. Con gran humildad, debemos confesar que muchas veces somos incompetentes cuando se trata de los pobres. Hablamos de ellos en abstracto; nos detenemos en las estadísticas y pensamos que podemos mover el corazón de las personas filmando un documental. La pobreza, por el contrario, debe motivarnos a una planificación creativa, encaminada a aumentar la libertad necesaria para vivir una vida plena de acuerdo con las capacidades de cada persona” (Mensaje del Papa Francisco para la Jornada de la Palabra de los Pobres, 2021).

Diferentes dimensiones de la pobreza

La fundación Centesimus Annus señala también que “tenemos que enfrentar la pobreza causada por situaciones económicas, climáticas, digitales, espirituales y educativas… Un conjunto muy complejo de situaciones difíciles de afrontar pero que debemos abordar y resolver con urgencia”.

Por otra parte, Tarantola manifestó en una jornada organizada en Roma por Rome Reports, el Centro Académico Romano Fundación (CARF) y Omnes, con el patrocinio de Caixabank, que “centrar la empresa en la persona es eficiente”, y que “la buena empresa” no crea valor sólo para los accionistas, sino que “produce un impacto positivo en la creación y para todos los que contribuyen al éxito de la empresa, empleados, clientes, proveedores, etc.”

“El buen negocio no impone altos costos humanos y ambientales a la comunidad, y tiene éxito también en producir valor para los accionistas a largo plazo como lo demuestran no pocas investigaciones”.

La encíclica Laudato si’ y la Doctrina Social de la Iglesia, con su énfasis en la búsqueda del bien común y en considerar a la empresa como “una comunidad de personas” y “no unicamente como una sociedad de capitales” como subrayaron los santos Papas Juan XXIII y Juan Pablo II, vertebraron las argumentaciones de Anna María Tarantola.

El autorFrancisco Otamendi

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