Estamos viviendo un tiempo de esperanza que nos abre a la profunda renovación de la Iglesia, desde la fidelidad a Cristo y la coherencia como discípulos suyos, atentos a los retos de nuestro tiempo. Debemos recordar que por Sínodo entendemos el “camino que hacemos juntos”, como cristianos, como Pueblo de Dios, guiados por el Espíritu Santo.
No se trata de un proceso meramente burocrático que busca cambios periféricos o un mero reparto de funciones. Es mucho más. Se refiere a lo que la Iglesia es en sí misma, a la imprescindible comunión con Cristo y con todos los bautizados y, desde ahí, se orienta a la evangelización, a ser testigos creíbles del Evangelio en el mundo de hoy.
La sinodalidad es un proceso eclesial de escucha y discernimiento de todo el Pueblo de Dios: se fundamenta en el depósito de la fe, que no cambia; se realiza en la escucha a los hermanos y hermanas y de todos al Espíritu Santo; se concreta en decisiones que se van tomando a distintos niveles. Este proceso, que el Papa Francisco puso en marcha en 2021, se ha iniciado siempre desde abajo: grupos-parroquias-diócesis-Conferencia Episcopal.
Con todo lo recibido se redactó el Documento para la Etapa Continental. Después vino la fase de diálogo en las siete Asambleas Continentales (África, Asia, Canadá y Estados Unidos, Europa, Latinoamérica, Oceanía, Oriente Medio) para hacer presente la riqueza de la variedad en las diferentes culturas. Con lo enviado por cada continente, se redactó el Instrumentum laboris o documento de trabajo para la Asamblea del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar en dos sesiones: octubre de 2023 y octubre de 2024. Y el camino continúa, siempre en la escucha y el discernimiento de la voluntad del Señor para vivir y responder como cristianos en este momento de la historia.
Aunque a nosotros nos corresponde sembrar con humildad, constancia y alegría, encontramos ya algunos resultados, que el Espíritu nos regala. Algunos de ellos son: el avance hacia una Iglesia abierta e inclusiva, dinámica y misericordiosa, que sabe a hogar y a familia; el redescubrimiento de la dimensión orante; el refuerzo de la referencia bautismal de la fe; una mayor consciencia de la corresponsabilidad de todos los cristianos en la Iglesia, según las diferentes vocaciones; el reto de vivir la comunión y, desde ella, asumir la integración de la diversidad entendida como riqueza; una mayor claridad entre lo esencial y lo accesorio; la necesidad de asumir el reto de la evangelización, con la palabra y el testimonio, como urgencia que nos implica a todos.
Ahora iniciamos la Asamblea del Sínodo de los Obispos, que es un momento más del proceso sinodal en curso. Se celebra del 4 al 29 de octubre en el Vaticano y reúne a casi 500 personas, de las cuales unos 362 miembros tienen derecho a voto. Al ser una expresión de la colegialidad episcopal, la gran mayoría somos obispos, pero por primera vez se ha incluido un 25% de no obispos (laicos, diáconos, sacerdotes, vida consagrada) para ayudar al discernimiento, que siempre debe realizarse en el Pueblo de Dios, del que todos formamos parte. Los trabajos se desarrollarán en grupos lingüísticos y en asamblea general. Son jornadas de gran intensidad, vividas en un clima de oración. De ahí la hermosa novedad de tener antes tres días de retiro espiritual (1-3 de octubre) en la localidad de Sacrofano, cercana a Roma, como preparación a los trabajos de la Asamblea.
Al ser un acontecimiento de la Iglesia entera, pedimos a todos que nos acompañen y sostengan con su oración. Para que sepamos discernir lo que el Señor quiere de nosotros, busquemos siempre el bien de la Iglesia, vivamos la comunión, asumamos la riqueza de la pluralidad, crezcamos, en fin, en disponibilidad, confianza y generosidad.
Al mismo tiempo invito a seguir las noticias sobre el desarrollo de la Asamblea del Sínodo a través de fuentes fiables, evitando la información confusa e ideologizada. Y creo también que es una buena oportunidad para reflexionar todos por medio del Instrumentum laboris que, si bien está orientado prioritariamente a los trabajos de la Asamblea del Sínodo de los Obispos, es un excelente material, claro y accesible, que puede servir igualmente para el diálogo en los grupos de las parroquias, movimientos laicales, vida consagrada, etc.
Quiero recordar, finalmente, lo que el Papa Francisco ha indicado claramente: “El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”. Nosotros podemos ser cauce o muro; levantar barreras o ser ayuda y posibilidad; cerrarnos en nuestras seguridades o abrirnos a la novedad del Evangelio. En este momento tan importante que estamos viviendo en la Iglesia, es necesaria la colaboración de todos, la implicación de todos. Debe haber armonía, como unidad en la fe, integrar la polifonía, come variedad de voces y sensibilidades y, finalmente, resolverse en sinfonía, para mostrar todos juntos, como Iglesia, la belleza del Evangelio.
Subsecretario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos.