Historia de la devoción a Nuestra Señora de la Altagracia
Existen varias versiones de la historia de la imagen. El documental, que se proyecta en el museo de la Basílica, relata la sencilla historia de la devoción a Nuestra Señora de la Altagracia, que se remonta a principios del siglo XVI, en que un comerciante de Higüey iba a realizar un viaje a Santo Domingo, para vender sus productos. Pregunta a sus hijas qué regalo esperan cuando regrese. La hija mayor pide vestidos y prendas propias de la vanidad de una adolescente, y la menor, de escasos 14 años, pide una imagen de la Virgen de la Altagracia como la que había visto en sueños.
Ya en Santo Domingo, el comerciante hizo las gestiones por conseguir la imagen, pero nadie la conocía. De regreso, en una posada comentó apesadumbrado su problema de no poder satisfacer la petición de su hija menor. Y un hombre le tranquiliza al decir que su hija tiene razón y le muestra y entrega la imagen. La hija menor estaba feliz al ver la imagen, que no conocía sino en sueños. La comenzaron a venerar en casa adornándola con flores y velas, pero la imagen desaparecía y la encontraban cada mañana en la copa de un naranjo.
No había duda de la intención de la Señora. Se pusieron a construir una capilla donde era venerada por los pobladores. Tiempo más tarde el arzobispo de Santo Domingo dispuso trasladarla a la ciudad, pero cuando llegó a la ciudad, el cofre en que la trasladaron estaba vacío. Y la imagen nuevamente estaba en su capilla.
Son muchos los favores atribuidos a Nuestra Señora de la Altagracia, que se recogen en diversas salas del museo de la Basílica y el agradecimiento queda manifiesto en pinturas, ex votos, regalos, etc.
Descripción de la imagen.
Son diversas las representaciones de la Santísima Virgen: en actitud orante, encinta, con su Hijo en brazos o en la falda… En el caso de Nuestra Señora de la Altagracia la vemos adorando a su Hijo en el pesebre y, paradójicamente, coronada porque es la Madre del Rey. Además de las doce estrellas, como la mujer descrita en el Apocalipsis, se ve la estrella de Belén, que anunció a los Magos el nacimiento del Rey de los judíos. El Niño está en las pajas, pero se ven unas columnas y parte de una bóveda como para indicar el templo, porque ese Niño desnudo es Dios.
Y en segundo plano, pero no menos importante, aparece San José en actitud vigilante. El lienzo es de escaso medio metro de altura y, curiosamente, los colores de la indumentaria de la Virgen son los de la bandera de la República Dominicana: azul, blanco y rojo.
Crónica de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Altagracia
El pueblo dominicano venera a Nuestra Señora de la Altagracia no sólo a nivel personal, sino que también en momentos críticos de su historia ha acudido a Ella. Tal fue el caso que llevó al arzobispo Nouel, de Santo Domingo, a solicitar al Papa Benedicto XV la coronación de la Santísima Virgen para resolver la situación de la ocupación americana del territorio dominicano. El pontífice accedió, pero falleció, y su sucesor, el Papa Pío XI, fue quien la realizó por medio de su delegado, Mons. Sebastián Leyte de Vasoncellos, el 15 de agosto de 1922.
Para esta ocasión el arzobispo de Santo Domingo, Mons. Nouel, pidió a los fieles prepararse espiritualmente. Durante los días 14, 15, 16 y 17 de agosto los fieles debían confesarse para ganar la indulgencia concedida por el papa Pío XI. Se pedía que al momento de la coronación repicaran las campanas de todos los templos y los fieles ofrecieran una mortificación o realizaran un acto de caridad y recitaran la oración compuesta para la ocasión: ¡Virgen Santísima, Madre Nuestra de la Altagracia! Ampara y defiende al católico pueblo Dominicano, que hoy te corona y proclama su Reina y Soberana. Y el rezo de un Ave María. Se pedía también rezar por la salud y el pontificado del Papa Pío XI.
Se sugería a todas las Congregaciones y asociaciones religiosas santificar ese día socorriendo a los pobres con limosna, comida, ropa y medicinas. También a los reclusos y a los hospitalizados. Y se redactó una carta de agradecimiento al Papa firmada por todo el clero dominicano.
Las comuniones y actos de piedad de los días 15, 16 y 17 de agosto se ofrecerían, por mediación de la Santísima Virgen de la Altagracia, pidiendo por la justicia, la paz, y la tranquilidad del pueblo dominicano ante la situación por la intervención de la nación norteamericana.
El traslado de la imagen desde el santuario se hizo en forma solemne y en medio de gran regocijo por parte de los fieles. Cincuenta y un días permaneció la venerada imagen en Santo Domingo, expuesta en la Catedral Primada.
El Delegado papal coronó a Nuestra Señora de la Altagracia en el parque Independencia ante un enjambre de gente llegada desde todos los rincones del país. Fue llevada en procesión solemne desde la Catedral hasta el lugar de la coronación y, al terminar la ceremonia, nuevamente en procesión solemne volvió a la Catedral. El ejército americano observaba con discreción todos los desplazamientos de la devota masa de gente.
Al día siguiente desde las 4 de la mañana comenzaron los repiques de campana, las salvas de 21 cañonazos y la celebración de las Misas. Ese día República Dominicana celebra la Restauración de la Independencia y también se cantó el “Te Deum“. El día 17 fue similar y se dedicó un templo a la Señora de la Altagracia.
También se colocó la primera piedra de un monumento conmemorativo a 66 kilómetros en la carretera de Santo Domingo a Santiago. Actualmente está en territorio de la diócesis de Baní, colindando con las diócesis de Santo Domingo y La Vega.
