«Es realmente impresionante comprobar el influjo que ha tenido la inmortal obra de Cervantes en la literatura universal. Casi todo el mundo sabe que se trata del libro más importante escrito en español y prácticamente todos los escritores relevantes lo han señalado como imprescindible de leer por cualquiera que quiera gozar de una cultura media.
¿Por qué? Sin entrar en la indiscutible calidad literaria de esta gran novela, podemos decir que se trata de un monumento de la cultura cristiana, cuyos ideales no han pasado ni pueden pasar nunca de moda. También ahora, la obra del manco de Lepanto puede servir de inspiración para afrontar los retos actuales»
Confieso que leí El Quijote por primera y única vez hasta ahora el verano previo a comenzar mis estudios universitarios.
Le había oído decir a mi abuelo que nadie debería entrar en la Universidad sin haber leído la obra cumbre de la literatura española, al parecer el libro más leído después de la Biblia. Se ve que el consejo me afectó y lo leí ese verano, sin llegar a entenderlo del todo. Me gustó, pero tampoco me impresionó demasiado.
Años después me he ido encontrando con personas que se han especializado en el libro y que sacaban consecuencias e ideas que yo no había ni vislumbrado.
Casi nadie deja de introducir una cita del texto cervantino en sus discursos y siglos después de que saliera a la luz sigue editándose y citándose y ahora veo que con razón.
Por una parte, el ingenioso hidalgo de La Mancha y su fiel Sancho representan el alma de España y de los españoles, de todos, aunque a veces parezcan contradictorios e incompatibles.
Esa magnífica conjunción entre idealismo y realismo, de gusto por las aventuras y de aprecio a la comodidad y a los placeres, retratan magistralmente las mejores virtudes y los peores vicios de las gentes de nuestro país.
Por otra parte, los ideales del Quijote son los del cristianismo, pues Alonso de Quijano y también a su modo Sancho Panza son una representación del caballero cristiano.
¿Qué es si no lo que mueve al famoso manchego a dejar la comodidad de su sillón y de sus libros para ir a ayudar a los demás, metiéndose en problemas y jugándose su honra y su vida, sin perder al mismo tiempo su sentido del humor?
Miguel de Unamuno, uno de los autores españoles que mejor ha buceado en las profundidades de la obra de Cervantes, decía que los países que mejor han comprendido el mensaje del ingenioso hidalgo son Inglaterra y Rusia.
Daniel Dafoe, Jonathan Swift, Jane Austen, Lord Byron, Chesterton o Graham Green, entre otros, se han inspirado en las andanzas del caballero de la triste figura para sus mejores obras.
Los grandes autores rusos han quedado con frecuencia fascinados por las andanzas de don Quijote quizá porque es cierto que España y Rusia tienen muchos elementos comunes como su fuerte religiosidad y su apasionada defensa de los ideales. La creación de Cervantes está presente en Pushkin, Gógol, Turguénev, Dostoyevski y otros muchos genios rusos.
Turgenev comparó en una célebre conferencia al reflexivo e irresoluto Hamlet con el irreflexivo y arrojado Don Quijote, encontrando gran nobleza en ambos personajes. Pero es probablemente en Fiódor Dostoyevski donde la influencia del Manchego es más profunda. Habla mucho de él en sus cartas donde se refiere a la obra de Cervantes como una pieza esencial en la literatura universal, de esos libros «que gratifican a la humanidad una vez cada cien años».
Para Dostoyesvski, la novela cervantina es una conclusión sobre la vida. Tanta fue su admiración que la imitó en El idiota, cuyo protagonista, el príncipe Mishkin, es un idealista que recuerda al héroe manchego. Despojado de ridículo heroísmo, se parece en realidad al personaje final de la obra de Cervantes, Alonso Quijano, el bueno, que es principalmente un imitador de Jesucristo.
En América, Jorge Luis Borges tuvo una relación tan compleja con la ficción como la de Miguel de Cervantes, pues leyó la obra desde niño y la glosó en ensayos y poemas, llegando a inspirarse en ella para elaborar el cuento «Pierre Menard, autor del Quijote» incluido en su antología Ficciones.
Ya en España, el gran poeta del exilio español León Felipe se enamoró de la figura del hidalgo manchego y le dedicó numerosos poemas, como el célebre “Vencidos”. De él son los versos: Ponme a la grupa contigo/ Caballero del honor/ Ponme a la grupa contigo/ Y llévame a ser contigo, pastor.
Los románticos alemanes así como grandes filósofos de la talla de Hegel o Schopenhauer han admirado y sacado mucho jugo a la novela de Cervantes.
La lista podría ser interminable. Por ejemplo, el teólogo suizo Hans Urs von Balthasar, en unas memorables páginas de su obra Gloria, ve en la comicidad de Don Quijote la comicidad y el ridículo cristiano: «Acometer a cada paso, modestamente, lo imposible».
En definitiva, queda claro que los ideales que encarna don Alonso de Quijano son inmortales y por tanto pueden seguir inspirando a las generaciones actuales en este momento concreto de la historia.
La honradez, la audacia, la magnanimidad, la generosidad, el desprecio al ridículo, el tomar con sentido del humor las propias limitaciones, son o pueden ser virtudes muy necesarias para seguir tratando de conseguir un mundo más justo y más humano, que falta hace.
Ideales que pueden parecer ingenuos, como lo era sin duda el hidalgo manchego, pero que son precisamente los que hacen la vida más feliz y más fructífera.