Si hay un tema que en todas las latitudes tiene un poder de ruptura y división es hoy día el de los migrantes y refugiados. Separa profundamente, y crea conflictos entre quienes se abren a la aceptación y el desafío integrador, y quienes creen que la única solución es el cierre de puertos y fronteras, el rechazo.
Pero si existe un lugar en el mundo donde este problema se entrelaza con complejas dinámicas geopolíticas, hasta convertirse en el campo de batalla de potencias enfrentadas, ese es Oriente Medio. De modo particular, el caso de los sirios que han vivido fuera de su patria durante años es un grito al que el mundo parece haberse acostumbrado. Alrededor de 6 millones de sirios han sido desplazados en el propio país, mientras que en este momento están registrados como refugiados en ACNUR, la agencia de la ONU para este inmenso colectivo de personas, 5,6 millones de personas. La mayoría están en Turquía, que alberga a 3,6 millones, a los que hay que su- mar alrededor de un millón de refugiados en el Líbano, unos 700.000 en Jordania y 250.000 en Irak, según datos de la citada agencia.
La prensa internacional, que trata de evitar las lecturas partidistas, se asoma periódica-mente sobre el tema con títulos emblemáticos que ayudan a delinear el alcance y el impacto de esta presencia prolongada durante años de huéspedes no deseados.
Descripción de la crisis
En los últimos meses, The Economist ha abordado el drama de con estos titulares: “Los sirios refugiados pueden convertirse en los nuevos palestinos”, “Los sirios refugiados, un peón en el tablero de ajedrez de Siria” o “El largo camino a casa”. Todos los artículos insistieron en que los retornos voluntarios son algo sencillo de hablar, pero complicado de llevar a la práctica debido a una serie de obstáculos que no eluden mencionar.
Incluso el New York Times ha vuelto a ser contundente con el tema de la migración a finales de 2018, y países de la Unión Europea se unieron a su calificativo: “Es un acto de asesinato”, afirmaron para referirse a la gestión de los gobiernos soberanos en los flujos en el Mediterráneo.
La situación de los sirios en el extranjero se discutió también en la cumbre económica y social de los países árabes celebrada en Beirut a mediados de enero de este año. La prensa libanesa y la regional destacaron las diferencias entre los representantes de los países. Contrariamente a lo que esperaba el Líbano, no fue posible adoptar una posición común sólida sobre el regreso de los refugiados sirios a sus hogares, sino que solo se hizo una referencia general a los países árabes para abordar el asunto con responsabilidad, y un llamamiento “a la comunidad internacional para redoblar sus esfuerzos” con el fin de permitir que todos regresen a sus hogares y aldeas.
1,5 millones de sirios en Líbano
El gobierno libanés esperaba algo más. En los medios de comunicación árabes puede leerse a menudo que, según el ejecutivo libanés, hay que ayudar a volver a casa a los 1,5 millones de sirios presentes en el Líbano, un número mayor que el de las estadísticas de ACNUR, que equivale a un tercio de la población libanesa.
El patriarca de los maronitas, cardenal Bechara Boutros Raï, se ha referido a esta cuestión: “Las consecuencias económicas, sociales, culturales y políticas son desastrosas. Fue correcto responder en caso de emergencia, pero esta situación continúa a expensas de los libaneses y del Líbano”, dijo durante una visita oficial a Francia en 2018, llegando a hablar del riesgo de “desequilibrio demográfico” y del “cambio de identidad”, que corroboran en su país con general indiferencia: “A veces nos sentimos un poco extranjeros en nuestro propio país”.
Ya en 2013, año en el que el Papa Francisco invitó a una vigilia de paz mundial para detener una amenaza de Estados Unidos, la situación de los sirios en el Líbano fue calificada por los analistas “bombe àretardement” o bomba retardada, que todavía nadie ha des- activado, por cierto.
A finales de diciembre, el periódico libanés L’Orient-LeJour publicó la noticia del retorno voluntario de unos mil sirios. Había prepara- do el terreno, publicando antecedentes sobre la fatiga de la diplomacia en la gestión del expediente de “repatriación”, con división entre aquellos que sostienen que el régimen actual no tendría la intención de recuperar a los exiliados, y los que alegan evidencias de lo contrario.
¿Mil repatriaciones sobre un millón y medio de sirios en el Líbano son muchas o pocas? Para L’Orient-LeJour fue especialmente importante detallar la lista: 70 refugiados abandonaron Ersal, una localidad de Békaa en la frontera con Siria; 60 dejaron Tiro, 55 eran de Nabatiyé, 27 de Saïda, otros de Trípoli y Abboudiyé, etc., una lista que parecía casi un consuelo para el libanés medio (incluso hoy, el más solidario está agotado).
Pobres, hambrientos, sin hogar…
Al mismo tiempo, se presentó en Beirut el estudio anual realizado por los tres organismos de la ONU (ACNUR, UNICEF y PMA, World Food Programme), sobre la situación de los refugiados sirios en la tierra de los cedros: a pesar de mejoras en algunas áreas debido a la respuesta humanitaria, la situación de los refugiados sigue siendo precaria, y ésta es una afirmación lapidaria.
Los porcentajes presentados fueron desastrosos: el 69 % de las familias de los refugia- dos sirios están por debajo del umbral de la pobreza; y más del 51 % viven con menos de 2,90 dólares al día, el umbral de supervivencia. ¿Cómo se las arreglan? O encuentran comida barata, o no comen y mandan a los niños a trabajar.
