Vocaciones

Almudena, joven supernumeraria: “Intento estar cerca de todos y poner siempre un extra de ‘buen rollo’”

Una joven supernumeraria del Opus Dei, de 26 años, comparte cómo vive su vocación diariamente en medio de su trabajo, su familia y sus amigos.

Maria José Atienza·3 de septiembre de 2024·Tiempo de lectura: 3 minutos

Almudena Alonso tiene 26 años, la misma edad con la que san Josemaría Escrivá fundó el Opus Dei, al que ella pertenece como supernumeraria.

Almudena está casada, es madre de una niña y, en los próximos meses, nacerá su segundo hijo. Esta joven profesional, trabajadora, mujer de este siglo, vive su vocación en su casa, con sus amigos y compañeros con la naturalidad de los jóvenes, intentando ser “sembradora de paz y alegría”, como ella apunta.

¿Como vive una joven madre el carisma del Opus Dei hoy?

–En medio del mundo, ¡ahora más que nunca! Cada día, en la calle, en el trabajo, intento estar cerca de todos y poner siempre un extra de buen rollo. Transmitir ese poquito de luz y alegría que puede cambiar el curso del día. Y en casa, dando muchas gracias por los regalazos que nos ha dado, siempre con las puertas abiertas, ¡que nadie se sienta fuera!

Que puedan contar con nosotros para pasar un buen rato, con una cervecita en la mano, pero también para encontrar consuelo si lo necesitan. Y recomenzando todos los días, sin perder la esperanza, porque, gracias a Dios, no somos perfectos… Al final va de eso, de hacer de cada día algo nuevo, ¡en esas estamos!

¿Qué es lo que más te llama la atención o con lo que más te identificas del carisma del Opus Dei? 

–Me identifico mucho con ese espíritu de “ser sembradores de paz y de alegría”, que no es que sea una tarea fácil, sobre todo teniendo en cuenta que hay que intentarlo todos los días a todas horas, y el trabajo, el cansancio, a veces pesan…. Pero sí, me parece un mensaje que tiene mucho fondo.

Como en cualquier cosecha, hay que esperar a ver los frutos, y con lo de sembrar paz y alegría pasa lo mismo… Igual en tu día a día no ves un gran cambio, pero quizá dentro de un tiempo puedes ver el efecto de la mano de Dios.

Tú, como instrumento, eres su semilla, y Él, como sembrador, te va poniendo aquí y allá, como a Él le da la gana, a veces sin que tú entiendas por qué, para que des paz y alegría allá donde estés. Con el tiempo, ¡ahí estarán los frutos! Puede que no llegues a verlos, pero qué pasada saber que confía en ti para eso. 

¿A qué aplicas la formación que recibes y como te ayuda en tu día a día?

–¡A todo! Las luces que vas recibiendo a través de la formación son tantas que no podría elegir solo una…. Desde el trabajo hasta la gestión del descanso, porque es tan importante hacer las cosas bien como saber cuando parar y darse un respiro para volver a la carga «con la pila puesta» para todos.

La formación me ayuda mucho a gestionar también temas más de familia, los de fondo, que son los que más vértigo dan. Sobre todo, ahora que llevamos la “L” puesta porque, en un añito y medio de casados ya somos 3 miembros en casa y tenemos a otro en camino, y ¡es muy importante asentar bien las bases!

En la amistad, me ayuda a no perder de vista que hay que estar ahí siempre, un WhatsApp, una llamada… no sabría elegir solo una cosa. ¡Aplico la formación a todo! 

¿Cómo explicas tu vida cristiana a personas de tu entorno que no la comparten?¿qué es lo que te hace más feliz?

–Yo les cuento que tengo 26 años, que estoy casada y que estoy embarazada del segundo y ¡me miran como una loca! (Risas) Pero a mi me encanta eso, porque es lo que soy: ¡Una loca! Ellos, cuando lo escuchan y me conocen, al darse cuenta de que esto es lo que realmente me llena y me hace feliz, lo entienden y lo respetan muchísimo.

No es que vaya por ahí contando a los cuatro vientos cómo vivo mi vida porque, la verdad, no soy ejemplo de nada. Pero si te conocen, al final, preguntan…, ¡y no te queda otra que dar la cara! (risas).

La verdad que muchas veces tenemos miedo de mostrar nuestro fondo, pero creo que deberíamos hacerlo más, porque la respuesta de los demás es mucho mejor de lo que esperamos. Hay que tirarse a la piscina. 

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