Un deber para la Iglesia de hoy

La Iglesia tiene hoy dos temas fundamentales sobre la mesa: el primero es la necesidad, imperativa, de una formación personal adulta, seria y responsable.

1 de enero de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos
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No existe una conciencia real del peligro de las sectas. Esta afirmación del experto en esta terrible realidad, Luis Santamaría, define, con cruda sinceridad, una situación que pide, a gritos, una renovada apuesta por la formación en todos los niveles para evitar la expansión de los grupos pseudoreligiosos. 

Cada cierto tiempo, es cierto, y con frecuencia debido a noticias escabrosas, la sociedad acaricia una conciencia, coyuntural, de lo que supone entrar en el infierno disfrazado de salvación que son las sectas. 

Nuestra sociedad, no lo podemos negar, grita en silencio pidiendo a Dios y, al mismo tiempo, evita encontrarlo cayendo en las redes de prácticas esotéricas, corrientes espiritualistas y sectas destructivas que han encontrado en la fragilidad actual y la ausencia de fronteras de Internet, un fructífero caldo de cultivo. 

La Iglesia tiene hoy dos temas fundamentales sobre la mesa: el primero es la necesidad, imperativa, de una formación personal adulta, seria y responsable. 

No vale ya con la fe recibida si no es cuidada. “Muchas personas, incluso habiendo crecido en un ámbito cristiano, recurren a técnicas y métodos de meditación y de oración que tienen su origen en tradiciones religiosas ajenas al cristianismo y al rico patrimonio espiritual de la Iglesia. En algunos casos esto va acompañado del abandono efectivo de la fe católica, incluso sin pretenderlo”, recordaban los obispos españoles en la nota doctrinal sobre la oración cristiana Mi alma tiene sed del Dios vivo, publicada en 2019. 

Redescubrir la riqueza insondable de la fe católica, de la liturgia y, especialmente de las diversas formas de oración que han hecho santos a lo largo de siglos y culturas diferentes sigue siendo un reto para cada uno de los católicos. 

Junto a esta vuelta a las raíces de nuestra fe, a esa relación personal con Cristo vivo, la Iglesia ha de volver hoy, como en los primeros siglos, al primer anuncio. Una misión que siembra en tierra extraña y que, especialmente en Occidente, sigue llenando más la boca que las acciones y los proyectos eclesiales. 

Tras un año dedicado a la oración y en los albores de un nuevo jubileo universal, estos dos ejes bien pueden ser las guías para una renovada acción misionera personal y comunitaria. 

También nosotros tendremos que comenzar la conversación con esas samaritanas de la vida que buscan, sin saberlo, la fuente verdadera del agua viva aunque sus pasos estén requemados por los caminos errados de las espiritualidades vacías que hieren el cuerpo y el alma. 

Porque la cura, la verdadera saciedad de la sed del alma, sólo viene de Cristo y a través de Él.

El autorOmnes

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