El CARF había anunciado el tema, Hipersexualización, como un “creciente problema en el que nuestra sociedad está inmersa: se enfatiza el valor sexual de las personas por encima de cualquier otra cualidad”. Y el encuentro de reflexión con Benigno Blanco respondió a las expectativas. El ponente ha sido alto cargo en gobiernos de José María Aznar, aunque casi se le conoce más por sus años al frente de una institución de la sociedad civil, el Foro Español de la Familia. Y desde hace unos años, por sus conferencias sobre la ideología de género. Su análisis en el encuentro del CARF fue directo y argumentado.
De entrada, como buen profesor, justificó el tema que iba a abordar. “Nuestros jóvenes, hoy día, salvo que vivan en familias bien ancladas en una formación humanista y una visión cristiana de la vida, viven en un mundo hipersexualizado. La música que oyen, la ropa de moda, los modelos de conducta sexual y los cuerpos que les ofrecen las series, el discurso que incentiva esta mentalidad consumista del sexo, a la que se añade la fuerza de la ideología de género, que convierte la propia conciencia individual o la percepción subjetiva de la propia sexualidad en la propia identidad (soy lo que siento, soy lo que me apetece, mi cuerpo no me determina), hace que nuestros hijos, junto al fácil acceso a la pornografía desde que tienen el móvil, estén sometidos, por muy humanista o cristianamente que hayan sido educados, a una presión brutal de hipersexualización de su mirada, de su forma de pensar, de entender el amor, de entender las relaciones interpersonales”.
Por otra parte, se refirió al consumo de sexo desde edades muy tempranas. “La edad de primer acceso a la pornografía está ya entre los 8 y 10 años en los niños, y se calcula también que a los 13-14 años cerca de un 70 por ciento de los adolescentes españoles son adictos a la pornografía. No que vean de vez en cuando algo, sino que son adictos. La pornografía es muy adictiva, es como una droga, De hecho, está estudiado cómo se activan en el cerebro, con el consumo compulsivo y adictivo de la pornografía, los mismos circuitos cerebrales que se activan con el consumo, por ejemplo, de la cocaína”.
“La mirada pornográfica que genera el consumo de la pornografía que lleva a ver los cuerpos como algo utilizable al servicio de mi placer; esta cultura del intercambio sexual sin consecuencias que han permitido la anticoncepción y el aborto; y la mercantilización progresiva del cuerpo y del sexo, llevan a esto que llamamos hipersexualización”; señaló el ponente.
Como la esclavitud en el siglo I
En consecuencia, “nuestros hijos, todo este mundo de banalización e hipersexualización, les va a influir, porque son gente de nuestra época. Como a un niño de una familia cristiana del siglo I le influía la banalización de la esclavitud propia de la sociedad romana de aquella época. Difícil para unos padres cristianos, pienso yo, convencer a sus hijos de que había que tratar con respeto y cariño a los esclavos, porque nadie lo hacía”.
“Hoy no tenemos que asustarnos de que nuestros hijos, nuestros nietos, estén sometidos a una presión de banalización de su sexualidad y de la sexualidad de los demás, brutal, casi insoportable. Esto es lo que tenemos que administrar. No vale para nada quejarse, ni llorar, porque nuestros padres tenían otros, pero éste es uno de los problemas de nuestra época, sin duda ninguna”, subrayó.
“Hay que ocuparse de la educación sexual”
“Primera conclusión: hoy hay que preocuparse de la sexualidad”, señaló en su discurso Benigno Blanco, quien alertó de los riesgos de no hacerlo. “En otras épocas históricas, las convicciones básicas de la humanidad sobre la sexualidad eran muy compartidas. Pero hoy día no. Porque hay muchas fuerzas en el ambiente, económicas, de consumo, ideológicas, políticas, filosóficas, científicas, o cientificistas, que pueden deformar profundamente la percepción de la sexualidad de nuestros hijos y nietos”.
“Por eso, los padres de hoy debemos ocuparnos de una forma muy especial, absolutamente irrenunciable, de la educación afectivo sexual de nuestros hijos. Hoy día, si no nos ocupamos de la educación afectivo sexual de nuestros hijos, nuestros hijos se van a corromper. Habrá excepciones. Una rosa puede surgir espléndida en un estercolero, pero lo normal es que surja en un jardín bien cuidado, bien regado y bien atendido”.
