Tanto en la fiesta de hoy como en san Pedro y san Pablo, el 29 de junio, destacan la primacía de Pedro en el grupo de los apóstoles, como puede leerse en el Evangelio de san Mateo (“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará”), y ‘su transmisión’ en el obispo de Roma. Antes, Pedro había confesado la divinidad de Jesús: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Puede decirse que la primera “sede” de la Iglesia fue el Cenáculo, donde Jesús reunió a sus discípulos para la Última Cena y donde recibieron, con la Virgen María, el don del Espíritu Santo. Más tarde, Pedro se trasladó a Antioquía, evangelizada por Bernabé y Pablo, donde los discípulos de Jesús fueron llamados por primera vez “cristianos”.
Roma, sede del Sucesor de Pedro
Luego san Pedro se dirigió a Roma, centro del Imperio, donde concluyó con el martirio su vida al servicio del Evangelio. Por eso, la sede de Roma, que había recibido el mayor honor, fue reconocida como la del sucesor de Pedro, y la “cátedra” de su obispo representó la del Apóstol encargado por Cristo de apacentar a todo su rebaño.
La “cátedra”, literalmente, es la sede fija del obispo, puesta en la iglesia madre de una diócesis, que por eso se llama «catedral», y es el símbolo de la autoridad del obispo y de la enseñanza evangélica que, como sucesor de los Apóstoles, está llamado a conservar y transmitir a la comunidad cristiana.
Desde finales de octubre de 2024, a petición del Papa Francisco, la reliquia de la cátedra de san Pedro (trono de madera) ha estado expuesta hasta el 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada, para veneración de los peregrinos. Luego ha vuelto al gran monumento de bronce, el baldaquino de Bernini. Lá cátedra se había expuesto por última vez hace 50 años.