Evangelización

Chandavila, un mensaje de perdón y amor a la Cruz

El nulla osta de la Santa Sede a la difusión de la devoción a la Virgen de los Dolores del santuario extremeño de Chandavila destaca la "acción del Espíritu Santo en tantos peregrinos que se acercan, tanto de España como de Portugal, en las conversiones, curaciones y otros signos preciosos en este lugar".

Maria José Atienza·31 de agosto de 2024·Tiempo de lectura: 7 minutos

Imagen de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila ©OSV

El 22 de agosto de 2024, la Santa Sede, a través de la carta de «Una Luz en España» firmada por el Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, Mons. Víctor Manuel Fernández, daba luz verde a “apreciar el valor pastoral y también a promover la difusión de esta propuesta espiritual, incluso a través de posibles peregrinaciones a un lugar sagrado” del santuario de Chandavila, ubicado en La Codosera, un pueblo de frontera entre la provincia española de Badajoz y Portugal.

Se trata de uno de los primeros reconocimientos que el Vaticano otorga a un santuario tras el documento en el que se establecían las Normas para proceder en el discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales.

De hecho, con este nulla osta, “aunque no se exprese ninguna certeza sobre la autenticidad sobrenatural del fenómeno, se reconocen muchos signos de una acción del Espíritu Santo”.

El obispo diocesano de Mérida Badajoz “procederá a la declaración del “nihil obstat” propuesto, de manera que el santuario de Chandavila, heredero de una rica historia de simplicidad, de pocas palabras y mucha devoción, siga ofreciendo a los fieles que quieran acercarse, un ámbito de paz interior, consuelo y conversión” como apunta la carta del cardenal Fernández.

Es mucha y muy profunda la devoción que, en Extremadura y gran parte de los pueblos fronterizos portugueses, tienen a la Virgen de los Dolores de Chandavila.

Omnes ha podido conversar con el sacerdote Mateo Blanco, quien fue vicario general de la archidiócesis extremeña y colaborador en la redacción de “Chandavila aquello… sucedió”, el libro del sacerdote Francisco Barroso que fue testigo de primera mano de alguna de las apariciones de la Virgen y que falleció hace poco tiempo.

Las apariciones de Chandavila

En 1945 dos chicas, Marcelina Barroso Expósito, de diez años, y Afra Brígido Blanco, de diecisiete, afirmaron ser testigo de apariciones en la zona de Chandavila, perteneciente al pueblo de La Codosera.

La primera, Marcalina, vió a la Virgen, en su advocación Dolorosa sobre las ramas de un castaño mientras de Afra vió la Cruz del Señor, ambos hechos en el lugar en el que hoy se alza una capillita, a partir de mayo de 1945.

La historia de las apariciones está narrada en diversos lugares aunque ambas videntes fueron siempre muy discretas a la hora de referir estos hechos y siempre han mantenido las mismas afirmaciones y narraciones.

«El perdón es el primer mensaje de Chandavila»

“Hay que conocer el contexto de las apariciones de la Virgen en Chandavila”, destaca Mateo Blanco. “Era el año 1945. En España, en los pueblos y las familias, sobre todo, en los pueblos pequeños, como este caso, estaban divididos. Se había sufrido todo el doloroso desastre de la Guerra Civil y las familias estaban divididas, los pueblos divididos: unos de un bando y otros de otro. Con lo cual, reinaba un ambiente de desconfianza absoluta. Hacía falta un bálsamo y vino la Virgen a traer ese bálsamo. Creo que este es el primer punto del mensaje de Chandavila: el perdón».

La propia niña vidente, Marcelina, vivía esa división en su familia: “Al padre de Marcelina lo habían matado al acabar la guerra porque su padre (el abuelo de la niña) había sido alcalde del pueblo en el tiempo de la República. Era un señor muy bueno que, cuando empezaron todos los altercados avisó al sacerdote del pueblo que pudo salvar la vida gracias a él. Sin embargo, al acabar la guerra, mataron al hijo de este alcalde, es decir, al padre de Marcelina, cuando ella tenía 3 o 4 años, y su madre estaba embarazada de su hermano”.

