La samaritana que se confesó en el Pozo de Jacob

La samaritana del pozo de Jacob es la hija, la esposa, la madre, la maestra, la catequista, la mujer valiente y asertiva que se dejó sanar para convertirse en portadora de sanación para muchos.

5 de noviembre de 2023·Tiempo de lectura: 3 minutos
Pozo

(Unsplash ( Qang Jaka)

En Juan 4, 1-30 se relata lo que quizás fue uno de los diálogos más extensos que quedase redactado en el Evangelio. Este no fue entre Jesús con un apóstol, con un sacerdote del templo o estudioso de la palabra. Más bien con una mujer pecadora, alienada y señalada, no judía, sino samaritana. Jesús, quien siempre tiene sed de almas, como cuando en la cruz del calvario dijo “tengo sed”, al pie del pozo de Jacob le dijo a esta mujer samaritana: “Dame de beber. Pero si conocieras el don de Dios y reconocieras al que te pide agua, tú me pedirías y yo te daría agua viva. Porque te aseguro que cualquiera que beba de esta agua (del pozo) volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás”. 

Bajo el fulgor imperdonable del candente sol de los desiertos de la región de Samaria, con un panorama descolorido por la sequía y la aridez, se pinta un deslumbrante contraste entre realidades humanas y promesas divinas. En ese desierto se ofrecerán ríos de aguas vivas que fluirán hasta la eternidad. El drama de la vida de una mujer con profundas e insaciables carencias afectivas estaba a punto de transformarse. A su acostumbrada y cotidiana experiencia de exilio y desolación por el error o el pecado, le será prometida la experiencia que viven las almas liberadas en intimidad espiritual con Dios que se entrelazan después de encontrarse en alguna encrucijada decisiva de la vida.

Corazones sedientos

Jesús hablaba con una mujer anónima para los lectores pero muy conocida en su pueblo. A lo largo de su vida iba tratando de llenar notables vacíos con fracasadas experiencias de amor fallido. Son esas carencias en los seres humanos las que se convierten en búsquedas urgentes pero infructuosas. La mujer samaritana había vivido cinco fracasos amorosos los cuales ya no se podían camuflar ni excusar.

Esos cinco rompimientos amorosos llegaron a su vida cargados de inseguridad, desprecio, abandono, irrelevancia, inapetencia, tristeza y desolación. Pero, ¿cómo se riega el desierto de Samaria hasta hacerlo florecer, y cómo se transforma una vida saqueada de tanta inocencia, propósitos, llenura y felicidad? Es la pregunta que se escucha tanto en los despachos de los psicólogos, consejeros de vida, y guías espirituales. La respuesta sería ésta: sólo aceptando una oferta que no se debe rechazar: el Creador de los mares y ríos desviará uno de ellos de su cauce para forzarlo a atravesar un corazón seco hasta empaparlo de nuevas ilusiones y esperanzas.

Humanidad con rostro de mujer

La samaritana no solo es un rostro de mujer usada o envejecida con los golpes de la vida; es también la que representó en ese momento los pecados de todo el pueblo de Samaria que había construido un templo en el monte Gerizim en desobediencia a Dios, alienándose de la religión y costumbres judías. Los samaritanos en algunas épocas de su historia adoraron a 5 dioses traídos de 5 regiones paganas. Cuando Jesús habla con esta mujer con 5 maridos, habla con toda la región.

Los pecados personales y los pecados sociales muchas veces se parecen y se entrelazan. La humanidad pecadora tiene rostro de mujer herida, y el pecado de una nación tiene su origen en el dolor de una niña violada de su inocencia o de una criatura ultrajada de su dignidad y destino.

El confesionario junto al pozo

El pozo de Jacob es ese improvisado confesionario a donde seguirán llegando almas sedientas de amor, pero desbordando de dolor. Las heridas del pasado son agua contaminada y estancada que amenazan con enfermarnos. La sed en el corazón de una mujer herida tiene muchos nombres y adjetivos: sed de relevancia, belleza, juventud, propósitos, maternidad exitosa con frutos y legados. El Señor Jesús médico y sanador de corazones traspasados, señala y confirma que las necesidades del alma son tan reales para la supervivencia como las del cuerpo, y ofrece generosas porciones de amor y perdón. “Toma del agua que te ofrezco porque llegará el tiempo, y ya se acerca, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. ¡Qué anuncio! ¡Qué profecía para un mundo que pide con ansias lo que más le sustentaría: la presencia constante de su Dios! ¡Y qué oferta tan imposible de rechazar!

Es hora de dejar de mendigar por migajas de amor cuando el Pan de Vida te está hablando. Y si aceptas el don de Dios, sal del anonimato y déjate reconocer como mujer libre y sanada.
Una mujer sanada estará posicionada y capacitada para transformar a muchos, como cuando al final del capítulo de Juan 4, fue ella, y no los discípulos de Jesús, quien terminó evangelizando a Samaria. Ella es la hija, la esposa, la madre, la maestra, la catequista, la mujer valiente y asertiva, que se dejó sanar para convertirse en portadora de sanación para muchos. Siéntate tú también con Jesús en el “pozo de Jacob”, o mejor aún, en el confesionario y frente al Santísimo, para comenzar o completar el diálogo más extenso y completo que jamás hayas tenido con Él, y te aseguro que jamás volverás a tener más sed.

El autorMartha Reyes

Doctora en Psicología Clínica.

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