En el corazón de Vilna (Lituania), en la calle Šv. Stepono 35, las Misioneras de la Caridad gestionan un comedor modesto pero esencial. Tres veces a la semana, las puertas se abren para acoger a las personas sin hogar y hambrientas, ofreciéndoles no sólo una comida, sino un momento de dignidad. Desde hace años, invito a mis amigos a colaborar conmigo en esta obra de servicio. Algunos aceptan con entusiasmo, mientras que otros dudan, a menudo enarcando una ceja cuando se enteran de que el centro está dirigido por la orden fundada por la Madre Teresa de Calcuta.
Su nombre, antaño sinónimo de santa compasión, se ha convertido en las últimas décadas en objeto de un intenso escrutinio. Sus críticos, entre los que destaca Christopher Hitchens en “Hell ‘s Angel” (1994) y “The Missionary Position» (1995), la acusan de malversar fondos, prestar una atención médica deficiente y glorificar el sufrimiento en lugar de aliviarlo. El peso de estas acusaciones, amplificado por los medios de comunicación modernos, ha moldeado la percepción pública, llevando a algunos a cuestionar la integridad de su misión.
Sin embargo, un examen más detenido revela una realidad más compleja. Aunque la Madre Teresa no estuvo exenta de defectos, reducir todo su legado a una lista de acusaciones entraña el riesgo de pasar por alto el profundo impacto que ella y su comunidad han tenido en millones de personas. Las Misioneras de la Caridad continúan su labor en algunas de las zonas más desamparadas del mundo, a menudo sin fanfarria y en condiciones que pocos soportarían.
Este artículo no está escrito desde la admiración ciega, sino desde el compromiso con la verdad. ¿Hasta qué punto se sostiene la crítica? ¿Y justifica el escepticismo que ahora rodea su nombre? Al explorar estas cuestiones, también reconocemos a las miles de hermanas que llevan a cabo su misión hoy en día, incluidas las de Vilna (Lituania), cuyo trabajo diario desafía silenciosamente la narrativa de la mera controversia.
La naturaleza del trabajo de la Madre Teresa
Un malentendido clave es la creencia de que la Madre Teresa dirigía hospitales. Las Misioneras de la Caridad, la orden que fundó, no gestionan hospitales, sino hogares para moribundos, comedores sociales, dispensarios, orfanatos y centros para personas sin hogar, discapacitados y víctimas de catástrofes. La distinción es crucial. Los hospitales se centran en tratamientos curativos, mientras que los hospicios ofrecen consuelo y dignidad a los moribundos. Según lo establecido por el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU., los cuidados paliativos son para aquellos con enfermedades terminales cuyos médicos creen que les quedan seis meses o menos de vida.
Cuando la Madre Teresa abrió su primer hospicio en 1952, aún no existían los cuidados paliativos modernos. El primer hospicio moderno (que incluía cuidados paliativos) no fue fundado hasta 1967 por la enfermera británica Cicely Saunders. El propio término “cuidados paliativos” no se acuñó hasta 1974, y la Escalera Analgésica en Tres Pasos de la OMS, que estandarizaba el tratamiento del dolor, no se introdujo hasta 1986, 34 años después de que la Madre Teresa hubiera comenzado su labor.
La labor de la Madre Teresa debe entenderse en el contexto de la India posterior a la independencia, que sufría los efectos devastadores de la partición civil, el colapso económico y la pobreza generalizada. Calcuta se enfrentaba a un grave declive económico, con el cierre de las principales industrias, lo que provocó un desempleo masivo y la falta de vivienda. Muchos de los moribundos a los que atendió ya habían sido rechazados por los hospitales.
La antigua Madre Superiora de las Misioneras de la Caridad, Sor Mary Prema Pierick, aclara el asunto diciendo: “La Madre nunca tuvo hospitales; tenemos hogares para los que no son aceptados en el hospital… La atención de las hermanas y los voluntarios se centra en alimentar y vendar, porque muchos llegan con heridas”.
Lejos de dirigir “prisiones médicas”, la Madre Teresa proporcionaba cuidados cuando nadie más lo hacía. Su misión nunca consistió en curar enfermedades, sino en garantizar a los abandonados y moribundos dignidad, amor y consuelo en sus últimos momentos. Evaluar su trabajo con los criterios actuales es un anacronismo.
Las condiciones en Calcuta
La afirmación de Hitchens de que las instalaciones de la Madre Teresa eran antihigiénicas y carcelarias ignora el contexto histórico de la India posterior a la independencia. Calcuta, sobre todo en las décadas de 1970 y 1980, se enfrentaba a graves dificultades económicas, agravadas por la partición de 1947, que dejó millones de desplazados. Como observó la corresponsal extranjera Mary Anne Weaver, la ciudad tenía uno de los niveles de vida urbanos más bajos del mundo, con más del 70 % de la población viviendo en la pobreza. Las familias sobrevivían con apenas 34 dólares al mes, mientras 200.000 mendigos luchaban por un espacio en las aceras junto a 20.000 rickshaws tirados a mano.
Los hospitales de la región a menudo se negaban a admitir a los indigentes, dejándoles sin ningún lugar al que ir. Los hogares de la Madre Teresa ofrecían una alternativa: un lugar donde la gente podía recibir comida, cobijo y dignidad. Que no fueran instituciones médicas modernas es irrelevante; nunca se pretendió que lo fueran.
