Vladímir Serguéyevich Soloviov nació en Moscú en 1853. Su padre fue el célebre historiador Serguéi Soloviov (nacido y muerto en Moscú en 1820-1879), profesor de historia en la Universidad de Moscú, quien publicó diversas obras entre las que figura como su obra maestra la “Historia de los tiempos antiguos” (1851-1880).
Con su obra “Crisis de la filosofía occidental” (Moscú 1874), había iniciado una lucha contra el positivismo, pujante entonces en Europa y que comenzaba a penetrar en Rusia. En 1875 terminó con brillantez sus estudios de Filosofía y se dedicó a la enseñanza en Moscú desde los 22 años hasta 1880 en que se trasladó a San Petersburgo para entregarse a la enseñanza en la Universidad de la ciudad y trabajar en el Instituto Superior para la enseñanza de la mujer.
Por sus ideas ponderadas frente al paneslavismo y por su aprecio a los valores tanto rusos como del mundo occidental fue de hecho sometido al ostracismo en el ámbito académico. Entre 1875 y 1876 viaja a Inglaterra -donde conoce los esfuerzos del cardenal Newman en pro de la unión de la Iglesia anglicana y la católica-, a Francia, Italia y Egipto, donde estudia la filosofía india.
En 1881 muere Dostoievski y Soloviov es uno de los amigos que lleva sobre sus hombros el ataúd del novelista. En ese año es asesinado el zar y 14 días después Soloviov pide el indulto de los asesinos de la pena de muerte a que habían sido condenados. Los eslavófilos consiguen que se le prohíba hablar en público y se le prive de la docencia por haber defendido públicamente la necesidad de abolir la pena capital. Dice sobre la pena de muerte que aplicando dicha pena la sociedad declara que el reo es culpable en el pasado, malvado en el presente e incorregible en el porvenir. Pero la sociedad no puede pronunciarse absolutamente sobre la incorregibilidad del reo en el porvenir.
Soloviov y la armonía
Admirador del pueblo judío, a los treinta años empieza su estudio de la lengua hebrea e inicia años más tarde varias campañas contra el antisemitismo. Para Soloviov ningún pueblo debe vivir en sí, por sí o para sí, pues la vida de cada pueblo es una participación en la vida general de la humanidad. En la división y aislamiento de los núcleos humanos encuentra Soloviov el origen de todos los males. El verdadero bien social es la solidaridad, la justicia y la paz universal.
Hay una triple violación de esta armonía: cuando una nación atenta contra la existencia o la libertad de otra; cuando una clase social oprime a otra; y cuando el individuo va contra el Estado o éste oprime a aquél. La fórmula verdadera de la justicia es ésta: cada ser particular, individuo o nación, ha de tener siempre para sí un lugar en el organismo universal de la humanidad.
A partir de entonces vive retirado estudiando, escribiendo y realizando obras de caridad hasta 1900, año de su muerte. Estudia Historia de la Iglesia y de la Teología, escribe los “Fundamentos espirituales de la vida” (1882-1884) y “La evolución dogmática de la Iglesia en relación con la cuestión de la Unión de las Iglesias” (1886).
Además de filósofo Soloviov fue un gran poeta de acentuado lirismo y, aunque su poesía es profunda, algunas de sus composiciones son populares en Rusia (“Niebla matutina”, “Resurrección”, “Oh amada”). En una de ellas, “Ex Oriente lux”, se dirige a Rusia para preguntarle: “Dime, ¿quieres ser el Oriente de Jerjes o el de Cristo?”.
La filosofía de Vladímir Serguéyevich Soloviov
Dejando aparte su elevada obra poética, entre sus obras filosóficas cabe considerar como las más importantes: “Principios filosóficos del saber unificado” (1877), “Lecciones sobre la humanidad de Dios” (1878-81), “Crítica de los principios abstractos” (tesis doctoral en Filosofía, Moscú 1880), “Historia y porvenir de la teología” (Agram 1887), “Justificación del bien” (San Petersburgo 1897), “La Russie et l´Eglise Universelle” (París 1889 y en ruso San Petersburgo 1912).
Soloviov critica las filosofías abstractas, que se fundan en el pensamiento o ideas a priori, y también al empirismo, que se limita a reconocer el valor para el conocimiento de los fenómenos externos. Afirma que la experiencia que conduce al conocimiento no es solo la externa sino también la interior por la que cabe llegar a lo absoluto y, desde luego, a la conciencia personal.
El objeto del conocimiento puede presentarse: como lo que existe absolutamente (Ente) y se conoce a través de la creencia en su existencia absoluta; como esencia o idea (Esencia) y se conoce a través de la contemplación especulativa o imaginación de tal esencia o idea; como fenómeno (Acto) y se conoce a través de su encarnación, sensaciones actuales o datos empíricos de nuestra conciencia natural sensible.
Fuera de Cristo, Dios no aparece para nosotros como realidad viva. En Él está fundada la común religión universal, dice Soloviov. Me atrevo a preguntar por mi cuenta: ¿Las demás religiones, las no cristianas, en lo que tienen de actual y verdadero, no han adoptado de Cristo -sin saberlo conscientemente- lo que las mantiene para sus seguidores como creencias que siguen suscitando consuelo, esperanza y sentido a sus vidas? Como ejemplos de tal pregunta, ¿no alimentó Cristo a Gandhi y a Tolstoi? ¿Cristo, en la madre Teresa de Calcuta, no se sigue revelando hoy a los hombres de las distintas creencias incluidas las agnósticas que se limitan a decir que no conocen?
El pudor y la ley moral
Soloviov en moral quiere comprender al hombre en su trágica situación de escoger libremente entre la fealdad del mal y la belleza del bien. Ve en el sentimiento de pudor, en su más auténtico significado, cómo se manifiesta experimentalmente lo moral en el hombre. Tal sentimiento de pudor distingue al hombre de toda la naturaleza física, no sólo de la exterior a él sino también de la propia, cuando se avergüenza de sus concupiscencias. Resume su pensamiento así: “He oído la voz divina y he tenido miedo de aparecer desnudo en mi naturaleza animal. Me avergüenzo de mi naturaleza concupiscente, luego subsisto y existo como hombre”. En el sentimiento de pudor se refleja la ley moral en una de sus manifestaciones mandándonos subordinar las pasiones al área de la razón mediante la ascesis.
Cristianismo universal
Soloviov ve la única solución de los problemas de Rusia y del mundo en el cristianismo universal y ve, por eso, la urgencia de la unión de los cristianos que es el modo de preparar la unidad del género humano. Sobre Cristo está fundada la Iglesia universal, la religión común de todos los hombres. Pero Cristo-Dios-Hombre lo hemos de buscar no solo en el pasado sino también en el presente, no solo en nuestra limitación personal sino en su revelación social. De ahí su consejo: confórmate interiormente con el vivo Dios-Hombre-Cristo; reconoce su presencia real en la Iglesia universal.
Soloviov pensó que en la unión con la Iglesia católica debería procederse paulatinamente preparando el ambiente y manteniéndose como ortodoxo. Pero previendo su próximo fin o tratando de llevar a la práctica sus creencias, el 18-2-1896 fue recibido en la Iglesia universal por el sacerdote católico ruso Nicolai Alekseevic Tolstoi, en la capilla de los Tolstoi en Moscú dedicada a Ntra. Sra. de Lourdes. Murió en una finca del príncipe Trubetzkoi, en Moscú, en 1900.