Nicholas Carr, en su libro de 2010 titulado “Superficiales, ¿qué está haciendo internet en nuestras mentes?” analiza cómo ha afectado a nuestra forma de pensar la llegada de internet. Una de las conclusiones a las que llegaba este autor es que, como indica el sugerente título del libro, internet nos ha hecho más superficiales.
En su reflexión Nicholas Carr se lamenta de haber perdido su capacidad de concentración. Su mente era antes como un pico que centraba toda su energía en la punta para poder abrirse camino en la tierra. Ahora se ha convertido en una bola de acero que, cuando golpea la tierra, dispersa toda la energía en un sinfín de puntos y es incapaz de abrir una zanja. Tan solo puede abollar el suelo.
Internet y la capacidad de atención
Y es que, por mucho que nos digan y hasta se valore positivamente, las personas no somos multitareas. No podemos atender a varios frentes a la vez. Solo podemos concentrar nuestra capacidad en uno. El resto de las acciones que realicemos en ese momento, las haremos automáticamente. En realidad, cuando decimos que hacemos varias operaciones al mismo tiempo -lo que definimos como multitareas- lo único que hacemos es dirigir la atención de una tarea a otra alternativamente, desperdiciando mucha energía en cada cambio. Con el agravante de que, tal como describen numerosos autores, esa forma en que utilizamos nuestra mente, la va configurando haciéndola más frágil y dispersa.
Por eso la aparición de internet nos afectó a la capacidad de atención que tenemos. Analizando su propia experiencia Nicholas Carr comentaba que la vida en internet cambió el modo en que su cerebro buscaba la información, incluso cuando estaba “offline”, cuando no estaba en internet e intentaba, por ejemplo, simplemente leer un libro. Se dio cuenta de que su capacidad de concentrarse y reflexionar se redujo porque ahora ansiaba una constante corriente de estímulos.
De hecho, todos hemos experimentado cómo la lectura de textos en la red nos lleva constantemente a atender llamadas de atención de noticias vinculadas. Saltamos de una noticia a otra, sin acabarlas. Nos dispersamos. Por eso muchas veces comenzamos leyendo un artículo, pero acabamos navegando por la red durante mucho tiempo antes de acabar de leer aquello que fue nuestra primera intención.
Nicolás Carr lo resume en una frase significativa: “En el pasado fui un buzo en un mar de palabras. Ahora me deslizo por la superficie como un tipo sobre una moto acuática”. Seguro que muchos de nosotros nos vemos reflejados en esta afirmación.
La llegada del smarthphone
Esta situación no ha hecho más que multiplicarse desde el año en que se publicó este libro. El año 2010 es el año de la llegada del smartphone a nuestros bolsillos de forma masiva. A partir de ese momento, con los móviles de última generación, tuvimos internet constantemente a nuestro alcance. Desde el bolsillo a la mesilla de noche. Desde entonces podemos estar navegando por ese sexto continente, como lo denominaba Benedicto XVI, mucho más fácilmente que anteriormente, cuando necesitábamos de un ordenador para poder conectarnos a la red.
La llegada del smartphone a nuestra vida ha supuesto un cambio revolucionario. Realmente está cambiando nuestra mente, y está teniendo unas consecuencias que apenas podemos vislumbrar. Quizás la más dramática es la repercusión que está teniendo en la salud mental de nuestros jóvenes.
Jonathan Haidt, autor del libro “La generación ansiosa», analiza la repercusión que ha tenido este dispositivo en los jóvenes. Estudiando las estadísticas comprueba el incremento exponencial de suicidios y de problemas de salud mental en los jóvenes que ha habido en los últimos años. Señala precisamente el año 2010, el año en que se incorporó masivamente el teléfono móvil con internet, como el momento en que se disparó esta estadística.
El teléfono móvil con Internet ha tenido consecuencias importantes para todos nosotros. Ha configurado nuestra mente y nuestra vida. Empezando por el hecho más simple. La inmensa cantidad de horas empleadas, que nos han restado tiempo para la relación social. Pero además ha restado tiempo de sueño a todos, especialmente a los más jóvenes. La accesibilidad al smarthphone, presente en la mesilla de noche cuando nos acostamos, las series de plataformas, que consumimos compulsivamente, en breves capítulos, uno tras otro, alteran el sueño seriamente. Esta disminución del sueño es uno de los factores que más ha contribuido al tsunami de enfermedades mentales en adolescentes.
No hemos de olvidar que las redes sociales, internet en general, están diseñadas para ser adictivas. Tienen un proceso conductista perfectamente estudiado para engancharnos y retenernos el máximo tiempo posible. Equipos de psicólogos, expertos en marketing, dinero a espuertas están al otro lado de la pantalla buscando cómo generar esa adicción y que necesitemos estar conectados constantemente. Y eso por una simple razón. Nada hay gratis en Internet. Nosotros mismos, nuestro tiempo, nuestra información es el pago que sostiene el negocio.
Junto a las numerosas posibilidades que esta red de redes nos ofrece, es cada vez más patente la necesidad de aprender a gestionar su uso, si no queremos naufragar mientras navegamos por sus procelosas aguas virtuales. Es necesario adoptar algunas normas de convivencia entre todos. Necesitamos cultivar una ascesis en su uso, que nos haga en verdad libres y dueños de la situación, y no al revés. Tenemos que, en fin, adoptar un estilo de vida en el que cultivemos todas nuestras capacidades y que nos haga crecer como seres humanos.
Este es uno de los mayores retos sociales que afrontamos en nuestra época. Creo que merece la pena prestarle atención. Y no será fácil porque hay un gran negocio montado alrededor de internet, las redes sociales, las plataformas y los móviles, que moverá sus resortes para frenar cualquier iniciativa que ellos crean que va en contra de su negocio. Ese ha sido el caso de la reciente cancelación por parte de META (Facebook) de las cuentas de la prestigiosa pedagoga Catherine l’Ecuyer, tan solo por atreverse a plantear una propuesta educativa en la que se racionalice el uso de las tecnologías.
Parafraseando, aquí vale aquello de que la tecnología está hecha para el hombre y no el hombre para la tecnología. Es hora de despertar del sueño y tomar conciencia de lo que nos jugamos.
Delegado de enseñanzas en la Diócesis de Getafe desde el curso 2010-2011, ha ejercido con anterioridad este servicio en el Arzobispado de Pamplona y Tudela, durante siete años (2003-2009). En la actualidad compagina esta labor con su dedicación a la pastoral juvenil dirigiendo la Asociación Pública de Fieles 'Milicia de Santa María' y la asociación educativa 'VEN Y VERÁS. EDUCACIÓN', de la que es Presidente.