El sacerdote Carter Griffin es el rector del seminario San Juan Pablo II en Washington. Durante su estancia en la universidad de Princeton se convirtió al catolicismo y, tras ejercer como oficial naval, entró en el seminario.
Desde hace años habla sobre temas de antropología y teología, consciente de que actualmente “hay mucha confusión”, algo que por supuesto alcanza también al celibato. Con el fin de aportar luz y profundidad teológica en este aspecto, escribió su libro «¿Por qué el celibato? Reclamando la paternidad del sacerdote».
En esta entrevista desarrolla algunos de los puntos más importantes para comprender la paternidad espiritual, el sentido del celibato y su valor dentro y fuera de la Iglesia católica.
¿Qué es exactamente la paternidad sobrenatural, de la que usted habla con frecuencia?
La paternidad sobrenatural es un modo de dar la vida en el orden de la gracia, lo que significa que tomas parte en el cuidado de las almas. Implica sanar, proteger, alimentar… Todos los aspectos que se encuentran en la maternidad y paternidad naturales, pueden encontrarse en la paternidad espiritual.
Puede que a algunas personas les sorprenda encontrar vinculada la idea de sacerdocio y paternidad, ¿cómo se relacionan estos conceptos?
Probablemente sea una cosa del idioma, porque en inglés tenemos la costumbre de llamar “padre” al sacerdote. Por eso, incluso si las personas no han pensado realmente la razón por la que lo hacen, sí hay cierta idea de que el sacerdote es padre. Supongo que supone más un choque para aquellos que no estén habituados, pero la realidad es que en los países angloparlantes esta costumbre no tiene ni doscientos años.
La paternidad y la maternidad consisten en dar la vida a otros y, normalmente, hacemos esto de modo biológico y natural. Con todo, las personas tenemos un alma inmortal que se genera y requiere un acto de Dios. Así, al igual que un padre y una madre se unen para generar a un tercero a través de la acción de Dios, también nosotros generamos vida en el orden de la gracia. El celibato del sacerdote le permite llevar una vida completamente dedicada a ese nivel de paternidad.
Los seres humanos estamos hechos para el amor, un amor que debe ser fructífero. Todo ser humano está llamado a un amor fructífero, incluso las personas que no están casadas. Y el modo que tiene un sacerdote de vivir esto es a través de esa paternidad espiritual.
Hoy el celibato está considerado como algo radical, al igual que en la época de Jesús, en la que era extraño que un maestro no estuviera casado. ¿Cree que quienes piensan que el celibato no es natural tienen una parte de razón?
No es “antinatural” en un sentido negativo, porque no daña nuestra naturaleza, pero sí que es sobrenatural. Es algo que normalmente no somos capaces de vivir sin la ayuda de la gracia.
Dicho esto, también quiero clarificar la idea un poco porque siempre ha habido gente en la historia que no se ha casado, aunque no eran necesariamente célibes por el Reino de los Cielos, puede que estuvieran cuidando de la familia o que nunca encontraran cónyuge.
Tendemos a ver el sexo y el matrimonio a través de las lentes de la revolución sexual, que dice que el sexo es una necesidad indispensable, lo cual no es verdad. Las personas pueden tener vidas perfectamente buenas, independientemente de que estén casadas o no.
Por tanto, por un lado es una vocación sobrenatural que se vive en el orden de la gracia. Por otro lado, creo que le damos demasiada importancia al papel del sexo en el mundo actual, tanta que nos olvidamos de que se pueden tener una vida satisfactoria y buena sin que haya sexo en ella.
¿Tiene hoy el celibato el mismo valor que tenía en los inicios de la Iglesia?
El mismo o más. En los inicios de la Iglesia muchos veían el celibato como una continuación de la entrega total de uno, paradigmática en el martirio. Cuando el cristianismo se legalizó, comenzaron a organizarse las comunidades de hombres y mujeres que hoy conocemos como vida religiosa o consagrada. Hay mucha historia, en este sentido.
