Smartick es una plataforma digital que facilita el estudio personalizado de las matemáticas, adaptando el tipo y dificultad de los ejercicios a cada niño. Efectivamente, el sistema se va adaptando al nivel del niño para reforzar aquellas partes que le cuestan, pero de forma equilibrada para que no se quede bloqueado. Una herramienta sencilla y entretenida para aprender matemáticas. Y aunque es una herramienta online, no es rígida sino que se amolda a lo que el niño necesita trabajar.
Incluso tiene en cuenta el estado anímico del niño y le pregunta cómo se siente para adaptarse a su momento emocional. Y es que, si el niño pone que se encuentra fatal esa mañana, el programa se lo pone más fácil para que no se frustre. Claro está que algunos niños se aprenden el truco enseguida y sistemáticamente le contestan al ordenador que se sienten fatal para que los ejercicios sean más fáciles.
Justo lo contrario de lo que le ocurrió a Ignacio Echeverría, el llamado ‘héroe del monopatín’ que perdió su vida en un atentado yihadista en Londres cuando salvaba a una joven luchando con su monopatín como única arma. Me contaba Ana, su madre, que de niño los profesores le quisieron poner en un curso más fácil porque, como era muy tímido, parecía que le costarían los estudios. Pero sus padres dijeron que si le ponían en ese curso Ignacio se esforzaría menos y sería peor para él a la larga.
Me vienen estas reflexiones en torno al tema de los suspensos y a la posibilidad que ofrece la LOMLOE de pasar de curso aunque un alumno haya suspendido muchas asignaturas. Una forma muy peculiar de acabar con el fracaso escolar. Y es que en España tenemos en la actualidad un 30% de repetidores, pero a partir de ahora podrán pasar de curso si el profesorado lo estima mejor para su desarrollo personal. El esfuerzo, el trabajo y la renuncia que conlleva o la constancia en el estudio quedan relegados a un segundo plano.
Es evidente que la alta tasa de repetición y de suspensos es algo que se debe abordar, pero hemos de hacerlo de forma adecuada porque si no lo hacemos correctamente se puede agravar el problema que tenemos todos, el sistema y los propios alumnos.
Quizás tendríamos que asumir que las personas tenemos una tendencia a lo fácil, a lo cómodo. Y que esto hace que la educación tenga mucho que ver con esa creación de hábitos buenos y de esa lucha contra los propios instintos que nos llevan a no esforzarnos.
Y conviene preguntarnos sinceramente si ayudamos a los niños y jóvenes cuando rebajamos las exigencias, cuando nos adaptamos sistemáticamente a su estado anímico, cuando nada tiene consecuencias, hagan lo que hagan.
La exigencia, poner límites, asumir la consecuencia de los actos no está reñido con el aprecio y la personalización en la educación. Todo lo contrario. Es parte de ese conocimiento del niño y del joven que nos lleva a elevar progresivamente el nivel, a que pueda dar lo mejor de él mismo, a que descubra todas sus potencialidades.
La clave está en exigir y ayudar a superar las dificultades dándoles las herramientas para ello.
Javier Segura
El esquema no es simplemente el de poner un nivel altísimo y que pasen los que puedan, pero tampoco rebajar la exigencia al nivel que marquen los alumnos sin esforzarse. La clave está en exigir y ayudar a superar las dificultades dándoles las herramientas para ello. Asumiendo que el fallo e incluso el fracaso forman parte del aprendizaje.
Si renunciamos a exigir a los alumnos, si se lo ponemos siempre fácil, aprenderán a engañar a una máquina aunque eso sea engañarse a sí mismos. Y nunca formarán personalidades fuertes capaz de entrega, esfuerzo e incluso heroísmo.
Es más fácil caminar por un llano que subir una montaña. Pero el esfuerzo que tiene la ascensión tiene la recompensa de unos horizontes dilatados desde la cima. Y la conquista de uno mismo.