Hace unos años, Miguel Ángel Robles publicaba en ABC un antológico artículo titulado Reza por mi. Ese artículo sigue siendo uno de los que siguen marcando mi esquema profesional y personal. No he terminado de escribir estas líneas, cuando llega a mis manos la segunda parte de este artículo.
En estos días, puedo decir que he vivido en primera persona esas palabras que glosaba Robles: “Rezar no hace milagros, o sí los hace, eso nunca lo sabremos, pero ofrece consuelo al que reza y a aquel por quien se reza. Rezar nunca es inútil, porque siempre conforta”.
Como a muchos en Madrid, hace unos días nos llegaba, en medio de villancicos y loterías, la heladora noticia del accidente en el que dos jóvenes hermanos perdían la vida. Eran buenos hijos, amigos de sus amigos y amigos también de Dios. No los conocíamos quizás, pero eran cercanos.
Junto a la triste información, su familia, creyente nos pedía rezar. Trasladé la petición a quienes conocía y además, casi sin pensar, rogué oraciones a través de una red social: rezar por ellos, por su familia…, en el fondo, por todos. Porque, si de algo me he dado cuenta gracias a las miles, sí, miles, de personas que elevaron una, quizás pequeña, plegaria por ellos, es de que, efectivamente, la oración nos hace familia. Nos hace familia en Dios.
No es que Diego y Alex “pudieran ser” mis hermanos, es que eran mis hermanos…, y mis primos y mis tíos, y mis amigos. Eran tú y eran yo.
Me di cuenta que hay mucha más gente buena de la que, en ocasiones, podemos pensar. Esas miles de personas desconocidas, de lugares ignotos para muchos de nosotros, cristianos y de otras confesiones, dedicaron un instante de su vida no solo a pensar, sino a orar, por esos chicos, por esa madre y ese padre, por esos hermanos y amigos.
No sé tú, pero yo, que creo en eso que llaman la Comunión de los Santos, he tenido la suerte de palparla, en su más auténtica versión 3.0.
Seguiré pidiendo oraciones. Seguro. No sé si por un lado o por otro; si en la calle o en la red, por señales de humo o con una canción. Seguiré pidiendo rezos sin complejos y poniéndome alarmas en el móvil para rezar por aquellos que lo piden porque, con la oración, con ese ponernos ante un Dios al que, quizás a veces no entendemos, tú y yo siempre seremos mejores.
Directora de Omnes. Licenciada en Comunicación, con más de 15 años de experiencia en comunicación de la Iglesia. Ha colaborado en medios como COPE o RNE.