La primera conferencia sobre el aborto organizada por Altum Faithful Investing anunció una buena noticia: ¡Hay esperanza! Con tres perspectivas distintas se expusieron argumentos como armas para luchar por la vida.
Mónica López-Barahona, presidenta de la fundación Jérôme Lejeune, explicó el inicio científico de la vida, Leire Navaridas, fundadora de AMASUVE, habló de la vida después del aborto y Sister Cristina, de Sisters of Life, sobre la vocación por la vida.
“Es muchísimo más fácil demostrar que la vida empieza en el momento de la concepción que demostrar que dos y dos son cuatro”. Con esta seguridad, Mónica López-Barahona, explicó cómo la ciencia respalda que la vida humana comienza en el momento de la fecundación. Destacó así la importancia de la biología celular, la genética y la embriología para respaldar esta premisa.
López-Barahona criticó las leyes de plazos en materia de aborto, que carecen de base científica. «No existe un cambio sustancial en el desarrollo embrionario que justifique un punto de corte arbitrario para determinar el inicio de la vida», aseveró.
Por su parte, la experiencia de Leire Navaridas ilustra el trauma que supone el aborto. Una feminista convencida que consideraba la maternidad como un yugo opresor, sufrió la violencia de la interrupción de su embarazo que resultó en un dolor profundo y grandes heridas: “nos hacen creer que el aborto es una salida, pero lo que realmente necesitamos es apoyo y soluciones reales», expresó.
Navaridas comprendió que una mujer embarazada ya es madre. Su terapeuta le dijo “Leire, deja de destruir y ponte a construir” y así lo hizo. AMASUVE apoya a día de hoy a mujeres y hombres afectados por las heridas que causa el aborto, considerándolo un hecho traumático que tiene consecuencias muy profundas en las personas y en sus relaciones, así como en la sociedad. Asegura así que el aborto no soluciona ningún problema, pero sí el amor incondicional de un hijo que “puede ser el motor que ordene todo el desorden en la vida de una mujer».
Una vida es un regalo de Dios. Y es que uno no se puede dar la vida a sí mismo. Como sostiene Sister Cristina: “Si yo no me acordé de Dios esta mañana, él no se olvidó de mí. Porque yo sigo respirando». Pero desconocemos nuestro alto precio y en consecuencia la sociedad rebaja la dignidad humana, ante lo que muchas veces sólo podemos decir: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen“.
La dignidad humana se ve amenazada por la cultura de la muerte, del deseo bienestar y la cultura del cuerpo que constituye un aire tóxico hedonista, narcisista y de individualización. Así, cometemos errores como animalizar a las personas y humanizar a los animales. Reducir a la persona a un objeto, afirma Sister Cristina, es peor que odiarla.
«El vientre de la mujer es el altar donde Dios entra al mundo. Por eso es donde más se ataca». De esta forma describe Sister Cristina la batalla espiritual en la que nos encontramos. Estamos llamados a dar esperanza, a generar una cultura de sanación y purificación de tantas heridas que impiden ver el valor de la vida humana, edificando así un mundo diferente: “más humano, más cristiano, donde Jesucristo en la Eucaristía sea el primer ambiente y hábitat donde poder desplegar todo lo humano”. Llama así a la unidad y la comunión como un muro que nos protege del enemigo.
Sister Cristina apunta que debemos vivir integrados en estos tiempos, donde tenemos una responsabilidad: Dios nos examinará un día y nos preguntará: ‘Y tú, ¿qué hacías durante la revolución antipersona?’.