¿Santos en el siglo XXI?

La pregunta “¿Es posible que haya santos en este siglo XXI?” es la misma pregunta que Jesús realizó a los apóstoles: “¿Cuando venga el Hijo del hombre, hallará fe sobre la tierra?” (Lc 18, 8). Dicho de un modo más claro: “¿El día del fin del mundo habrá cristianos?”.

17 de febrero de 2025·Tiempo de lectura: 4 minutos
Santos

Montaje que muestra a Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati, quienes serán canonizados en 2025 (OSV News photo / courtesy Sainthood Cause of Carlo Acutis and CNS files)

En estos años intensos que estamos viviendo en la Iglesia católica, en el comienzo del tercer milenio de nuestra historia, el santo Padre nos convoca ahora a todos los cristianos del mundo entero al año jubilar ordinario del 2025 para revivir nuestra esperanza: “Spes non confundit” (Rom 5, 5), que es el lema de este año de gracias abundantes del Cielo.

Por supuesto que la primera y más importante gracia que solicitamos siempre de Dios es la de la santidad, pues como afirmaba san Juan Pablo II en la Carta Apostólica “Novo Milenio ineunte” (Roma, 6.I.2001): “La pastoral de la Iglesia del siglo XXI, será la pastoral de la santidad” (n. 31).

La santidad

No olvidemos, que la santidad es sencillamente “conocer y amar a Jesucristo”, lo cual es verdaderamente un regalo de Dios, don de Dios, pues como afirmaba contundentemente el mismo Jesús: “Nadie viene a mí si el Padre no le atrae” (Jn 6, 41).

Precisamente, la pregunta acerca de si la santidad es posible, podría ser objeto de un estudio detenido. En primer lugar, porque preguntarse por la santidad es volver a recordar que en la vida espiritual el primer paso lo da siempre Dios.

La pregunta acerca de si “¿Es posible que haya santos en este siglo XXI?”. En el fondo se trataría de la misma pregunta que Jesús realizó a los apóstoles: “¿Cuando venga el Hijo del hombre, hallará fe sobre la tierra?” (Lc 18, 8). Dicho de un modo más claro: “¿El día del fin del mundo habrá cristianos?”.

La respuesta es afirmativa, puesto que estamos nosotros aquí y nosotros con el ejemplo de nuestra alegría y felicidad atraeremos a otros muchos hombres y mujeres y así sucesivamente. “Dios es amor” y quien cree en el amor, cree en Dios.

Carlo Acutis y los santos de nuestros tiempos

Hace unos días, como asesor de la Conferencia Episcopal Española tuve que responder a un periodista en un programa de radio. El periodista preguntaba si la Iglesia se había equivocado al canonizar a un niño de quince años llamado Carlo Acutis.¿Qué sentido tendría presentar como modelo e intercesor al pueblo de Dios extendido en el mundo entero a un adolescente? ¿Qué le puede decir un crío a un hombre o una mujer del siglo XX?

La pregunta es interesante pues para muchas personas, pensar en la santidad es pensar en una lucha heroica, denodada, por vivir todas las virtudes en grado superlativo, hacer grandes proezas y en morir de modo muy extraordinario. En ese sentido a un joven de 15 años no le habría dado tiempo material de demostrar nada a nadie.

Verdaderamente, en el próximo mes de abril recibiremos con gozo el don de Dios de la canonización de ese joven italiano, pues es uno de los grandes santos del siglo XXI. Puesto que tiene la característica fundamental de todos los santos de todos los tiempos: una vida de oración de complicidad. Como ha explicado la mamá de Acutis, su hijo mantenía a lo largo del día un trato continuo con Dios. Tenía y tiene, como todos los campeones de la fe una característica esencial de la vida espiritual: hacía oración de complicidad.

Felicidad y santidad

La definición de felicidad es exactamente esa: “la felicidad es la íntima convicción de estar haciendo lo que Dios quiere”. Dios quiere que las piedras den gloria a Dios siendo piedras, que los animales le den gloria pululando y los árboles creciendo y los hombres siendo felices al buscar dar gloria a Dios con su libertad: “no tener otra libertad que la de amar a Dios y a quienes nos rodean”.

Así pues, la oración de complicidad con Dios, la relación de intimidad con Dios lleva inmediatamente a vivir la caridad con todas las personas. Por eso, el mejor documento del Papa Francisco, el más definitivo es sin duda la Encíclica “Fratelli tutti” del 3.X.2020 y en ella el Romano Pontífice plantea la civilización del amor. Si todos los cristianos nos pusiéramos en serio a amar a Dios y a los demás, a vivir el mandato de la caridad, el mundo cambiaría de inmediato y terminarían las guerras, conflictos y la pobreza (n. 282).

Así pues, no sólo habrá cristianos en el siglo XXI, sino que habrá santos en el siglo XXI, como los ha habido siempre en la Iglesia. De hecho, estamos elaborando una historia de la Iglesia basada en la santidad; hemos recogido un grupo de 40 santos que cambiaron el rumbo de la historia. Esperemos en unos años darlo a conocer a todos los hombres para promover santos transformantes, con la gracia de Dios.

Lo común a todos esos santos es que aprendieron a amar a Dios y a los demás, aprendieron el camino de la santidad en sus hogares, fueran o no cristianos, pues todos los hogares cristianos lo son a imitación del hogar de Belén y de Nazaret. La familia cristiana ha sido siempre el lugar de aprendizaje del amor pues las personas maduramos aprendiendo a amar.

Santos de lo ordinario

A su vez, el núcleo del amor en la familia lo forma el amor conyugal que se construye sobre la entrega diaria entre Dios, el marido y la esposa. Indudablemente, todos los cónyuges cristianos saben que si quieren quererse más sólo hay un camino, comenzar por buscar a Dios y tratarle para así pedir ayuda y consejo para buscar detalles con los que seguir amando eternamente a la propia pareja.

La propuesta de santidad de la Iglesia al mundo se podría resumir en el programa de vida que proponía san Josemaría en 1939: “Que busques a Cristo, que encuentres a Cristo, que trates a Cristo y que ames a Cristo” (Camino, n.382). En definitiva, el programa es Jesucristo. Y el encuentro con Jesucristo se aprende en el hogar y en las actividades ordinarias del cristiano.

Como decía san Juan Pablo II en la “Novo Millennio Ineunte: “No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene en cuenta el tiempo y la cultura para un verdadero diálogo y una comunicación eficaz. Este programa de siempre es el nuestro para el tercer milenio” (n. 29).

El autorJosé Carlos Martín de la Hoz

Miembro de la academia de historia eclesiástica. Profesor del máster de Causas de los Santos del Dicasterio, asesor de la Conferencia Episcopal Española y director de la oficina de las causas de los santos del Opus Dei en España.

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