Precisamente un 19 de febrero, el de 1974, un año y pico antes de su marcha al cielo, dijo bromista san Josemaría en una tertulia con gente del Opus Dei: a don Álvaro le pasa una cosa muy buena: que no tiene santo, sino beato. De modo que, si no se hace santo él, no sé cómo lo vamos a arreglar…
En efecto, el 19 de febrero se celebran varios santos, y junto a ellos, el beato Álvaro de Córdoba, nacido en Zamora, y perteneciente a la Orden de Predicadores OP, que ha dado grandes santos a la Iglesia. Han pasado los siglos, y el calendario litúrgico sigue sin un santo Álvaro.
¿Qué significa el nombre de Álvaro? “Aquel que protege a todos, que vela sobre todos, que defiende a todos”, comentó Flavio Capucci el 19 de febrero de 1984, basándose en un conocido diccionario etimológico de nombres propios.
El beato Álvaro le respondió que, personalmente, se inclinaba por otra interpretación, basada no en la raíz germánica, sino en otra semítica, “el hijo”. “Pero se puede unir a la que tú dices”, añadió. “Reza para que sea verdad, hijo mío, para que sea un hijo bueno y, al mismo tiempo, un buen Padre, que vela sobre los demás”.
Asi lo cuenta Salvador Bernal en una semblanza personal publicada por Eunsa, escrita después de que don Álvaro falleciera (1994), y antes de que fuera beatificado por la Iglesia en 2014. Es muy probable que el suceso lo haya recogido también Javier Medina en su biografía sobre don Álvaro, pero el que suscribe lo ha leído en la semblanza de Bernal, un abigarrado torrente de testimonios.
Similitudes y diferencias entre los Álvaros
Dos pinceladas sobre los dos beatos Alvaros. Uno fue dominico y teólogo, el cordobés, seis siglos antes, y el otro ingeniero, sacerdote y obispo, hijo fiel del fundador, y su primer sucesor en 1975.
Un ejemplo de fidelidad que siempre permanecerá vivo en el Opus Dei, y que situó el propìo san Josemaría, al indicar que se escribiera sobre el dintel del cuarto de trabajo del vicario general (entonces don Álvaro), en Roma, la inscripción del libro de los Proverbios, «vir fidelis multum laudabitur».
Existen dos similitudes principales entre ambos Álvaros, dicho en tono coloquial. además del sacerdocio, y subrayado el hecho de que el de Córdoba fue religioso dominico, y el madrileño Del Portillo sacerdote secular. Una, que son beatos. Y dos, que se ocuparon de cuestiones de fondo en sus respectivas instituciones y en la Iglesia.
Álvaro de Cordoba
Álvaro de Córdoba fue “fraile dominico del siglo XIV (y XV) que impulsó la reforma religiosa fundando el Convento de Scala Coeli en Córdoba. En este lugar instauró el primer “Via Crucis” localizado que se conoce”, escribe la Orden fundada por santo Domingo de Guzmán en 2016 y 2017, en el apartado correspondiente a las lecturas del 19 de febrero.
En síntesis, puede afirmarse que tras una peregrinación a Tierra Santa e Italia para conocer la reforma realizada por el beato Raimundo de Capua, Álvaro de Córdoba inició la misma labor de reforma en España, concretamente en Cordoba. Posteriormente, recibió del Papa Martín V el nombramiento de Superior mayor de los conventos reformados en nuestro país.
Álvaro Huerga Teruelo OP añade en la Real Academia de la Historia que fue confesor real, y que su modelo de reforma fue el italiano, inspirado por santa Catalina de Siena y por el citado beato Raimundo de Capua. Pero Álvaro de Córdoba le dio vida transponiendo los Santos Lugares de Jerusalén, de forma que en los aledaños del convento se construyeron capillas, que constituyeron “el primer vía crucis” de Europa.
Álvaro del Portillo
Por ser persona del siglo XX, y beatificado en 2014, del beato Álvaro del Portillo, obispo, se dispone de una amplísima documentación. Como se ha señalado, su fiesta litúrgica es el 12 de mayo, fecha en que recibió la Primera Comunión en la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, hoy basílica, en Madrid.
Tras el correspondiente proceso, fue beatificado ante fieles de ochenta países el 27 de septiembre de 2014 en Madrid. Con ese motivo, el Papa Francisco escribió una carta al prelado del Opus Dei, entonces Mons. Javier Echevarría, y biógrafos como Salvador Bernal destacan, entre sus virtudes, su amor a la Iglesia y al Papa, “sea quien sea”.
El beato Álvaro, que trabajó durante años en la Santa Sede, solía repetir expresiones como ésta, con ocasión de los cónclaves que vivió: “Vamos a estar muy unidos al Papa, sea quien sea. No importa que sea polaco o de la Cochinchina, que sea alto o bajo, joven o viejo: es el Padre común de los cristianos”.
El primer Papa que conoció fue Pío XII en 1943, cuando le presentó, ingeniero laico todavía, “nuevos caminos abiertos por Dios para alcanzar la santidad en medio del mundo”, como ha relatado Cesare Cavalleri. Luego vendrían sus audiencias (primero con san Josemaría y luego a solas y con sus vicarios), con Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, que fue a visitarle el mismo día del fallecimiento, 23 de marzo de 1994, ante sus restos mortales en la sede central de la Obra.
San José de Calasanz y san Luis Rey de Francia
Cuenta Bernal, que ha lanzado otra biografía sobre el beato Álvaro, «Y aquí estoy», que la vocación al Opus Dei y las enseñanzas de san Josemaría habían reafirmado en don Álvaro el amor a la familia, a todas las familias. Y que se interesaba particularmente, como es natural, por las de los que estábamos más cerca de él.
Un 25 de agosto, el calendario litúrgico universal preveía dos memorias libres. san José de Calasanz y san Luis Rey de Francia. Aquella fecha, en 1977, se eligió en Solavieya (Asturias), donde pasaban unos días de descanso, la memoria del primero, ligado al Fundador del Opus Dei por varios motivos. “No obstante, al salir del oratorio después de la acción de gracias, don Álvaro comentó que, en el memento, se había acordado de mi madre, Luisa, que ese día celebraba su santo en Segovia”.
Apunte informativo final
Para concluir, algo obvio. De Álvaro de Córdoba se han contado menos cosas. No quiere eso decir que fuera menos santo. Simplemente vivió hace 600 años. Tras la Santísima Virgen Maria, viene san José en la Iglesia. Y el Evangelio no recoge ni una palabra suya, que yo sepa.
El arzobispo de la arquidiócesis de León (México), Mons. Alfonso Cortés Contreras, clausuró a finales del verano del año pasado el proceso sobre el estudio de una presunta curación de carácter milagroso atribuida a la intercesión del beato Álvaro del Portillo, y la prelatura informó que las actas del proceso se entregarían en Roma al Dicasterio de las Causas de los Santos para su estudio.
Desde su muerte, hombres y mujeres de todo el mundo han acudido a su intercesión a través de la estampa disponible en más de treinta idiomas. Actualmente se han recogido miles de testimonios de personas que han recibido su ayuda en más de 60 países.