La polémica de los analgésicos
Una acusación común es que la Madre Teresa ocultó deliberadamente analgésicos a los moribundos para hacerles sufrir. Esta afirmación la originó Hitchens presentando un artículo del Dr. Robin Fox en The Lancet, en el que observaba la falta de analgésicos fuertes en sus hogares. Sin embargo, Fox también elogió a las Misioneras de la Caridad por su política de puertas abiertas, higiene y atención compasiva. Reconoció que antes muchos pacientes eran rechazados por los hospitales.
Fox no afirmó que se denegara deliberadamente el alivio del dolor, sino que no se disponía de analgésicos potentes. Las razones eran sistémicas. El Gobierno indio había ido reforzando gradualmente sus leyes sobre el opio después de la independencia (1947), restringiendo el opio de uso general y casi médico. A partir de la Conferencia de Toda la India sobre el Opio de 1949, se produjo una rápida supresión del opio entre 1948 y 1951 en virtud de la Ley de Drogas Peligrosas (1930) y la Ley de Drogas y Cosméticos (1940). En 1959 se prohibió totalmente la venta de opio, salvo para usos científicos o médicos. Posteriormente, la Ley de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas (1985) restringió fuertemente el uso de opiáceos, incluso con fines médicos. La morfina y otros analgésicos similares escaseaban, incluso en los hospitales.
Los profesionales médicos que respondieron a la crítica de Fox en The Lancet destacaron que las opciones de alivio del dolor en India eran limitadas debido a la falta de médicos y enfermeras formados en cuidados paliativos, las restricciones gubernamentales a la distribución de opiáceos y las pocas alternativas disponibles para el tratamiento del dolor.
Lejos de ser sádicos, la Madre Teresa y sus monjas hicieron lo que pudieron con los recursos de que disponían. El uso de analgésicos más débiles, como el paracetamol, desmiente la idea de que el sufrimiento se prolongara intencionadamente.
El sufrimiento redentor mal interpretado
Hitchens cita con frecuencia una cita atribuida a la Madre Teresa: “Creo que es muy hermoso que los pobres acepten su suerte, que la compartan con la pasión de Cristo”. Esto, argumenta, prueba que ella glorificaba el sufrimiento. Sin embargo, la teología católica sobre el sufrimiento suele malinterpretarse.
El concepto de sufrimiento redentor sostiene que el dolor, cuando se une al sufrimiento de Cristo, puede tener mérito espiritual. Sin embargo, esto no significa que el sufrimiento deba buscarse o infligirse. Las Misioneras de la Caridad dedican su vida a aliviar el sufrimiento, ofreciendo comida, cobijo y cuidados a los abandonados. Si la Madre Teresa creía que el sufrimiento debía soportarse sin alivio, ¿por qué administraba analgésicos en sus casas?
La hermana Mary Prema Peierick aclaró aún más este asunto: “Madre nunca quiso que una persona sufriera por sufrir. Al contrario, Madre hacía todo lo posible por aliviar su sufrimiento”. La idea de que ella retenía el alivio del dolor para intensificar el sufrimiento es una distorsión de sus creencias y de su obra.
La denuncia de hipocresía en su tratamiento médico
Otra acusación es que, mientras los pobres a su cuidado recibían un tratamiento deficiente, la propia Madre Teresa buscaba atención médica de primera clase. Esta afirmación no se sostiene.
Navin B. Chawla, su biógrafo y antiguo Comisario Electoral Jefe de la India, recuerda que cuando cayó enferma en 1994, fue hospitalizada en un centro público de Delhi. Lejos de buscar cuidados de élite, se resistió a ser hospitalizada. Los médicos dudaban en tratarla por temor a ser considerados responsables si moría bajo su cuidado. Líderes mundiales le ofrecieron tratamiento en el extranjero, pero ella lo rechazó.
Sunita Kumar, su compañera de toda la vida, lo corrobora. Cuando médicos de Nueva York y San Diego la visitaban para ver cómo estaba, era por voluntad propia. Era reacia a aceptar intervenciones médicas y sólo lo hacía cuando se veía presionada por su entorno.
La Dra. Patricia Aubanel, que atendió a la Madre Teresa en sus últimos años, la describió como “la peor paciente que he tenido” porque no le gustaba descansar y se resistía al tratamiento médico. En una ocasión, se negó a utilizar un respirador artificial hasta que la convencieron apelando a su devoción por Nuestra Señora de Guadalupe.
Si de verdad fuera una hipócrita que buscaba tratamientos médicos de lujo, no se habría resistido a la hospitalización y a los cuidados avanzados con tanta fiereza como lo hizo.
La realidad tras las críticas
Las críticas de Hitchens se basan en pruebas selectivas e interpretaciones sensacionalistas. Se ignora el contexto más amplio, las luchas económicas de la India, la anticuada infraestructura sanitaria y las restricciones gubernamentales. Sus argumentos se basan en la aplicación de las normas médicas occidentales contemporáneas a una ciudad empobrecida y poscolonial.
La labor de la Madre Teresa nunca consistió en proporcionar asistencia médica de alta tecnología, sino en asegurarse de que los abandonados y los moribundos no se quedaran solos en las calles. Sus hogares no eran hospitales, ni pretendían serlo. No buscaba hacer sufrir a la gente, ni les negaba el alivio del dolor cuando estaba disponible. La idea de que vivía en la hipocresía es refutada por quienes trabajaron estrechamente con ella.
En un mundo en el que la ideología puede moldear los relatos, es vital separar la realidad de la ficción. El legado de la Madre Teresa no debe juzgarse por las cínicas distorsiones de sus críticos, sino por las innumerables vidas que tocó. Su misión, en esencia, era de amor, compasión y servicio, principios que permanecen inquebrantables frente a las críticas.
Fundador de “Catholicism Coffee”