Un acto muy significativo fue la petición del Capitán Louis Cukella, del ejército americano y condecorado en la primera guerra mundial, para que el delegado papal le impusiera la medalla de la Virgen de la Altagracia.
Mons. Nouel solicitó a la autoridad americana el indulto de 80 prisioneros, y el alto mando americano accedió como un modo de unirse a los festejos de la coronación.
El arzobispo de Santo Domingo dispuso que se levantara un acta con todos los actos de la coronación y se colocara en el reverso de la imagen una placa de plata certificando la canónica coronación.
El día 18 los frailes capuchinos fueron encargados de devolver a su casa a la venerada imagen.
Preparación a la celebración del Centenario de la Canónica Coronación.
La Conferencia del Episcopado Dominicano dispuso un Año Jubilar Altagraciano para la celebración del Centenario de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Altagracia. No son extrañas las peregrinaciones parroquiales o de diversos grupos religiosos al santuario de Higüey, pero para esta ocasión también se organizaron por diócesis.
Durante la pandemia se había suspendido la tradicional reunión del clero de todo el país y en este año se reanudó precisamente en la Basílica de Nuestra Señora de la Altagracia. Se hicieron copias de la imagen para que peregrinara en cada diócesis durante el año. También se tuvieron actos culturales y exposiciones de la imagen.
Celebración del Centenario de la Coronación Canónica
Todos los años, para la solemnidad de la Altagracia se tiene el tradicional obsequio de toros por parte de los ganaderos de la región, y se trasladan hasta la Basílica. También se llevó a cabo para la celebración del Centenario. En la Basílica se celebró un concierto y una Misa solemne para despedir a la Virgen, que fue trasladada a la capital acompañada de una caravana de vehículos. El domingo 14 llegó al monumento de Fray Antonio de Montesinos ya en la noche y, desde allí fue llevada en procesión solemne por las autoridades eclesiásticas y numeroso pueblo a la Catedral Primada. Durante toda la noche se tuvo una vigilia alternando los cantos y la predicación, mientras el numeroso pueblo fue pasando, por la nave central, a venerar la imagen.
También hubo sacerdotes atendiendo confesiones. A las 6 de la mañana del día 15 dio comienzo el Rosario de la Aurora. Partió la procesión solemne desde la Catedral Primada, haciendo una escala delante del Santuario de la Altagracia, hacia la Puerta del Conde, en donde se llevó a cabo la Coronación hace cien años.
El enviado especial del Papa Francisco, Mons. Edgar Peña Parra, hizo entrega de una rosa de oro -regalo del Papa a la Santísima Virgen- al Presidente de la República acompañado de la Vicepresidente, la Primera Dama, el presidente del Senado y el de la Cámara de Diputados, la Alcaldesa de la Ciudad de Santo Domingo y otras autoridades civiles y militares. Fue un acto con intervenciones breves del Presidente de la República, del Presidente de la Comisión Nacional del Centenario y del Arzobispo de Santo Domingo. Desde allí fue llevada la carroza hasta el Estadio Olímpico Félix Sánchez, en donde la esperaba el numeroso pueblo llegado desde toda la geografía dominicana.
En el Estadio Olímpico, Mons. Edgar Peña Parra presidió la Solemne Concelebración Eucarística acompañado del Episcopado Dominicano, otros Obispos llegados de otros países y de numeroso clero de todo el país. En su homilía Mons. Edgar Peña Parra dijo, entre otras cosas: “el cuadro de la Virgen de la Altagracia nos enseña a priorizar el valor de la vida y la dignidad de las personas; es también una defensa del valor de la familia como institución y de los lazos familiares que han sido y son duramente probados, denigrados y marginados, pero que al mismo tiempo, continúan siendo el punto de referencia más firme para la estabilidad de toda la comunidad humana y social”.
También se dirigió a los jóvenes: “No se dejen seducir por el hedonismo, las ideologías, la evasión, la droga, la violencia y las mil razones que aparentan justificarlas. Prepárense para ser los hombres y las mujeres del futuro, responsables y activos en las estructuras sociales, económicas, culturales, políticas y eclesiales de su país”.
Por su parte, Mons. Freddy Bretón Martínez, arzobispo de Santiago de los Caballeros y presidente de la conferencia del episcopado dominicano, agradeció a la comisión nacional organizadora. Recibió la rosa de oro, regalo del Papa a la Santísima Virgen y, en nombre de los obispos obsequió una imagen de Nuestra Señora de la Altagracia en alto relieve al Papa. Terminados todos los actos, volvió la venerada imagen a su Basílica.
Está de más decir que los aplausos a la imagen de Nuestra Señora de la Altagracia fueron fortísimos, tanto en su entrada a la catedral primada como al estadio olímpico.
Las tres coronas de Nuestra Señora de la Altagracia.
El Papa san Juan Pablo II, con ocasión de su segundo viaje a República Dominicana, para la celebración de los 500 años del descubrimiento de América, el 12 de octubre de 1992 coronó a la Virgen de la Altagracia en su Basílica, en Higüey. Y así se habla de las tres coronas de la Virgen de la Altagracia: la del cuadro, la del centenario que se celebró este año y la que realizó san Juan Pablo II, que en este mes de octubre cumple 30 años.
Sólo queda decir que -gracias a Dios por la intercesión de nuestra Protectora- esta actividad ha sido una gran ocasión para encender la devoción del pueblo dominicano, adormilada por el largo período de la pandemia.
Corresponsal de Omnes en República Dominicana