El 88 % de los refugiados sirios están endeudados: en 2018 el promedio fue una deuda de 800 dólares, en 2018 de más de 1.000. La tasa de matrimonios precoces está creciendo y si, por un lado, los niños entre 6 y 14 años están aumentando, el 80 % de los jóvenes de 15 a 17 años no van a la escuela.
A esto se suman los problemas asociados con la obtención de certificados de residencia y nacimiento: en 2018, el 79 % de los niños sirios nacidos en el Líbano no estaban registrados. Finalmente, el número de familias que viven en instalaciones no permanentes crece: en 2017 eran el 26 %, en 2018 llegaron al 34 %.
Pobre, endeudado, hambriento, sin hogar y trabajo. Es esta incertidumbre de su destino la que alimenta el funcionamiento de la bomba retardada. Se puede escuchar o no, pero afecta a todos.
¿Por qué no regresan?
Hablamos ahora de una Siria casi completamente pacificada, nuevamente bajo el control del presidente Assad. ¿Y por qué no regresan? Las razones de los refugiados son diferentes: temen, una vez más, las represalias, ser arrestados como desertores; no tienen un lugar para regresar a las aldeas destruidas, ni un trabajo esperándolos. Quien voló sobre el mar o el océano, o subió hacia el norte de Europa, ¿por qué debería dejar la situación de “seguridad” alcanzada para volver a la incertidumbre de Oriente Medio? El presidente Assad ha estado defendiendo durante meses que los sirios, especialmente los empresarios, son bienvenidos si regresan, pero hay quienes le acusan de utilizar la fase de reconstrucción para liquidar cuentas pendientes y favorecer a aquellos que han sido leales a su gobierno. Además, como informó The Economist el verano pasado, el propio Assad comentó: “Siria ha ganado una sociedad más segura y más homogénea”, refiriéndose a la nueva composición de la población.
¿Cómo se presenta este año?
Para ACNUR, si regresaran 37.000 sirios en 2018, en 2019 podrían llegar a ser 250.000. Una predicción que será válida si los principales obstáculos dejan de existir: la obtención de documentos y certificados de propiedad de tierras y casas, la historia de la amnistía anunciada para aquellos que han abandonado el servicio militar, pero también la seguridad de áreas rurales minadas, y el reconocimiento del millón de pequeños sirios nacidos en el extranjero.
Mientras tanto, la agencia de la ONU ha pedido a los donantes 5.500 millones de apoyo a los países vecinos para proporcionar atención médica, alimentos, educación y apoyo psicosocial a los refugiados, ayuda a la reconstrucción de casas, puentes, carreteras, fábricas y centrales eléctricas a la sombra de la gran ambición rusa y china, dos potencias interesa- das en hacerse con este mercado prometedor. Tampoco la UE quiere quedarse fuera de la partida humanitaria y de la reconstrucción, en vista de su posicionamiento geopolítico.
Al tratar de calcular el valor de la reconstrucción material, estamos hablando de unos 300.000 millones de dólares, que escapa al costo exorbitante de la reconstrucción de un tejido social desgastado por 8 años de guerra. Cada enlace, cada red, cada relación entre las diferentes comunidades que mantuvieron el extraño equilibrio de la sociedad siria ha fracasado.
El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, estuvo el vera- no pasado en Duma, la ciudad principal de Guta del Este, a 10 kilómetros de la capital, Damasco. Durante años de batalla, el área fue completamente devastada, culminando en una intensa batalla cuando el gobierno retomó el control de la ciudad.
Miles de familias tuvieron que huir de la ciudad; actualmente, 125.000 personas vi- ven en la zona, en comparación con una población que rondaba los 300.000 antes de la crisis. A pesar de los edificios derrumbados y las pilas de escombros, algunos de los desplazados regresan a reconstruir sus hogares y vidas. No obstante, en vista de que muy pocas viviendas se mantuvieron en pie, y con escasos servicios básicos, Grandi advirtió que las necesidades de ayuda humanitaria en la población seguían siendo inmensas.
“En medio de las ruinas, hay niños que necesitan ira la escuela, que necesitan ser alimentados, que necesitan vestirse”, agregó. “Lo que debemos hacer es ayudar a la gente, más allá de la política; como todos sabemos, la situación política en este conflicto es ya bastante compleja. Por el momento, las necesidades básicas son las que deben ser atendidas urgentemente”.
Una actuación capilar y paciente
Por otra parte, quien está fuera de su hogar y ha criado hijos que nunca han visto su país, ¿puede confiar en que su vecino ya no se volverá contra él? Incluso aquellos que se quedaron en su patria, y pasaron años despiertos mientras dormían, o sufrieron cada día con el rugido de los morteros, aquellos que perdieron amigos, hermanos, padres en la guerra, quienes han quedado marcados en el cuerpo por heridas profundas, todos ellos ¿podrán comenzar de nuevo?
Una herida dolorosa atraviesa estas tierras y ninguna inversión multimillonaria externa puede suturarla porque es demasiado pro- funda. Solo un nuevo trabajo a partir de lo más básico, una paciente actuación capilar a partir de la escuela, desde la educación de los más pequeños, puede ofrecer alguna posibilidad. Pero en un plazo largo, muy largo.
Licenciada en Letras Clásicas y doctora en Sociología de la Comunicación. Directora de Comunicación de la Fundación AVSI, con sede en Milán, dedicada a la cooperación al desarrollo y la ayuda humanitaria en todo el mundo. Ha recibido varios premios por su actividad periodística.