Educar en la sexualidad humana
¿Cómo educar en materia afectivo sexual en casa?, se preguntó el ponente del CARF, añadiendo que “lo que digo para la familia, vale para la escuela, para la parroquia, para la amistad, etc., con las debidas adaptaciones. Porque en el fondo, educar no es más que ocuparse del inmenso potencial de bien que hay en esas personas a las que queremos, para ayudarlas a actualizarlo. Yo me ocupo de educar a mis hijos, o a mis nietos, o ganarme la amistad, porque los quiero, y como los quiero, quiero que sean felices. Por tanto, intento aportarles la idea que tengo de en qué consiste ser feliz, ser una buena persona, que eso es ser feliz. Y eso implica tener las ideas claras sobre la sexualidad”.
En este punto, el ponente explicó en breves trazos en qué consiste la sexualidad humana. “Hoy día hay que saber explicar la sexualidad humana. Y no es fácil, porque es un hecho evidente”. Benigno Blanco lo sintetizó en unos cuantos trazos, que necesariamente hemos de recortar también. Quizá sean útiles estas pinceladas: “Basta mirar a los seres humanos. La sexualidad es lo que somos. Si miramos a los seres humanos sin prejuicios, vemos chicos y chicas, no hay otra cosa. Puede haber malformaciones, como en todo lo humano. Pero no existe el ser humano en abstracto. El ser humano sólo existe sexuado, en varón o mujer. Por lo tanto, nosotros somos nuestra sexualidad. Somos sexuados en todo lo que hacemos, no sólo somos sexuados cuando practicamos el sexo, cuando amamos, sino en todo lo que hacemos”.
“Soy varón cuando practico el sexo, por supuesto, y también cuando pienso, cuando miro, cuando rezo, porque todo lo hago en varón porque no puedo hacerlo de otra manera. Porque soy un varón. Yo soy mi sexualidad. De ahí la importancia de este tema. No estamos hablando de una faceta accesoria, circunstancial, temporal del ser humano, sino de lo que somos siempre. Y por eso, si alguien se equivoca sobre su sexualidad, se equivoca sobre sí mismo, no se comprenderá a sí mismo”.
Masculinidad y feminidad, complementarios
“Para entender qué hacer con nuestra vida, debemos entender en qué consiste ser un ser humano. Y la sexualidad es el GPS para eso”, prosiguió. “Entendiendo nuestra sexualidad, tenemos lo que nos orienta en nuestra vida hacia la felicidad. De entender o no entender la sexualidad se deriva entender o no entender nuestra humanidad y, por lo tanto, la posibilidad de ser feliz, que es lo que me importa para la gente a lo que quiero, que pueda ser feliz. Por eso, cuando un padre se ocupa de dar criterios sobre sexualidad a sus hijos, no es por imponerle una moral o unos prejuicios de otra época. Lo que quiero es que sea feliz. Y para ser feliz hay que aclararse sobre la humanidad, hay que aclararse sobre la sexualidad”.
“Somos seres sexuales”, enfatizó Benigno Blanco. “La masculinidad y la feminidad permiten entender una forma de interrelación entre varón y mujer. Porque da la casualidad de que lo masculino y lo femenino son corporal y psíquicamente complementarios. Chico/chica, pene/vagina, espermatozoide/óvulo, niño. Claro que la sexualidad tiene un sentido. Es evidente. Gracias a que somos sexuados binariamente, en masculino y en femenino, poniendo en común esas respectivas masculinidad y feminidad, podemos llegar a ser padres y madres, a hacer algo tan maravilloso como crear otro ser humano. Es increíble tener ese poder. Que la sexualidad se puede usar para otras cosas, por supuesto. Pero que consiste en eso, en el potencial ser padre o madre, es evidente. Eso no es una doctrina cristiana, ni filosófica, ni aristotélica ni tomista. Eso es cómo somos los seres humanos”.
Educar el cuerpo para amar: la castidad
El ponente dejó de lado en ese momento el hecho de ser libres, es decir, que podemos hacer cosas diversas con nuestra sexualidad. “Eso es otra historia”, comentó. “Una cosa es lo que somos, y otra qué podemos hacer con nuestra libertad. Esto es una buena educación afectivo-sexual. No es explicar a los niños el kamasutra, etc. Es entender la maravilla de que tengamos un cuerpo sexuado, qué sentido tiene eso, qué potencial tiene para articular nuestra vida en una estructura de amor. Porque los seres humanos aparte de sexuados, somos seres cronológicos, biográficos, no instantáneos”.
