Las redes sociales son un reflejo de la condición interior del hombre actual. Hay confusión, pleitos, discusiones y disertaciones que se presentan supuestamente para encontrar la verdad pero que, en el fondo son un intento de imponer los propios criterios a los demás. Hay sentencias que contraponen a los buenos contra los malos, los fieles contra los infieles, los valientes contra los cobardes, los que tienen la verdad contra los que están en el engaño…
En tiempos de polarización de la sociedad existe un remedio eficaz que debemos considerar: menos soberbia y más humildad.
Los clavos torcidos
Hace un tiempo platiqué con un buen amigo que estaba pasando momentos difíciles debido a una difamación. Le escuché con atención y compasión. Me dolió saber lo que estaba enfrentando. Unos días después recibí un “meme” en el que aparecía la imagen de 5 clavos. Uno de ellos estaba completamente recto y los otros 4 estaban chuecos. Aparecía un martillo sobre el clavo recto, la imagen sugería que iba a ser clavado. Una frase en la base de la imagen decía: “siempre se golpea al que es más recto”.
En cuanto lo vi, pensé en mi amigo, a quien considero por mucho una persona recta, íntegra. Se lo reenvié con un mensaje de solidaridad. Fue una forma de decirle que estaba con él.
Sin embargo su respuesta inesperada, me hizo reflexionar profundamente. Él, con sabiduría respondió: “Te agradezco muchísimo. Creo que todos somos clavos torcidos, pero aún así el Señor se sirve de nosotros”.
¡Es verdad! Todos somos clavos torcidos, todos somos luz y sombra, tenemos aciertos y desaciertos, cometemos errores y recapacitamos tarde. No hay ser humano perfecto. Aceptar esta realidad nos llevaría a unas relaciones humanas armoniosas, saludables, edificantes.
Sembrar y cosechar
La soberbia en cambio, nos engaña haciéndonos creer que tenemos el control de todo, que ya lo sabemos todo, nos hace prepotentes y violentos.
Recordé la respuesta que dio san Juan de la Cruz a una religiosa que le había escrito para darle todo su apoyo cuando san Juan fue llevado al calabozo por decisión de sus propios hermanos carmelitas. Ella le decía que haría todo lo necesario para sacarle de ahí. San Juan le respondió: “de mí no se preocupe hermana, que Dios se ocupará… a mis perseguidores bendígalos y ámelos, porque ‘donde no hay amor, siembre amor y cosechará amor’”.
¡Una de las frases luminosas de nuestro santo es entregada al mundo en medio de injusticia y dolor!.
Esta es la forma humilde de enfrentar los desafíos, devolviendo bien por mal. Esto es una locura para los criterios humanos, pero una respuesta sabia cuando sabemos acoger los criterios cristianos.
Salir al encuentro
Es importante dejar de contribuir a la polarización del ambiente, practicando esta virtud fundamental. Es humilde el que no tiene necesidad de imponerse a los demás, el que no tiene necesidad de tener la razón, el que no se auto describe como el bueno, el inteligente, el campeón de la historia, pues sabe que ese lugar le corresponde sólo a Dios.
¡A nosotros no nos corresponde demostrar que somos mejores, sino amar!
Amar es salir al encuentro de los demás, de sus necesidades materiales y espirituales, que nos importe su bienestar integral y que hagamos algo práctico por ellos. Mantenernos en discusiones en las redes nos quita tiempo para mirar a quienes sufren y hacernos solidarios. Incluso si se trata de dogmas de fe. Los compartimos eso sí, los proponemos respetuosamente sin intentar imponerlos. Será nuestra coherencia de vida, el imán que atraerá almas al corazón de Jesús.
Menos pleitos y más acciones en favor de quienes nos necesitan. Inundemos las redes de iniciativas de bendición, difundamos las buenas noticias, lo que nos aliente a perseverar en la construcción de una civilización de amor.
Jesús nos instruyó así: “aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas”(Mt, 11, 29 b).