Estos terribles hechos hicieron que, en su casa, Marcelina viviera una oposición frontal a la Iglesia que se identificaba con “el bando vencedor”. A ella, sin embargo, le gustaba ir a la parroquia y rezar. Lo hacia casi a escondidas porque, como explica Mateo Blanco, “su madre le reñía. Era una mujer con el corazón roto, que tenía que trabajar en las casas, para sacar algún dinerito y sacar adelante a sus hijos. Y también, algo propio de los pueblos de frontera, hacía algún trapicheo de contrabando”.

Para este sacerdote, es clave que “lo que da Nuestra Madre a Marcelina en sus encuentros es cariño. Tiene detalles de cariño con la niña, que lo cuenta a su modo, con la sencillez de sus 10 años. Marcelina cuenta que ella se acercó a la Virgen y la abrazó, que notó el calor de la Virgen, y como le rozaba el velo”.

El 4 de junio de 1945, la Virgen le dijo a Marcelina por la mañana que volviera a las tres de la tarde. Junto a la niña se calcula que fueron unas 6.000 o 7.000 personas. Que era muchísimo más de los que había en el pueblo. Porque se corrió la voz y vinieron no solamente del pueblo, sino de pueblos vecinos y también de los pueblos portugueses, que están también muy vinculados a Chandavila. Ese día se produce la escena más evocadora, la más bonita, de las apariciones de Chandavila Cuando la Virgen llama a Marcelina y ella va andando de rodillas por un camino desastroso, lleno de “erizos”, esas cáscaras de las castañas, y es un terreno además con unas rocas estriadas que cortan. Lo lógico es que hubiera salido con las piernas destrozadas. La niña fue a la Virgen y entonces la Virgen le preguntó, ¿Te quieres venir conmigo? Y le contestó Marcelina, “Sí, Señora”. La Virgen le dijo que podía volver para atrás, sin dejar de mirar a la Virgen y, cuando llegó donde estaba su madre, ella al ver que su hija no tenía ni un rasguño empezó a dar gritos diciendo, “¡yo perdono!”. Lo oyeron todos los que estaban allí. Francisco Barroso ponía siempre mucho énfasis en ese “Yo perdono”.

El que fuera vicario general de la archidiócesis extremeña destaca que ese “yo perdono”, resume el primer mensaje de la Virgen. Tras esta conversación con la Virgen y el suceso de las rodillas intactas, Marcelina tuvo varias visiones más. “La Virgen pidió a Marcelina que se celebrara una misa en reparación al mes allí, al lado del castaño donde se apareció y que le construyeran una ermita para que la gente fuese a rezar. Y así es como ha sido”, apunta Mateo Blanco.

Las apariciones y estigmas de Afra Brígido

La gente comenzó enseguida a ir a rezar allí, junto al castaño en el que se había aparecido la Virgen. Se levantó una pequeña capilla que sigue en pie y en la que se custodia un trozo de aquel castaño. Marcelina se fue a vivir a un cortijo y luego estuvo en un colegio en Villafranca de los Barros y, a los años, entró en la Congregación de las Hermanas de la Cruz. Apenas ha hablado de estas apariciones, pero siempre ha mantenido, firmemente, en su veracidad y de sus conversaciones con la Virgen.

Mateo Blanco recuerda una visita que tuvo la oportunidad de hacer a la vidente, que aún vive, en el convento donde reside. En este encuentro estuvieron el entonces arzobispo de Mérida Badajoz, Mons. Celso Morga, el propio Blanco y alguna persona más. Fue “uno de los regalos más grandes que he tenido en estos últimos años” destaca Blanco, “estuvimos hablando con ella. Era sorprendente su humildad, en un momento de la conversación, el obispo le preguntó por las apariciones y ella respondió sólo “yo no he mentido nunca”. Para ella “la gracia más importante es haber recibido del Señor la vocación a la entrega en las Hermanas de la Cruz y que el Señor le ha dado la gracia de ser fiel”.