“Todo lo humanos hay que construirlo y educarlo en el tiempo”, señaló Blanco. “Educamos nuestra inteligencia a través del estudio, la lectura, para optimizar nuestras posibilidades de conocer. O por ejemplo en materia deportiva. Por lo mismo, nuestra capacidad de amar con nuestro cuerpo, hay que educarla en el tiempo. Hay que poner a nuestro cuerpo en condiciones óptimas de poder amar. Ese educar el cuerpo para amar, en los momentos de plenitud, cuando se está maduro para ser padre o madre, es lo que la vieja sabiduría de Occidente llamó siempre castidad. Castidad no es un conjunto de reglas arbitrarias sobre qué se puede hacer o no se puede hacer, eso sería una estupidez; es la sabiduría humana sobre cómo ayudar a nuestro cuerpo a estar en inmejorables condiciones de ganar la medalla de oro del amor”.
“Eso implica estudio, práctica del deporte, una cierta accesis, hay cosas que no ayudan y otras que sí. Por lo tanto, comprometer nuestra libertad con esa posibilidad de amar que queremos optimizar en el futuro. Esto lo que hay que enseñar a los jóvenes. No es transmitir regla de prohibido o permitido. Es transmitir lo que hemos aprendido los humanos en millones de años. Si quieres, puedes poner a tu cuerpo en condiciones inmejorables de darse, para amar y ser amado. Y hay cosas que ayudan a ser dueño de la propia sexualidad para darla a la otra persona, y cosas que no ayudan”.
“Querer genera felicidad”
El tramo final de la exposición de Benigno Blanco tuvo mucho que ver con la felicidad.
“Hay que intentar que nuestros jóvenes, y esto vale para los viejos, vayamos educándonos en una sexualidad que no está centrada en nosotros mismos, en nuestra satisfacción, en nuestro placer, sino en la capacidad de entregarnos a otro. Y querer genera felicidad. Esto es algo que los jóvenes tampoco tienen claro, porque les falta experiencia de la vida, y es lógico. Cuando uno llega a ser un venerable anciano, como yo, se da cuenta de que hay gente ha hecho un esfuerzo razonable, aunque sea con sus meteduras de pata, por invertir en amar, o por ponerse al servicio del amor de los demás, y en materia sexual de tu mujer, y las mujeres de su marido”.
“Invertir en amar”
“Y cuando se llega estas edades, quienes han invertido en amar, normalmente (en todo lo humano hay excepciones), han ido generando a su alrededor una urdimbre de amores que le hacen profundamente feliz. Vives querido y siendo querido. Pero eso no se improvisa. Eso es porque has invertido en amar. En poner tu sexualidad al servicio de dar vida, de querer, no al servicio de tu placer solo”, señaló el ponente.
Y al contrario, el conferenciante puso en la llaga del “sexo casual y frívolo de fin de semana”, que es “como tomarse un cubata, qué más da. Tomarse un cubata no da más, alcoholizarse sí da más. Cometer un error en materia de sexualidad, no da más. Se pide perdón. Interiorizar una forma de entender la sexualidad que se pone al servicio de sí mismo, sí da más. Como el alcoholismo. Tiene consecuencias”
Antes de concluir su intervención en el CARF, Benigno Blanco se preguntó cómo explicar esto a los jóvenes. Su respuesta se centró en el ejemplo: “Sólo hay una manera eficaz, aparte de la palabra, de contar lo que estoy contando. Si ven que eres feliz viviendo como dices que merece la pena vivir. Nuestra época, en una frase de Pablo VI que hago mía, porque es una gran verdad, no necesita tanto doctores como testigos. Es lo principal que podemos aportar los viejos, padres, madres, profesores, a nuestros hijos, para que entiendan esta maravilla de la sexualidad humana. Merece la pena educar en la sexualidad responsable. Si ven que nosotros, intentando vivir como les aconsejamos a ellos que merece la pena vivir, somos felices, porque todos los seres humanos queremos ser felices. No existe un ser humano que no quiera ser feliz”.