Esta semana se ha reunido el Ministerio de Educación con los representantes sindicales de los profesores de Religión. Y por otra parte está abierto el diálogo con la Conferencia Episcopal, tal como se pudo palpar en la primera de las sesiones promovidas por la Conferencia Episcopal Española para la actualización del currículo de Religión.
Cabe preguntarse, por todo ello, después de la aprobación de la LOMLOE, en qué momento del partido estamos. Y si se permite el símil, ver cómo va el marcador.
Momento decisivo
Lo primero que debemos decir es que estamos a la mitad del partido. Algunos podrían pensar que la aprobación de la ley en el parlamento es el momento final de toda esta batalla, pero no es verdad.
La LOMLOE establece el marco y las líneas fundamentales, pero después esas ideas generales se han de concretar en los Reales Decretos que aprobará el Ministerio y en las normativas que se aplicarán en las autonomías, de vital importancia dadas las grandes competencias trasladadas en el terreno educativo.
En este espacio legal que tenemos por delante nos jugamos mucho: desde las horas mínimas que se impartirán en cada curso hasta los tipos de contratos que se establecerán para el profesorado.
Como decía un amigo mío entendido en la materia, ‘haz tú la ley y déjame a mí hacer los Reales Decretos’. En verdad son realmente determinantes.
Inmovilidad del ministerio
Y en este momento del partido el Ministerio se reúne con los sindicatos, tal como sus propios representantes se lo trasladaron, ante su insistencia, como una simple cortesía. Y se niegan a acoger ninguna de las peticiones que estos les presentaron, ni a crear una Mesa de Negociación del Profesorado de Religión ante la presumible reducción de puestos de trabajos que la aplicación de esta ley sin duda conllevará.
En resumen, que todo se mantendrá como indica la LOMLOE, la Religión sin alternativa, la posible asignatura de historia de las religiones no confesional será impartida por el profesor de Ciencias Sociales, y sólo se les permitirá “educar en la fe, que es para lo que son seleccionados”, según palabras textuales del Fernando Gurrea, Subsecretario de Educación y Formación Profesional. En todo caso, se remiten a las negociaciones con las comunidades autonómicas.
Más allá de las medidas concretas que se presentaban a la negociación, el tono del Ministerio de Educación ha sido ciertamente descorazonador. Y aparentemente contrasta con el que el propio Ministerio está teniendo con la Conferencia Episcopal, mucho más cortés.
De hecho la directora de la Comisión para la Educación y la Cultura, Raquel Pérez Sanjuan, ha sido nombrada por Isabel Celaá miembro del Consejo Escolar del Estado. ¿A qué responde esta diferencia, al menos en las formas?
Es difícil saberlo, pues desde el Ministerio no dan puntada sin hilo y uno se agarra siempre a la posibilidad del diálogo, aunque sea como a un clavo ardiendo. Pero a mí, personalmente, me da la sensación de que con distintas formas –más bruscas con los sindicatos, más diplomáticas con la CEE- el Ministerio tiene una hoja de ruta de la que no se va a mover. Y ésta es la de ahogar poco a poco a la asignatura de Religión, como lo está haciendo también con otros ámbitos de libertad educativa, como es el caso de la escuela concertada.
Apertura al diálogo
Hace bien la CEE en mantener la puerta del diálogo abierta, pero también habrá de mantener los ojos bien abiertos, porque en este juego político, es posible que el Ministerio de Educación quiera utilizarla y presentar una imagen de diálogo a la sociedad que no se corresponda con la realidad.
Mientras tanto, a la espera de la publicación de los Reales Decretos y de las negociaciones con las autonomías, el trabajo que queda por hacer es el que ya está en marcha: asentar la profesionalidad del profesorado, renovar el currículo de la Enseñanza Religiosa Escolar y rearmarse para un viaje a través del desierto que serán los años de la LOMLOE.
Y permanecer unidos todos los que creemos en la libertad de educación y valoramos esta asignatura. Porque queda mucho partido por delante.