Perdonar lo imperdonable

“El que perdona una ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos” (Prov 17, 9).

18 de agosto de 2023·Tiempo de lectura: 2 minutos
Perdón

Letras que deletrean la palabra "perdón" (Unsplash / Alex Shute)

Ana y Gerardo pasaron por una prueba difícil de infidelidad. Habían llevado el tema hasta el divorcio. El día en que daban la firma final, ella lo hizo pero él se detuvo. Algo muy dentro le decía que eso no solucionaría nada. Pensó en sus hijos, renunció a sus criterios y en el nombre de Dios decidió no firmar: “no quiero divorciarme”, dijo al abogado. Se levantó y salió de ahí decidido a luchar por la unidad de su familia. 

Ana interiormente estaba feliz por aquel acto. Se dio cuenta de que no quería acabar con su matrimonio, solo quería acabar con sus problemas. A partir de entonces, ambos han reiniciado su relación. Se perdonaron mutuamente, renovaron su hogar comprendiendo que sólo Dios nos da la capacidad para amar de verdad, para perdonar lo que nos parece imperdonable, para morir a nosotros mismos por un bien mayor.

Hoy la familia de Gerardo y Ana sirve al Señor, ellos son testigos de los frutos del perdón y lo anuncian con entusiasmo.

La enseñanza de Cristo

Perdonar no es humano sino divino. No es posible para nosotros perdonar lo que consideramos imperdonable. Surge en las entrañas del corazón ese ¡no quiero!, no es justo, no lo merezco, ¿por qué a mí?

Sólo Jesucristo habla de un perdón necesario para la vida. Nadie más, ninguna forma de pensamiento plantea el perdón como lo hace Él. Nuestra búsqueda genuina de justicia afirma: “el que la hace la paga”.

Pero llega Dios a la tierra y sus palabras nos desconciertan:

«Sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo» (Efe 4, 32).

«Porque, si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial» (Mt 6, 14).

«De modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes» (Col 3, 13).

«No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará» (Lc. 6, 37).

«Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: —Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces? —No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces —le contestó Jesús» (Mt 18, 21-22).

No queremos perdonar pero nos damos cuenta que es necesario. Piensas en tus hijos a quienes amas y no deseas que sufran. De pronto sabes que es renunciando a ti mismo que puedes salvarlos. Quizá empieces a entender que Dios hizo lo mismo por ti. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo; pero si muere, produce mucho fruto” (Jn 12, 24).

Actualmente se rompen hogares y corazones como consecuencia de las infidelidades. Si bien es necesario acabar con este flagelo y vivir el amor fiel, también es fundamental fortalecer el amor en familia a través del perdón cristiano, el verdadero, el que edifica, el que reconstruye desde la fe y acaba con el mal del único modo posible: ¡en abundancia de bien!

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