– Adam Fitzpatrick y Janine Ricker, Centro para la Misión de la Archidiócesis de San Pablo y Minneápolis.
Cuando le pidieron que nombrara el mandamiento más importante de toda la ley, Jesús respondió: Amar a Dios y amar a los demás (ver Mt 22,36-40). En estos sencillos mandamientos reside el corazón de nuestra llamada bautismal.
La doctrina social católica es una de las herramientas que nos da la Iglesia para guiarnos en la vivencia de esta llamada. Basada en las Escrituras y desarrollada en una serie de documentos papales, la doctrina social de la Iglesia nos orienta sobre cómo debemos vivir con nuestro prójimo.
Empezando por la unidad más básica de la humanidad -la familia- y adoptando las enseñanzas de Jesús, podemos vivir la doctrina social católica de la manera que Él nos enseñó. Esto puede llevarnos a trabajar con la comunidad, que es un conjunto de familias, y luego con la sociedad en general, que es un conjunto de esas comunidades.
Los siete puntos
La doctrina social de la Iglesia puede dividirse en siete temas: la vida y la dignidad de la persona humana; la llamada a la familia, la comunidad y la participación; los derechos y las responsabilidades; la opción por los pobres y los vulnerables; la dignidad del trabajo y los derechos de los trabajadores; la solidaridad; y el cuidado de la creación de Dios.
Vivir según los principios de la doctrina social católica nos permite responder al mandato de Jesús de amar a los demás, reconocer la presencia de Dios en cada persona (véase Ef 4,6) y crecer en la relación con ellos y con Cristo.
Vida y dignidad de la persona humana
Toda la doctrina social católica se basa en este tema central. La Escritura nos dice que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gn 1,27). Toda vida humana es una efusión del amor de Dios y forma parte de su plan divino. Por tanto, todas las personas tienen derecho a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural. Una vida querida y creada por Dios es sagrada y tiene derecho a una existencia plena.
Como hijo de Dios, cada persona tiene también una dignidad intrínseca. Como reflejo del propio ser de Dios, todas las personas tienen derecho a hacer realidad esta dignidad en su existencia diaria, entre otras cosas mediante el acceso a agua y alimentos limpios, atención sanitaria, educación y un entorno vital seguro.
Actúa: En tu propia comunidad parroquial, tender la mano, aunque sólo sea manteniendo una conversación con quienes se sienten solos, demuestra respeto por la dignidad de cada persona.
Llamada a la familia, la comunidad y la participación
Dada la primacía de la familia a los ojos de Dios, debe animarse a las personas a formar familias, y la sociedad debe promover la vida familiar. Las sociedades estables surgen de familias estables, en las que las personas pueden aprender una vida comunitaria sana. Las personas tienen derecho a una participación significativa en la sociedad a través del voto, la participación en actos culturales y comunales y la representación en la sociedad, lo que contribuye a preservar su dignidad.
«Para promover la participación del mayor número en la vida de una sociedad, la creación de asociaciones e instituciones voluntarias… ‘se refieren a objetivos económicos y sociales, a actividades culturales y recreativas, al deporte, a diversas profesiones y a asuntos políticos’» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1882). La sociedad debe ordenarse de manera que permita a las personas participar en acontecimientos importantes -así como disponer de tiempo para el descanso- dentro de sus diversas comunidades, con especial preocupación por los pobres y vulnerables.
Actúa: Averigua si hay alguna organización en tu parroquia en la que puedas prestar apoyo a través del voluntariado.
Derechos y responsabilidades
Todas las personas tienen ciertos derechos y ciertas responsabilidades porque están hechas a imagen de Dios. Todas las personas de una comunidad tienen derecho a ser tratadas con dignidad y respeto, y la responsabilidad de velar por el bien común de la comunidad. Para que la sociedad sea sana, las personas deben ser conscientes tanto de sus derechos como de sus responsabilidades.
Ejemplos de derechos son la alimentación, la vivienda y la atención sanitaria. Las responsabilidades incluyen pagar impuestos, votar y respetar la propiedad pública. El Catecismo elogia a «aquellas naciones cuyos sistemas permiten al mayor número posible de ciudadanos participar en la vida pública en un clima de auténtica libertad» (1915). El uso de derechos y responsabilidades debe ser significativo y recíproco para que la sociedad esté bien equilibrada.
Pasar a la acción: Participar en ministerios que alimentan a los hambrientos o dan cobijo a los sin techo puede ser difícil, pero tales ministerios promueven la dignidad de todos y mejoran la sociedad.
