Entrevistamos a Abigail Marsh, profesora Titular en el Departamento de Psicología y en el Programa interdisciplinar de Neurociencia de la Universidad de Georgetown. También es Doctora en Psicología Social por la Universidad de Harvard en 2004, y realizó una investigación post-doctoral en el National Institute of Mental Health hasta 2008.
Actualmente dirige el Laboratorio de Neurociencia social y afectiva. Le interesan cuestiones tan variadas como las siguientes: ¿Cómo entiende la gente lo que piensan y sienten los demás? ¿Qué hace que decidamos ayudar a otras personas? ¿Qué nos impide hacerles daño? Aborda estas preguntas utilizando múltiples enfoques que incluyen, entre otras técnicas, imágenes cerebrales funcionales y estructurales.
Su investigación ha sido financiada por varios Institutos Nacionales de Salud, la National Science Foundation, y la Fundación John Templeton. Ha recibido algunos premios como el Wyatt Memorial Award concedido por el National Institute of Mental Health y el Cozzarelli Prize a la excelencia científica y originalidad concedido por la National Academy of Sciences.
Además, pertenece a los consejos asesores de la National Kidney Donation Organization y de 1DaySooner, y es confundadora de Psychopathy Is, una organización dedicada a desmentir los mitos asociados a esta enfermedad y dotar a la sociedad de una información certera, que incluya también los síntomas y los primeros indicios.
Ha publicado un libro sobre el miedo y su universalidad, titulado The Fear Factor.
–¿Qué es lo que hace que algunas personas sean más generosas que otras?
Hay muchas razones, que van desde lo cultural a lo circunstancial; de la personalidad a las experiencias vividas; del conocimiento a razones biológicas. Estas causas no son siempre fáciles de separar. La mayoría de la gente es generosa cuando cae en la cuenta de que alguien necesita cierta ayuda que ellos son capaces de prestar, y a la vez perciben a esa persona como merecedora de ese favor. Por eso, la mayoría de la gente ayuda a los amigos cercanos y a la familia, cuando pueden, pero están menos inclinados a hacerlo cuando se trata de personas más lejanas. La gente extremadamente generosa es inusitadamente generosa con cualquiera por dos razones.
A veces es porque son más sensibles que la media a las necesidades de los demás; es decir, que son realmente capaces de darse cuenta de que alguien está en apuros. Tienen una gran capacidad de empatía. Otras veces es porque perciben que todas las personas son dignas de ayuda. Se podría decir que tienen una gran humildad y una perspectiva universal. Los donantes de riñón altruistas que he estudiado parece que tienen ambos rasgos. Entre los factores culturales que estimulan la generosidad se encuentra un nivel alto de bienestar subjetivo. La gente que está prosperando parece que es más generosa.
–¿Ha descubierto alguna relación entre la gratitud y la generosidad?
Sí, están unidas a través de la humildad. La gratitud es un magnífico modo de inculcar un gran sentido de humildad, porque te ayuda a reconocer todos los talentos y la bondad de los demás, que tienen que ver tanto con nuestra propia fortuna. La humildad es el rasgo de la personalidad que hemos encontrado más asociado con la generosidad.
–¿Piensa que la gente es más generosa ahora que en el pasado?
Así lo creo. Esto ocurre en gran parte porque parece que cuando la gente prospera tiende a ser más generosa, y con el tiempo más y más gente se encuentra en niveles altos de bienestar en todo el mundo. Yo también pienso que con respecto al pasado, ahora la gente suele tener un círculo mayor de personas a las que considera merecedoras de su ayuda. Antes la gente solía contar con círculos más estrechos de compasión.
«Ahora la gente suele tener un círculo mayor de personas a las que se considera merecedoras de su ayuda»
Abigail MarshExperta en Psicología Social y Neurociencia afectiva
–¿Existe mucha investigación sobre la generosidad?
Hay probablemente mucha más de la que uno podría reconocer, aunque no se agrupe siempre bajo la palabra “generosidad”. Mucha investigación sobre la generosidad usa términos como pro-socialidad, altruismo, compasión, filantropía, e incluso, cooperación. Todos estos temas apuntan a la misma cuestión del comportamiento que es la posibilidad de ayudar a otros. Haciendo una búsqueda transversal de estos términos, encontré 45.000 artículos con al menos uno de ellos en el título publicados sólo en el espacio de los últimos diez años.
