«Sentir en mí el poder de su resurrección» (Flp 3, 10)

El poder, la fuerza de la resurrección, es introducirnos para siempre en la vida y gozo de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

20 de abril de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos
resurrección

«Todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10 -11). Esta afirmación de san Pablo en su carta a los Filipenses la escribe el apóstol en un contexto polémico. Quiere poner en guardia, con gran fuerza, a sus destinatarios frente a los judaizantes para establecer que la única salvación viene por la fe en Cristo Jesús. Todo lo considera el apóstol una pérdida en comparación con Cristo Jesús. Él – que podría gloriarse de ser linaje de Israel, ya que pertenece a la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos – todo lo tiene por basura a fin de ganar a Cristo. Este ganar a Cristo lo centra el apóstol en «sentir (en Él) el poder de su resurrección».  

La fe en Cristo tiene como fin conocerle (amarle) y sentir en Él el poder de su resurrección. Sentir en Él el poder de su resurrección es como el fin, la meta; pero no se llega a esta meta si no tengo «comunicación en sus padecimientos, configurándome conforme a su muerte».

La Resurrección como meta

La vida cristiana tiene, como es lógico, su centro y su eje en Cristo, en la identificación con Cristo. La primera predicación cristiana al pueblo judío, contenida en el discurso de san Pedro y trasmitida por los “Hechos de los Apóstoles”, no presenta de inmediato al Verbo eterno, sino al Verbo encarnado, es decir, a Jesús, a quien ellos han conocido, visto y tratado, que ha caminado por sus calles y al cual han entregado a la muerte por medio de Pilato.

San Pedro pone el acento en este Jesús, en este «siervo Jesús» que, sin embargo, ha sido elevado a la diestra de Dios, es decir, igual a Dios, por su muerte y resurrección. Cuando san Pablo afirma perseguir «el sentir en él el poder de su resurrección» nos está indicando cuál es la meta de nuestra identificación con los padecimientos del «siervo Jesús». Esa meta es la vida divina, la participación en la vida y felicidad de Dios. El poder, la fuerza de su resurrección es introducirnos para siempre en la vida y gozo de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por eso, todo lo demás es basura. Jesús es nuestro único Salvador: «No hay salvación en otro alguno. Porque no ha sido dado otro nombre a los hombres bajo el cielo, en el que hayan de salvarse» (Hch, 4, 12). ¡¡Feliz Pascua de resurrección!!

El autorCelso Morga

Arzobispo emérito de la diócesis de Mérida Badajoz

Leer más
Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica