En una publicación reciente, la psicóloga Paloma Carrasco reflexionaba sobre la importancia de dejar un margen de error en todo cuanto hacemos, de no pretender tenerlo todo controlado.
El tsunami Ómicron nos ha obligado a vivir sin saber qué va a pasar mañana. Si doy positivo, ¿quién llevará a mis hijas al colegio? Y si la que se contagia es una de ellas, ¿cómo voy a ir a trabajar?, ¿con quién la dejo?, ¿contagiaré a mis compañeros?
La obsesión por la seguridad nos ha hecho agotar los test de antígenos a precios muy por encima de su coste para regocijo de quienes han hecho su agosto con el miedo; pero la realidad es que su efectividad es relativa y ni siquiera las pruebas PCR nos aseguran al cien por cien no estar infectados y no estar infectando a nuestros seres queridos.
Para no obsesionarnos con el control de nuestra vida, Carrasco propone introducir en nuestro lenguaje coletillas del tipo “en teoría”, “en principio”, o “si Dios quiere”. De esta forma, nuestra mente se acostumbra a entender que no es absolutamente seguro eso que tenemos entre manos y se abre al factor sorpresa.
Tengo que reconocer que las mejores cosas de mi vida llegaron por sorpresa, sin planificar, sin que yo interviniera para nada. Nadie me preguntó nunca si yo quería nacer. Me encontré de repente rodeado de una familia que me acogió, me cuidó… y hasta hoy.
Por sorpresa conocí a mi mujer, la que es hoy mi compañera en la vocación matrimonial, y por sorpresa me dijo que sí cuando le pedí salir. Quería estudiar periodismo cuando en mi ciudad no existía esa carrera y mi familia no podía pagarme estudiar fuera; pero justo el curso que me preparaba para selectividad, leí en el periódico que el curso siguiente se abriría la Facultad de Ciencias de la Información. ¡Sorpresa!
Por sorpresa comencé a trabajar en esa gran escuela de periodismo que es el Diario Sur y, por sorpresa, contacté con el maestro José Luis Arranz que me presentó al entonces delegado de Medios de Comunicación de la Diócesis de Málaga que, por sorpresa, me pidió trabajar en la comunicación diocesana ¡Jamás me hubiera visto escribiendo sobre asuntos eclesiales y ya van para 25 años!
Por sorpresa vinieron cada uno de mis siete hijos, cuando ellos quisieron, y cada uno de ellos viene a sorprenderme cada día con su particular personalidad. ¿De dónde han salido estos?
Muchas más han sido las sorpresas que me ha ido regalando el Señor en lo personal, en lo espiritual o en lo profesional a lo largo de mi vida, y una de las que más satisfacciones me está reportando últimamente es la de mi colaboración con Omnes.
Un espacio que vino a mí de repente, sin esperarlo, cuando yo tenía otros planes, y que me ha demostrado que el Dios de las sorpresas, como el Papa Francisco lo llama frecuentemente, siempre nos descoloca para bien, porque su voluntad siempre es lo mejor para nosotros. Aquí me he sentido como en casa, he podido expresarme libremente, contar mis historias y recibir el cariño de muchos lectores.
En este primer año de vida de Omnes, he visto un medio con una clara vocación de universalidad, como su propio nombre indica, donde todo lo que sucede en la Iglesia y en el mundo tiene cabida; un medio convergente en el que el periodismo tradicional en papel y el digital se unen para llegar a todos, para no dejarse a nadie atrás; un medio católico que no se deja encasillar y que, desde su identidad, tiene abiertas las puertas y ventanas a la pluralidad eclesial; un medio en el que, como en tantos otros proyectos evangélicos, los recursos se aprovechan al máximo, rindiendo el ciento por uno; un medio hecho con mucha fe y me consta que con mucho esfuerzo por parte de una redacción entregada; un medio, en definitiva, destinado a ser un referente en el panorama comunicativo eclesial de los próximos años.
Ante la incertidumbre por el futuro de la que nos hablaba la psicóloga, la lengua española tiene una preciosa palabra. Se trata del término “ojalá”, con el que expresamos el deseo de que suceda algo que no está en nuestras manos, y que muchos desconocen que tiene un origen creyente.
El Diccionario de la Real Academia nos explica que su etimología es árabe hispánica “law šá lláh” (Si Dios quiere-Dios lo quiera); lo que significa que, cuando la decimos, estamos encomendándole a Dios su cumplimiento.
Así que, lo dicho, ojalá este primer año de Omnes y este, mi primer año con Omnes, sea solo uno entre muchos, muchos más.
Lo será, si Dios quiere.
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.