Afra Brígido, la otra vidente, tenía 17 años cuando se le apareció la Virgen. Ella era bastante escéptica ante todo lo que iba ocurriendo en el pueblo a raíz de la aparición a Marcelina. Un hermano suyo estuvo en la aparición de Marcelina y le contó que había algo y le animó a ir, pero Afra se rio de él diciendo lo que allí ocurría era que tenían visiones por el hambre que pasaban.

Santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila

Al final fue, con unas amigas y en un momento determinado tuvo un éxtasis y al Señor en la Cruz. Afra siempre vio la cruz, que es el otro mensaje de Chandavila. El perdón y la Cruz del Señor. Desde ese momento, Afra cambió radicalmente su vida. Comenzó a ir a misa todos los días, a acudir con frecuencia a los sacramentos… así toda su vida. Poco después, fue con unas amigas a hacer una romería a Villa del Rey, un pueblecito cercano a la Codosera. Allí fueron a ver al sacerdote, que antes había estado en La Codosera y a hacer una visita a la Virgen de las Riberas, una ermita que está cerca al río Zapatón. Rezando allí el vía crucis, en una de las estaciones, Afra cayó y se quedó como en éxtasis durante unos minutos. Esa misma noche, empezó a sentir unos dolores en las manos, en los pies y en el costado.

Desde ese momento tuvo los estigmas, hasta el final de su vida. En Chandavila se conservan unas gasas de las que usaba para taparse los estigmas de las manos, porque le sangraban. Afra se dedicó, durante toda su vida a cuidar de los demás: primero de su madre y luego, una vez fallecida su madre, en Madrid, atendió a mucha gente. A diferencia de Marcelina, que tras profesar como religiosa, no volvió a Chandavila, Afra si pudo regresar en alguna ocasión, antes de su muerte, al lugar en el que se le apareció la Virgen.

Lugar de sencilla devoción

Mateo Blanco destaca que las características de Chandavila han sido la piedad, la devoción y sobre todo la sencillez, “de estas cosas yo soy testigo. Creo que esto ha llamado también la atención en Roma: que Chandavila ha seguido siendo igual de sencillo que hace 50 o 60 años. Es un sitio para rezar, en el que se reza muy a gusto, haga frío o calor. Hay quien dice que tienen un microclima, porque siempre se está bien en Chandavila”.

Cada Viernes de Dolores es una fecha señalada en este santuario extremeño. Ese día se reza el Vía Crucis alrededor del Santuario y son muchas las personas que acuden al sacramento de la Reconciliación. En 2020, el entonces arzobispo de Mérida Badajoz, Mons. Celso Morga pidió a la Santa Sede la concesión de un Año Jubilar para Chandavila con motivo de los 75 años de las apariciones y después escribió una carta pastoral sobre la devoción a la Virgen. Un año santo, que fue concedido y que “ayudó a que mucha gente se acercara al Señor” como destaca Mateo Blanco.

Jenaro Lázaro, el escultor enamorado de la Virgen

La talla de la Virgen de los Dolores que se observa en Chandavila es obra del escultor Jenaro Lázaro. La vida de este escultor, de origen zaragozano y que conoció en su juventud al fundador del Opus Dei está íntimamente ligada a Chandavila. Jenaro conoció la historia de Chandavila a través de unos conocidos y, en 1945, poco después de las apariciones, fue a visitar la ermita. Quedó tan hondamente impresionado por Chandavila que se trasladó allí. 

Realizó la imagen de la Virgen de los Dolores que preside el santuario de Chandavila, impulsó la construcción del santuario y puso una Escuela-Taller para los jóvenes del pueblo. Compró un viejo castillo en el que puso su estudio. Desde allí iba diariamente al santuario rezando el Rosario. “quería a la Virgen muchísimo y la Virgen se lo llevó el 15 de septiembre, día de la Virgen de los Dolores”.

El futuro de Chandavila

Con el nulla osta de la Santa Sede, el arzobispo de Mérida Badajoz tiene, no sólo el permiso sino la bendición, para impulsar la devoción a Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila y difundir su mensaje.

Una decisión que ha puesto en el mapa a la localidad extremeña de La Codosera y la historia de la Virgen de los Dolores. Mateo Blanco espera que Chandavila siga siendo lo que es, un lugar de oración donde la gente se encuentre con Dios y su Santísima Madre”.

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