El mejor plan de Semana Santa

Disfrutar junto a la comunidad cristiana de la Semana Santa es ese sitio secreto que no te cuentan las guías turísticas, ese lugar escondido que no sale en las cuentas de las instagramers más famosas.

1 de abril de 2023·Tiempo de lectura: 3 minutos
Semana Santa

(Unsplash / Alberico Bartoccini)

Llega la Semana Santa y, a pesar de la crisis financiera, la inflación y la tensión internacional, el sector hotelero se frota las manos ante el esperado lleno que se augura. Son muchos millones los que viven con pasión la Semana Santa, y otros muchos los que viven “de” la Semana Santa. Estos días en que los cristianos celebramos los misterios centrales de nuestra fe son aprovechados por un sector tan importante como el hostelero para hacer caja y revitalizar así la tan maltrecha economía. 

Hoteles, medios de transporte, restaurantes, terrazas y bares ajustan su oferta a la alta demanda ofreciendo una amplia selección de sus servicios para la que se prevé como la Semana Santa más cara de toda la historia. Ojalá esto se traduzca también en más puestos de trabajo y en mejores condiciones para los empleados y proveedores. 

Son muchas las recomendaciones que estos días publica la prensa y comparten los influencers: lugares de ensueño, ofertas increíbles, chollos espectaculares… También yo tengo mi particular recomendación para esta Semana Santa: se trata del destino más acogedor, que cuenta con el mejor ambiente, con la mejor de las comidas y con el precio más económico que se puede encontrar en el mercado. Y, lo más importante: cada año salgo más satisfecho y con mayor sensación de descanso, alegría y gozo. Se trata, cómo no, de la Iglesia.

Disfrutar junto a la comunidad cristiana de la Semana Santa es ese sitio secreto que no te cuentan las guías turísticas, ese lugar escondido que no sale en las cuentas de las instagramers más famosas.

Mientras la mayoría disfruta de los días de descanso, de la gastronomía, del sol, de las playas o de la oferta cultural que son también nuestras manifestaciones públicas de fe, los cristianos celebramos e invitamos a todos a celebrar con nosotros, unos acontecimientos trascendentales que, bien vividos, nos pueden cambiar la vida. Comenzando por el Domingo de Ramos en el que, tras una manifestación gozosa al grito de “Hosanna, Bendito el que viene en nombre del Señor”, proclamamos de forma solemne la pasión y muerte del Señor. Este día hacemos presente nuestras contradicciones: decimos querer a Dios, pero a la hora de la verdad, no nos interesa su propuesta. 

El Triduo Pascual

Será todavía tiempo de Cuaresma (pues esta no finaliza hasta el Jueves Santo), un tiempo de penitencia que sirve precisamente para eso, para darnos cuenta de nuestra debilidad, de nuestra falta de fe, de nuestra necesidad de ser redimidos para poder así anhelar la salvación que se hará efectiva en los días grandes. Como el aperitivo en esa terraza soleada nos prepara para el mejor almuerzo, el Domingo de Ramos nos pone a tiro el Triduo Pascual. 

El Jueves Santo, primer día del Triduo, llega el mejor de los menús degustación. Ningún estrella Michelín, por muy saludable que sea su carta, ofrece un alimento que dé la vida eterna. Y en este día nos lo preparan en directo, delante de nuestros ojos en la Misa “in coena domini”. 

Pan y vino del cielo que nos llevan a amar y a servir. Pocos pueblos o rincones turísticos pueden presumir de ser tan acogedores como la comunidad cristiana. En este Día del Amor Fraterno nos acordamos de los millones de personas a quienes la Iglesia presta su ayuda: inmigrantes, personas en riesgo de exclusión, mayores, mujeres solas, niños… Y nos sentimos especialmente unidos a nuestros hermanos de comunidad parroquial, de movimiento, de cofradía o hermandad, porque si hay un pueblo donde los visitantes pueden sentirse como en casa ese es el Pueblo Santo de Dios.

Por otra parte, ningún spa ni tumbona en la playa puede proporcionarnos el descanso que nos ofrece el Viernes Santo. Son muchas las cargas que acumulamos en nuestra vida, las cruces que nos han tocado llevar: enfermedades, problemas familiares, pérdidas de seres queridos, incertidumbres económicas… En los oficios del Viernes Santo dejamos nuestra pesada mochila a los pies del Calvario. Saberse acompañado en el sufrimiento por el mismo Dios y por su madre, la Virgen, es un consuelo incomparable. 

Y tras el esperanzado paréntesis del Sábado Santo, la gran Vigilia Pascual, la noche que da sentido a nuestra vida. El gran fin de fiesta donde celebramos que Dios es fiel a sus promesas y nos libra de la esclavitud del faraón, de la muerte que nos acecha. ¿Habrá mayor alegría? Y lo mejor de todo: ¡de forma absolutamente gratis! Dios no pide nada a cambio, no necesita nuestro esfuerzo, ni nuestras buenas obras. Se da por puro amor a cada uno de nosotros. No hay mejor final para una semana de ensueño: sentirse querido hasta lo más profundo de tu ser, hasta lo más oscuro de tu debilidad.

En la casa de Dios

En esta santa semana, Dios nos invita de nuevo a disfrutar en su casa de todos sus dones: del mejor aperitivo, de la mejor de las comidas, de la mejor compañía, del mejor descanso y de la mejor de las fiestas y todo ello sin pagar. Es el “simpa” del que ya nos habló Isaías cuando cantaba: 

«Oíd, sedientos todos, acudid por agua; venid, también los que no tenéis dinero: comprad trigo y comed, venid y comprad, sin dinero y de balde, vino y leche. ¿Por qué gastar dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura?».

Feliz Semana Santa.

El autorAntonio Moreno

Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.

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