Los Obispos de Andalucía y Extremadura hemos vivido en Roma una semana intensa de encuentros en las diversas Congregaciones y organismos de la Curia Romana, que ayudan al Santo Padre en su misión de Pastor universal de la Iglesia.
Para mí ha sido especialmente emotiva la visita a la Congregación para el Clero donde he pasado veinte siete años de mi vida sacerdotal.
Pero lo verdaderamente emotivo para todos y cada uno de los obispos ha sido la visita al Santo Padre que tuvo lugar el viernes día 21 de enero. El Santo Padre se mostró muy cercano y con un deseo sincero de saber cómo trascurre nuestro día a día en la labor pastoral de las diócesis que tenemos encomendadas. Nos fuimos presentando uno a uno y después cada cual preguntó o expuso al Papa sus problemas, interrogantes, expectativas… La reunión duró tres horas y salieron casi todos los temas que hoy están en el tapete de la Iglesia, desde el modo de la trasmisión de la fe en una sociedad muy plural y en muchos ambientes lejos de la fe, de la práctica religiosa o el desafío enorme que hoy representa la emigración y su integración plena en los países de acogida. Este problema de la inmigración es evidente que está muy en el corazón del Papa.
El Santo Padre nos ha insistido en cuatro “cercanías” en nuestro ministerio episcopal: cercanía, en primer lugar, con Dios; cercanía con nuestro hermanos en el episcopado; cercanía con los sacerdotes; cercanía con el Pueblo Santo de Dios, al cual hemos de servir con total dedicación. Como digo, fue un encuentro cordial, sin prisas, cada uno pudo hablar y salimos reconfortados por el sucesor de Pedro y Cabeza del Colegio episcopal.
La convivencia entre nosotros y con los vicarios y sacerdotes que nos acompañaron fue estupenda; se respiraba un clima de fraternidad y amistad pasando por alto los pequeños o no tan pequeños inconvenientes de una agenda repleta de encuentros, traslados y precauciones a causa de la pandemia que estamos sufriendo en todas partes.
Por mi parte también he tenido encuentros con personas queridas después de tanto tiempo como he pasado en Roma.
Doy gracias a Dios por estos días de vista “ad Limina”. Me he acordado todo el tiempo y, sobre todo, ante la tumba de los Apóstoles de rezar por todos los fieles de la Archidiócesis, en especial por los sacerdotes, por los niños y jóvenes, los enfermos y ancianos y por todas las familias que pasan por alguna grave dificultad.