–La generosidad, ¿puede crecer en la edad adulta, o tiende a estancarse?
De hecho, tiende a seguir creciendo a lo largo de la edad adulta. Los adultos de edad mediana tienden a ser más generosos que los adultos jóvenes por una serie de razones. Tienden a tener grados más elevados de humildad y, a menudo, están en una situación en la vida en la que han alcanzado muchos de sus objetivos personales, lo que hace que tiendan a volver la mirada hacia su comunidad. Está claro, igualmente, que la generosidad engendra generosidad. Cuando la gente comprueba la alegría de dar, esto suele estimularle a repetir dicha experiencia.
La mayoría de los donantes altruistas de riñón con los que trabajo, por ejemplo, en el pasado han sido donantes de sangre o de médula. Lo consideran como una experiencia tan gratificante que reduce la barrera de cara a prestar ayuda en el futuro.
–¿Cuál es el perfil de la gente más generosa?
Una característica importante es que son humildes. Tienden a no verse a sí mismos como más importantes que nadie. Esto es diferente de la falsa modestia o la baja autoestima. Significa que no piensan en sí mismos como alguien básicamente especial o más importante que nadie. También son muy sensibles al sufrimiento de otros —cuando los otros están tristes o asustados, son buenos interpretándolo y reaccionando. Pero no reaccionan ante el sufrimiento ajeno con pánico. Se centran en las necesidades de la otra persona más que en sus propios sentimientos.
Esto los hace muy capaces de superar su propio miedo cuando los otros están en una situación de necesidad. ¡Esto no es porque carezcan de miedo! Pienso que es un gran error hablar aquí de héroes y altruistas. Generalmente no lo son. Pero consiguen eficazmente centrarse en las necesidades de los demás y dejar de lado sus miedos cuando surge la necesidad.
–¿Cómo puedo saber si soy generoso?
El mejor modo de descubrirlo es preguntar a la gente que te conoce bien. Dicho esto, ¡mi experiencia es que la gente que se molesta en hacerse esta pregunta tiende a ser generosa! La gente que no es generosa no se preocupa de si lo es o no.
–La generosidad, ¿depende de la posición financiera de la gente?
Ciertamente no. ¡Hay muchas maneras de ser generoso! Ayudar a otros que lo necesitan dándoles orientaciones, monedas sueltas, ánimo, o incluso un elogio. Todas ellas son formas diversas de generosidad. Dar a alguien el propio tiempo es una de las cosas más generosas que puede hacer una persona. En general, sucede que, cuando la gente siente que está mejorando su situación, es más probable que obre generosamente.
Creo que es importante enfatizar esto, porque el estereotipo de que la gente que hace las cosas bien se vuelve mezquina y egoísta, en realidad no es cierto. Sería terrible si lo fuese, porque significaría que tendríamos que elegir entre hacer las cosas bien y hacer el bien a los demás. De todas maneras, éste es sólo uno de los muchos, muchos factores que promueven la generosidad. Gente generosa puede haberla, y a menudo la hay, de todo el espectro financiero.
–¿Tiene un límite la generosidad?
Uno de los asuntos más difíciles cuando hablamos de generosidad aparece cuando nos encontramos ante recursos limitados. Por ejemplo, la mayoría de la gente no tiene tiempo o dinero ilimitado. Esto significa que cada hora o dólar empleado en ayudar a una persona, no puede ser empleado en ayudar a otra. Todos tenemos obligaciones respecto a nuestras propias familias y amigos (¡y respecto a nosotros!) que, necesariamente, limitan los recursos que podemos emplear en aquellos que se hallan más distantes de nosotros.
–¿Por qué la generosidad hace feliz a la gente?
Hay muchas razones. Una es que estamos configurados para experimentar la alegría vicaria. Cuando transmitimos alegría o alivio a los demás, no podemos sino experimentar la alegría vicariamente. Otra razón es que nos hace sentirnos más conectados con los otros para ayudarles, y hay pocas experiencias más gratificantes que sentirse conectado con otros. Ayudar a otros, además, confiere a mucha gente una sensación de propósito y de sentido que es esencial para experimentar una felicidad profunda y duradera.