Perdonar, ser perdonado, pedir perdón

Uno de los temas más complicados, especialmente en los tiempos que vivimos, es el perdón. El perdón como acto de perdonar y como recepción del perdón de otros.

1 de abril de 2024·Tiempo de lectura: 2 minutos
perdón

Es conocida la expresión que el Papa Francisco utiliza frecuentemente para aludir a los conflictos y las tensiones internacionales, cuando señala que estamos viviendo “una tercera guerra mundial a pedazos”.

Se trata de una guerra consistente en muchos enfrentamientos, en principio no globales sino locales, y quizá no sólo bélicos.

Pueden asumir la forma de conquistas unilaterales, guerras, afrentas internacionales, humillaciones y muchas otras expresiones, pero siempre son situaciones de las que nacen, además de daños terribles en las vidas y en los bienes, divisiones y odios entre los pueblos que muchas veces sobreviven a las generaciones que los vivieron.

Por tratarse de una experiencia que todos conocemos parece casi superfluo decir que también en la vida de las personas singulares ocurre el mismo fenómeno.

Sufrimos en ocasiones faltas de respeto a la persona y a sus derechos, soportamos injusticias efectivas, algunas veces abiertamente reales y otras veces percibidas como tales, o bien no enraizadas en un comportamiento intencionalmente dañino.

Nacen así tensiones entre las personas, distanciamientos pasajeros o enemistades duraderas, y hasta pueden aparecer problemas psíquicos.

Hay que reconocer que puede no ser fácil salir de esa dinámica, y ofrecer juego al perdón. Esta otra lógica presenta diversas variantes: la benevolencia de perdonar, el atrevimiento de pedir perdón, la apertura para recibir el perdón cuando se nos ofrece. 

Por eso conviene detenerse a considerar qué significan todos esos comportamientos. Algunos textos en este número facilitan distintas aproximaciones: los aspectos básicamente antropológicos, la explicación psicológica, la consideración filosófica y teológica.

Se plantea la diferencia y las reacciones entre el perdón y el olvido, o entre el perdón y la cancelación; y se analiza la línea estrecha que separa la verdadera petición de perdón de la estrategia que se sirve de él para alcanzar objetivos políticos o para blanquear una imagen.

El perdón es más difícil si se pretende adoptarlo sin una predisposición arraigada en la conducta.

La educación en la familia y fuera de ella, y más ampliamente el hábito de tolerancia y comprensión que forma la virtud, tienen efectos positivos, personales y sociales, muy directos. Y en el contexto de la vida de los cristianos, la gracia recibida de Dios hace de la capacidad de perdonar una reacción característicamente cristiana.

En este ámbito, quien perdona no encuentra la fuente de su disposición en su propia condición: primeramente recibe el perdón y lo aprende de un Dios que sabe perdonar, suceda lo que suceda.

El autorOmnes

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