Educación

“Cristo y la vida eterna: la belleza de nuestra fe”

Entre el 9 y el 10 de mayo se realizó en la Universidad de los Andes (Santiago, Chile) el III Congreso para profesores de religión, bajo el título "Cristo y la vida eterna: la belleza de nuestra fe".

Verónica Ibáñez·4 de junio de 2024·Tiempo de lectura: 5 minutos

Asistentes al congreso escuchan una ponencia ©Rolo Uandes

El congreso comenzó con la intervención de uno de los obispos auxiliares de Santiago, monseñor Alberto Lorenzetti, quien animó a los presentes a “saber adaptarse a su auditorio a la hora de anunciar la fe en Jesús”. Señaló que hoy no es fácil este diálogo porque, más que hablar al mundo de un Dios desconocido como hizo Pablo en Atenas, toca hablar de un Dios olvidado y nos encontramos frente al desafío de llegar al corazón de niños y jóvenes.

Presentar a Cristo

El presbítero Lucas Buch, de la Universidad de Navarra, recalcó la idea de mantener con los alumnos una relación cordial, personal, hablándoles de corazón a corazón.

Explicó que la tarea de un profesor de religión no es demostrar a Cristo, sino presentarlo. Lo primero es rezar por sus alumnos -ya que es Cristo quien tiene que presentarse-, procurar vivir lo que enseñan, porque en buena medida lo que los muchachos crean de Cristo dependerá de lo que vean en sus maestros, y, por último, proponer a Cristo de manera que los chicos sean capaces de reconocerlo.

Se sabe si una persona es cristiana no porque sea capaz de exponer muy bien la fe cristiana, sino porque camina en esa verdad. El principal modo en que un profesor de religión transmite a Cristo es viviéndolo. Como decía el Papa Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros, o, si escucha a los maestros, es porque son testigos».

Transmitir la fe con esperanza

A lo largo del congreso se insistió varias veces en la necesidad de formar con esperanza. Klaus Dröste, decano de la Facultad de Psicología y Humanidades de la Universidad San Sebastián, señaló que muchas veces no abunda en los jóvenes la esperanza porque no ven su vida como algo grande, que vale la pena ser vivido. Conviene abrir en ellos perspectivas de eternidad. Esa esperanza les permitirá anclar el corazón en Dios y ordenar su vida, a pesar de todos los problemas que tengan en la actualidad.

Si un joven descubre esto, podrá releer su historia, sus calamidades, sus frustraciones, sus éxitos, sus fracasos, sus cualidades con una luz nueva. Aprenderá que de todo puede salir un bien.

También, en otra conferencia, don Lucas definió la misión del profesor de religión con dos verbos: despertar y transmitir. Por una parte, despertar a los alumnos, acompañarlos en el descubrimiento del talento que Dios les ha concedido, esperar junto a ellos a que su vocación se despierte, y, por otra, transmitir la fe con esperanza, especialmente a esta generación posmillennial. Como es bien sabido, muchos jóvenes tienen la sensación de que lo que suceda no depende de ellos, sino de factores externos, quizá porque el mundo en el que vivimos es demasiado complejo y piensan que no pueden cambiar nada de lo que suceda. Todo esto ha cristalizado de algún modo en un pesimismo generalizado, que tiene también sus expresiones en problemas de salud mental.

En una sociedad como la nuestra, donde se propicia que cada uno ha de hacerse a sí mismo con sus solas fuerzas, el cristianismo tiene ese mensaje tan revolucionario: desde el momento de nuestra concepción, dependemos de los demás. Decirle a un alumno: tú estás hecho para amar y ser amado, porque Dios es el amor comunión de personas, puede abrirle grandes horizontes.

Luces para las clases

Los profesores de religión están llamados a mantener viva la Palabra de Dios, concretamente el Evangelio, y a que siga resonando en los corazones de los jóvenes. Sin embargo, existe el desafío de hacerla comprender, porque es un texto muy conciso. Don Lucas sugirió leer juntos la Escritura e ir resolviendo las dudas que aparezcan.

También la caridad es un camino indudable de presencia de Cristo y la clase de religión es un ámbito que puede ofrecer la ocasión de experimentar la misericordia, es decir, de acercarse a alguien necesitado, a un enfermo, a un anciano, a alguien a quien ayudar.

Contar la historia de los santos, cuya vida se entiende solo desde la luz de Dios, permite también acercarse a Cristo, porque en ellos brilla el Señor. Cada alumno puede encontrar en un santo su inspiración, aquello que le toca profundamente.

La vía de la belleza

Andrea Torres, filósofa, expuso que conviene que la belleza acompañe a la enseñanza de la religión porque es Dios quien se manifiesta en ella. Además, Dios ha creado todo el mundo en orden al ser humano, para que lo conozcamos y gocemos de Él. Esta idea puede infundir esperanza en los jóvenes.

Don Lucas Buch insistió en que la belleza nos habla también de una realidad que trasciende lo puramente mundano, lo puramente útil y por eso es también un canalizador de Cristo. Quizá la misma clase de religión puede ser una ocasión de que los alumnos tengan una experiencia de lo bello, de que aprendan a disfrutar con una obra de arte, que pueda ayudar a que Cristo se presente en sus vidas. Al mostrar la belleza se puede educar la sensibilidad y el gusto por las grandes bellezas. En este sentido, el uso de imágenes, poesía o música ofrece un camino.

Hablar de la eternidad

En el congreso se planteó que se puede hablar de la muerte y de las verdades eternas con delicadeza. Es preciso hacerlo, porque es donde está anclada la esperanza. Como indicó don Lucas, en un contexto multicultural conviene hablar con claridad de cuál es la propuesta cristiana, evitando visiones simplistas de la vida eterna. Conviene mostrar que estas verdades tienen un sentido y ayudan a vivir de una determinada manera.

A la luz del juicio, por ejemplo, el profesor puede enseñar a cultivar la memoria, a hacerse preguntas que nos permiten construir una vida con sentido.

El infierno puede ser comprendido, como dice Dostoyevski, como el sufrimiento de no poder amar. Se puede llevar a la vida presente hablándole a los alumnos del resentimiento, de no querer perdonar, no querer amar a alguien. Hay que distinguirlo claramente del purgatorio, donde se tiene esperanza y hay un deseo de amor. Puede servir, para entenderlo, comentar que es posible orar por los difuntos y buscar la comunión con los que se encuentran en ese estado.

Por último, para referirse al Cielo, el profesor necesita una gran creatividad para ver cómo puede ofrecer a sus alumnos experiencias de comunión, a veces simplemente profundizando en las que ya tienen, para asimilarlas al Cielo, donde no cabe aislamiento alguno.

La propuesta cristiana

Finalmente, don Lucas propuso que, frente a los grandes anhelos que residen en los corazones de los hombres (ser amados, mantener relaciones profundas, ser alguien, ayudar a los demás) -deseos que se apoyan en supuestos ambientales (el individualismo y la necesidad de mostrar rendimiento, la autosuficiencia y la hipersexualidad, el emotivismo como criterio para valorar si algo es bueno o malo, la sobreprotección)-, existe una propuesta cristiana que hacer a los jóvenes: la conciencia de que Dios nos amó primero, el designio de comunión, la invitación a formar parte de una historia de amor que se entreteje con nuestras historias y la convicción de que hay más dicha en dar que en recibir. En definitiva, se trata de mostrar la belleza de nuestra fe.

El autorVerónica Ibáñez

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