Entramos en el culmen del año cristiano. El triduo pascual nos sumerge en los acontecimientos históricos de los que brota el cristianismo: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret, Jesucristo, el hijo de Dios.
Es la síntesis de la fe, a cuyo anuncio denominamos kerygma y que consiste en una buena noticia: que la muerte ha sido vencida, que hay alguien que nos ha amado tanto que ha sido capaz de dar la vida por nosotros para salvarnos de las garras de la muerte.
¡Que no nos morimos! ¡Que la muerte se ha convertido en un paso hacia la vida!
La noticia es buena ¿verdad? La pena es que no todos se la creen. Piensan que es una fake new, una de esas leyendas que, por repetidas, no se convierten en reales. ¿Qué tendrá que ver la supuesta muerte de uno en Jerusalén con mi vida en este abril de 2021? Es un misterio, pero es así: la fe es un don.
Jesús hablaba en cuentecillos, en parábolas «para que, viendo, no vean, y oyendo no entiendan». Es una forma de dejarnos en libertad, de no obligarnos a creer. Siendo Dios, podría explicarnos su misterio de forma tan evidente que no tuviéramos más remedio que creer, pero lo explica con analogías porque hace falta libertad para amar de verdad y, la fe, es, eminentemente amar a Dios. En este sentido, la vida de Jesús es la gran parábola. Te puedes quedar en la historia y ser un mero espectador de la vida de Jesús, como quien solo va a ver las procesiones de Semana Santa por su espectacularidad y belleza, o dar el paso, creértela y que tu vida cambie en estos días y para siempre.
En una siniestra coincidencia, el pasado jueves 25 de marzo, Día de la Anunciación del Señor y Jornada por la Vida, el BOE publicó la nueva ley que regula la eutanasia y el suicidio asistido en España y que entrará en vigor en unos meses. Es una nueva victoria de la cultura de la muerte, que afirma que hay vidas que no merecen la pena. Si una vida no sirve, se tira; porque, si no hay vida más allá, solo vale lo que es útil acá.
Por eso, la fe en la Resurrección es trascendental, porque nos abre las puertas del cielo, nos da una dignidad infinita como eterna es la vida nueva que se nos regala. Este concepto de que cada persona es infinitamente valiosa es por el que los cristianos han sido siempre punta de lanza en el acompañamiento a los que, según la sociedad, menos importan: los pobres, los enfermos, los ancianos, los huérfanos, los presos, las mujeres prostituidas… Es la cultura de la vida, que proclama que todo ser humano tiene una dignidad irrenunciable.
La aprobación de la ley de la eutanasia fue acogida con cuatro minutos de aplausos de los diputados. Eran conscientes de que aquello era un momento histórico. Y desde luego que lo fue. Creyendo vencer, estaban siendo derrotados por la muerte. Viendo, no ven.
En la vigilia pascual celebraremos la victoria definitiva de la vida. ¿Seremos capaces de celebrarlo de forma que el mundo entero se dé cuenta de ello? En nuestras manos está ser testigos de esto: ¡Que somos vencedores, y no vencidos!
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.