Sin miedo a una Iglesia que no entiendo

La realidad es que hay muchas cosas de la Iglesia que no entiendo. Pero creo que no pasa nada. Me imagino que los apóstoles tampoco entendían mucho al principio, pero Jesús confió en ellos igualmente.

18 de febrero de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos
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Hay muchas cosas del funcionamiento de la Iglesia que no entiendo. Empezando por el latín o lo que ocurre en los cónclaves. Por no entender, no entiendo ni la burocracia que te encuentras algunas veces cuando quieres hacer algo como casarte. Hay ocasiones en las que no sabes si estás hablando con tu párroco o con un funcionario del ayuntamiento de Parla.

También hay muchas cosas de contenido que me cuesta entender. O más que entender, saber ajustar mi vida a ellas. Me cuesta eso de poner la otra mejilla. ¿Y qué me dices de perdonar hasta setenta veces siete? O lo de dar el manto y la túnica, cuando a mi marido le quito la manta por la noche, y eso que no llevo ni un año casada.

Empezar a perder el miedo

La realidad es que hay muchas cosas de la Iglesia que no entiendo. Pero creo que no pasa nada. Me imagino que los apóstoles tampoco entendían mucho al principio, pero Jesús confió en ellos igualmente. Confió tanto en ellos que les encomendó la tarea de propagar la misión de una Iglesia que ni ellos terminaban de entender. Pero sabía que a Él le querían con un corazón sincero, y eso, por lo menos al principio, basta.

Sin embargo, en ese inicio está la clave. Los apóstoles no tenían miedo a esa Iglesia que no entendían porque amaban a Jesús, a quien, por cierto, tampoco entendían del todo. Pero aprendieron a ensanchar su corazón y adoptaron Su medida. Optaron por dejar de hacer las cosas como ellos querían y como les encajaba en su mente para aceptar por completo el plan de Jesús.

La Iglesia y nuestros miedos

Hoy hay mucha gente con miedo a la Iglesia. Hay personas que desdibujan el mensaje de Cristo y tratan de convertirlo en algo distinto: en un musical, en un misticismo orientalista que se funde en el todo (y que acaba en la nada), en un activismo sin norte… Y yo, que al principio pensaba que esto lo hacían por ignorancia, he caído en la cuenta de que lo que hay detrás de eso es miedo: miedo a un Cristo que no entienden, a una Iglesia que nos desafía, en el mejor sentido de la palabra.

Hay incluso miedo al compromiso, ese temor del que los católicos acusamos a los otros miembros de la sociedad, como si nosotros no formáramos también parte de ella. Y como nos da miedo el compromiso de verdad, confundimos la iglesia con un club social al que acudimos una vez a la semana.

Y como tenemos miedo nos excusamos en esas cosas que no entendemos para hacernos otra Iglesia a nuestra medida, otro Evangelio “adaptado”. El Juez es misericordioso, pero no deja de ser juez y hay unas cuantas cosas que ha dejado muy claras.

Y como tenemos miedo, decimos que ya no hay Papa. Y pensamos que el Vaticano en realidad es una mafia encubierta. E identificamos a Cristo con un yogui en lugar de confesar que es Dios… Y de tanto desvirtuar lo que hay alrededor, creemos que tapamos el miedo a reconocer que Jesús tiene un mensaje que, si no contamos con un corazón abierto a la gracia, nos supera.

Fijar la mirada

Tal vez me equivoque y, efectivamente, más que miedo hay ignorancia. O incluso una intervención activa de Satanás. La verdad es que no lo sé… No termino de entenderlo. Pero prefiero empezar por la parte clara, la del mensaje bien explicado en el Evangelio por el mismo Cristo. Prefiero empezar confiando en la Iglesia, incluso si algunas veces me cuenta las cosas en latín, pero no pasa nada porque estamos en el siglo XXI y hay traductores automáticos maravillosos.

Me gustaría empezar por la parte en la que, si confías en Cristo, pierdes el miedo a esta Iglesia que no terminas de entender. Pero es Suya, mucho más que del Papa, del párroco-funcionario y que mía. Más allá de conspiraciones y de doctrinas confusas, de miedos proyectados en mensajes distorsionados, confío plenamente en que Jesús eligió bien aquella piedra que no entendía nada pero sobre la que decidió edificar su Iglesia. Centrando la mirada en Cristo, aceptando su mensaje íntegro y la gracia que viene con él, empieza a disminuir ese miedo a una Iglesia que, lo reconozco, muchas veces no entiendo.

El autorPaloma López Campos

Redactora jefe de Omnes

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