Pero pienso que algo que nos conecta con los inicios de la Iglesia culturalmente es el malentendido que hay en lo referente a la persona. Hay mucha confusión antropológica hoy, relacionada con lo que es ser hombre o mujer, el sexo, el matrimonio… Hay mucha confusión acerca de lo que es una sexualidad sana e integrada, al igual que la hubo hace siglos. Y pienso que el celibato, cuando se vive de la manera adecuada, ayuda a destronar la idolatría del sexo.
Pienso que las personas célibes son “amenazadoras” para nuestra cultura no porque a la gente le interese realmente si me caso o no, sino porque si es verdad que se puede tener una vida plena sin sexo, entonces se cae uno de los elementos esenciales del modo de ver el sexo en la actualidad.
Aparte de todas las razones relacionadas con la paternidad espiritual, incluso en un plano meramente sociológico el celibato enseña algo indispensable para nosotros. Nos recuerda que tenemos una dignidad como personas, que no somos animales en busca de la siguiente experiencia sexual, sino que somos hijos e hijas de Dios. El celibato nos ayuda a recuperar esto de una manera especial.
¿Es importante el celibato en la Iglesia católica?
Sí, y la principal razón se entiende desde el nivel sobrenatural del que ya hemos hablado. El celibato está ordenado al bien de los miembros de la Iglesia, se dirige a la edificación del Reino de Dios.
Como rector del seminario, ¿cómo ayuda a los alumnos a entender e integrar el celibato en sus vidas?
Una parte importante de ello es entender que el celibato no está dirigido a crecer en disciplina o a tener mayor disponibilidad de tiempo, sino que su esencia es la entrega de la vida. La manera en que crecemos en virtudes para el celibato y la paternidad espiritual es muy similar al modo en que se forman los maridos y padres naturales.
Si uno piensa en las virtudes que hacen de un hombre un buen marido y padre, se da cuenta de que son las mismas que las del sacerdote. Cuando ponemos esto en el contexto no solo del mero ascetismo o la disciplina, sino del amor, nos damos cuenta de que gran parte de nuestra formación viene de manera natural.
Sí que diría que hay cierto sentido de disponibilidad en el corazón célibe, pero no se refiere necesariamente al tiempo, es más bien una disponibilidad emocional. Un marido tiene que estar, en primer lugar, disponible para su mujer y sus hijos, y después los demás obtienen lo que queda. Mientras que una persona célibe está disponible para la persona que acuda a él en el momento.
¿Puede explicar la idea principal de su libro «¿Por qué el celibato? Reclamando la paternidad del sacerdote»?
La idea original vino de mi tesis doctoral, que escribí acerca de la paternidad espiritual y el celibato. El tema surgió porque me fui a Roma para hacer el doctorado, pero con una idea original distinta. Quería escribir sobre san Juan de Ávila y su influencia en el Concilio de Trento, pero las únicas dos personas que podían dirigir mi tesis acababan de retirarse, por lo que tuve que buscar un tema nuevo. Hablé con un amigo que había trabajado con el Papa Benedicto XVI y le pregunté si sabía qué le gustaría al Papa que escribiera. De inmediato me contestó: “Sobre la teología del celibato”. Benedicto era consciente de que había una auténtica necesidad de entender y profundizar en este tema.
Después llegó la idea de convertir la tesis en un libro. Creo que hay un entendimiento muy superficial sobre el celibato, por lo que el objetivo era hacer algo que recalcara su plano teológico.
Si pudiera expresar tres ideas breves acerca de lo que es realmente el celibato, ¿cuáles serían?
El celibato es, ante todo, una forma de renunciar al matrimonio y al amor y la sexualidad humanos, en aras de un amor superior.
El celibato es un testimonio de una realidad que está más allá de nosotros mismos y por encima de nosotros mismos. Es un testimonio de que Dios existe y de que tenemos otra vida para la que vivimos.
Y creo que el celibato es algo que nos ayuda, a los que somos célibes, a entregarnos más completamente. No es sólo para las personas a las que servimos, sino también para nosotros, para expandir nuestros corazones.