Recibir un premio es, siempre, un arma de doble filo. Junto al orgullo propio de quien lo recibe se entremezcla, en no pocas ocasiones, la crítica mordaz e incluso la desconfianza del que se ha quedado fuera de la lista. Pero hay excepciones.
Una de ellas la hemos vivido en la reciente entrega de los premios Bravo!, los galardones con los que la Comisión Episcopal par las comunicaciones Sociales de la Conferencia Episcopal Española reconoce, desde hace 54 años, la labor de profesionales y empresas en distintos campos de la comunicación. Este año, el Premio ¡Bravo! de Comunicación institucional recaía en Manuel Garrido, «por su trayectoria intensa dedicada a la comunicación institucional en la Oficina de Información del Opus Dei y, anteriormente, en Torreciudad.»
Manolo ha sido, durante décadas «el Opus» para los periodistas, la imagen que se formaba en la cabeza de decenas de profesionales de la comunicación cuando se hablaba de esta prelatura personal. Más allá de estereotipos, de filias y fobias, de prejuicios y lugares comunes estaba Manolo.
Manolo ha sabido moverse en las aguas turbulentas de una Iglesia nada cómoda para el comunicador, pero sobre todo, Manolo ha sabido hacerse compañero de camino de los profesionales de la comunicación con los que ha tratado, a los que ha servido, incluso cuando su trabajo «no les ha servido para nada».
Manolo ha recibido un Premio Bravo! pocos meses después de que la cornada del toro bravo de la ELA le alcanzara de lleno. Acababa de abandonar los ruedos profesionales para gozar de una jubilación más que merecida y, en cuestión de días, cambió la moto por las muletas. Desde Torreciudad escribía a sus colegas y amigos dándoles la noticia y pidiendo oraciones. Sonriendo. Con la misma sonrisa con la que recogía su premio, en una abarrotada sala en la que periodistas de todas las instituciones de la Iglesia aplaudían a un colega, a un referente, a un amigo.
Son pocos los referentes que unen, casi unánimemente, a los que conforman una profesión como la de la comunicación en esta época y menos aún, dentro de la Iglesia. Son menos aún las amistades sinceras que te depara esta labor. Pero al ver a Manolo con sus muletas recoger el Bravo! fueron muchos los que, en la sala, señalaron a ese hombre y dijeron a quien estaba a su lado «Ése de ahí es mi amigo». Y seguro que, para Manolo, es mejor premio.
Directora de Omnes. Licenciada en Comunicación, con más de 15 años de experiencia en comunicación de la Iglesia. Ha colaborado en medios como COPE o RNE.