Sólo trans es trans

El anteproyecto de Ley "para la igualdad" de las personas trans cuenta ya con muchas voces abiertamente en contra también dentro de la propia izquierda, de los grupos feministas y de los colectivos detransactivistas.

12 de diciembre de 2022·Tiempo de lectura: 3 minutos
trans

Foto: Unsplash

Mucho se ha dicho y se podría decir sobre el anteproyecto de la denominada “Ley trans”. La -todavía inexplicablemente- ministra de igualdad se ha lucido ya previamente con la denominada “ley del solo sí es sí”.

El fiasco de esta chapucera norma no parece ayudar a impulsar este nuevo anteproyecto, tramitado con demasiadas prisas, sin debate social, y sin contar con la opinión de la comunidad científica, que ha sido sistemáticamente silenciada. Aquí sólo cuenta la ideología. Pero no solo, también hay negocio, y no poco.

Son muchas ya las voces abiertamente en contra, y que no provienen precisamente de la oposición, sino de la propia izquierda, de los grupos feministas y de los colectivos detransactivistas, que están tomando fuerza en nuestro país, como ya ha ocurrido en Reino Unido.

Por poner solo un ejemplo, Laura Freixas, conocida por su militancia feminista, fue demoledora con los delirios de este anteproyecto en una edición reciente del programa de 8TV El pentàgon. Como es en catalán, les haré un resumen: según Freixas, se pretenden transformar los deseos y sentimientos en realidades, lo que equivale a algo semejante a creer en la magia: voy al Registro civil, digo que soy hombre y automáticamente salgo siéndolo…. Y no sólo eso, sino que, además, el camelo nos lo tenemos que creer todos los demás por imperio de esta ley.

Freixas se pregunta qué interés puede tener alguien en cambiar de sexo sin cambiar nada. No caben más que dos respuestas: el fraude de ley, o hacer negocio; o ambas cosas a la vez. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se pretende competir en torneos de mujeres, para ganarlos; o colarse en penitenciarios de mujeres para agredirlas, como ya ha ocurrido en Reino Unido.

Se trata de una especie de neomachismo disfrazado de progresismo, pues la única víctima sigue siendo la mujer, que es nuevamente invisibilizada y victimizada.

¿Cui prodest? (¿a quién beneficia?)

La otra cara de la moneda es el negocio trans. La detransactivista Sandra Mercado lo denuncia con numerosas evidencias en su libro La estafa del transgenderismo.

Poco o nada se habla del interés económico de las clínicas que ofrecen este tipo de cirugías de transición; y menos todavía del sector de la industria farmacéutica que se enriquece comercializando las hormonas que van a necesitar de por vida quienes se sometan a estos procesos. De ahí el interés en la transición de menores de edad: cuanto antes empiecen, más años les necesitarán.

Pero la denuncia más fuerte de Mercado se refiere a la desinformación que padecen las personas trans. Se les promete que después de la transición se acabará su disforia, lo cual no es cierto.

Únicamente se les ofrecen terapias psicológicas de afirmación, la mutilación de un cuerpo que está sano y tratamientos experimentales con hormonas, sobre cuyos efectos secundarios desfavorables no se sabe casi nada a fecha de hoy.

Lo que Mercado y muchos detransicionistas demandan son tratamientos que incidan en la raíz de la disforia que, según ella misma afirma, no están en el cuerpo, sino en la mente.

Si no se para a tiempo, este anteproyecto promete ser un nuevo estallido en la cara de Montero y sus aliados. Pues sólo pretende fomentar una patética moda trans (porque es patético jugar con la salud de las personas) y beneficiar al negocio trans, acelerando el borrado de las mujeres.

La todavía ministra de Igualdad parece decidida a cargarse su propio ministerio. Desde aquí le pediría que deje ya de jugar a las ingenierías sociales y sea un poco seria con aquellas personas que verdaderamente padecen disforia de género. Ayúdenles a recuperar su equilibrio con algo que no sea venderles mentiras.

El autorMontserrat Gas Aixendri

Catedrática en la Facultad de Derecho de la Universidad Internacional de Cataluña y directora del Instituto de Estudios Superiores de la Familia. Dirige la Cátedra sobre Solidaridad Intergeneracional en la Familia (Cátedra IsFamily Santander) y la Cátedra Childcare and Family Policies de la Fundación Joaquim Molins Figueras. Es además vicedecana en la Facultad de Derecho de UIC Barcelona.

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