Opción por los pobres y vulnerables
El ministerio de Jesús indica la intensa preocupación que sentía por los pobres y vulnerables. Sus tribulaciones a menudo le movían a compasión; por ejemplo, su atención a una multitud que llevaba tres días sin comer (ver Mt 15,32), a un leproso que pedía ser curado (Mc 1,40-41), a una viuda que acababa de perder a su hijo (Lc 7,12-13).
La respuesta profunda de Cristo a las experiencias de los marginados de la sociedad es la que se nos ordena imitar; de hecho, nuestra respuesta a los que son «los más pequeños entre nosotros» es la base sobre la que seremos juzgados (Mt 25, 45).
Nuestra fe es una fe de acción. «Si un hermano o una hermana no tienen qué ponerse ni qué comer para el día, y uno de vosotros les dice: «Id en paz, calentaos y comed bien», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?». (St 2,15-16).
Participar en soluciones
Cristo no fue un espectador. Del mismo modo, nuestra fe nos obliga a participar en soluciones que aborden las necesidades de los desamparados y marginados de nuestras comunidades.
Actúa: Muchas parroquias hacen colectas de alimentos, recogen ropa o ponen otros medios al servicio de los pobres. ¿Qué puedes hacer tú para ayudar?
Dignidad del trabajo y derechos de los trabajadores
El trabajo, en el mejor de los casos, es una expresión significativa de los dones y talentos de una persona. Las Escrituras nos dicen que el trabajo ha sido una tarea humana importante desde el principio de la creación (véase Gn 2:15). Debemos construir la sociedad de modo que cada persona tenga la oportunidad de discernir sus dones y aplicarlos en un trabajo significativo.
Aunque el trabajo es una forma en que las personas pueden utilizar sus dones para mejorar el mundo, también es la forma en que la mayoría de la gente mantiene a sus familias. Toda persona tiene derecho a un trato humano en el lugar de trabajo, que incluya un salario justo, un horario de trabajo razonable y tiempo para cuidar a sus familiares enfermos.
Actúa: Apoyar la mejora de las condiciones de trabajo es un paso clave para garantizar que todo el mundo tenga una alimentación adecuada y un alojamiento seguro.
Solidaridad
Nuestra fe nos enseña que somos la sal de la tierra y la luz del mundo (véase Mt 5, 13-16). Nuestra forma de vivir influye directamente en la experiencia que los demás tienen de Cristo. Estamos llamados a ser ejemplos de Cristo para el mundo, modelando su amor, misericordia y compasión para todos.
Solidaridad significa cuidar los unos de los otros: familia, amigos y extraños por igual (aunque, como ya se ha dicho, todo empieza por la familia). Puede resultar difícil ver cómo nuestras acciones -justo donde estamos- pueden afectar al mundo. Pero este planteamiento puede llevarnos a acompañar a nuestros hermanos y hermanas en sus trayectorias vitales para ayudar a crear comunidades en las que todos sean respetados, protegidos y tratados con justicia.
Esto requiere que hagamos algo más que obras de caridad a la hora de atender las necesidades de los pobres y vulnerables. También debemos abordar cualquier política que cree un desequilibrio de igualdad. De este modo, ayudamos a construir el reino de Dios, un lugar de paz y justicia, aquí en la tierra, y damos testimonio del amor de Cristo a los demás.
Actúa: Habla con familiares y amigos sobre qué acción muestra mejor el amor de Cristo a los más necesitados.
Cuidar la creación
Toda la creación es bella a los ojos de Dios, que nos hizo responsables de cuidarla (ver Gn 1:27-31). La Tierra necesita cuidados, y hay cosas que podemos hacer para ayudar a cuidar la creación. Ser conscientes de nuestros propios hábitos en cuanto al uso de la energía y trabajar para ser más eficientes es una gran manera de preservar la creación para todos. Todos podemos hacer algo, e incluso pequeños esfuerzos construyen la sociedad en cooperación con Dios para formar un mundo más justo.
Actúa: Recoge la basura de tu barrio, planta flores en tu jardín o cuelga un comedero para pájaros en un árbol. Todos podemos embellecer y preservar la creación.
Conclusión
Cada uno de los siete temas de la doctrina social católica ha surgido de la enseñanza de Dios en la Biblia y ha sido desarrollado por la Iglesia a lo largo del tiempo para ayudarnos a vivir mejor los mandamientos de Cristo. Meditar sobre estos temas y actuar de acuerdo con ellos, aunque sea a pequeña escala, puede ayudar a la sociedad de una manera mucho más amplia.
Con cada forma que elijas de vivir la doctrina social católica, reza por las personas que encuentres, para que puedan conocer y experimentar a Cristo a través de estos ejemplos de amor a los demás.