El 14 de junio de 2024 el Papa Francisco se reunió con humoristas del mundo entero. Durante el encuentro, el Pontífice destacó el trabajo de estos profesionales, cuyo “don precioso” nos “permite compartir y es el mejor antídoto contra el egoísmo y el individualismo”.
El Santo Padre no es el único consciente de la importancia de la alegría. A lo largo de la historia, muchos santos han resaltado que el buen humor es una gran virtud, característica del cristiano.
Tanto es así, que santo Tomás Moro escribió una oración para pedirle al Señor que le concediera el hábito de tomarse las cosas a bien: “Concédeme, Señor, una buena digestión, y también algo que digerir. Concédeme la salud del cuerpo, con el buen humor necesario para mantenerla. Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar lo que es bueno y puro, para que no se asuste ante el pecado, sino que encuentre el modo de poner las cosas de nuevo en orden. Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento, las murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no permitas que sufra excesivamente por ese ser tan dominante que se llama: ‘Yo’. Dame, Señor, el sentido del humor. Concédeme la gracia de comprender las bromas, para que conozca en la vida un poco de alegría y pueda comunicársela a los demás”.
Buen humor y evangelización
Una comunicación que, san Josemaría Escrivá sabía bien, es esencial para la evangelización. Por ello, en el punto 661 de “Camino” escribió: “Caras largas…, modales bruscos…, facha ridícula…, aire antipático: ¿Así esperas animar a los demás a seguir a Cristo?”. Tarea difícil, desde luego. Lo mismo opina el Papa Francisco, quien afirma que “un cristiano triste es un triste cristiano”.
Sin embargo, es importante notar que el buen humor no equivale a ingenuidad. Esto es algo que Gilbert Keith Chesterton sabía bien, tal como demuestran sus textos. Los escritos del autor inglés están llenos de sentido común, una fina ironía y un buen humor que arrollan al lector. ¿Defender la fe? Por supuesto, pero sin perder la sonrisa.
Otro gran ejemplo de ello es san Juan Pablo II, a quien le encantaba reír. Joaquín Navarro-Valls, que estuvo muy cerca de él, destacó muchas veces el buen humor del Papa, no a pesar de todo, sino con todo. El Pontífice polaco también destacó en una audiencia general “la capacidad de convertir en una alegre sonrisa, en la medida y modo convenientes, las cosas oídas y vistas”, como predicaba santo Tomás de Aquino.
Buen humor, cosa de santos
El Papa Francisco, en la encíclica “Gaudete et exsultate”, afirma que “el santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado”.
Puede decirse, por tanto, que el buen humor es cosa de santos, una virtud que nos acerca un poco más al Cielo y permite hacer realidad las palabras de san Pablo en su carta a los Filipenses: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos”.