Paternidad irresponsable

Quizá hemos abusado del término "paternidad responsable". Un concepto que, mal discernido, se ha convertido en una auténtica vasectomía de la vida cristiana, cuya sombra de esterilidad está asolando la Iglesia occidental.

15 de marzo de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos
Sagrada Familia

Sagrada Familia del pajarito, pintada por Murillo

En torno al día del seminario, nos preocupamos por la falta de vocaciones sacerdotales. Hoy me atrevo a señalar como culpable de esta crisis la mala interpretación de uno de los términos que propone la doctrina cristiana, el de «paternidad responsable». El Catecismo lo usa en el contexto de la regulación de la procreación y afirma sabiamente que, “por razones justificadas, los esposos pueden querer espaciar los nacimientos de sus hijos. En este caso, deben cerciorarse de que su deseo no nace del egoísmo, sino que es conforme a la justa generosidad de una paternidad responsable”.

Todos sabemos que hay algunas razones justificadas, el problema es que, en muchas ocasiones, justificamos nuestras razones tratando de constreñir el plan de Dios a la lógica humana, ¡y ésta es siempre tan limitada!

Lógica humana y planes divinos

La lógica humana de san José, por ejemplo, fue aplastante: “el niño que trae María no es mío. No quiero denunciarla, lo mejor es repudiarla en secreto” –pensó–. Tuvo que venir un ángel en sueños para sacarlo del error y hacerle entender la lógica divina. ¿Y qué fue el «hágase» de María sino un ejemplo de libro de maternidad irresponsable? Una niña hebrea en sus circunstancias se jugaba literalmente la vida. Lo más responsable, sin duda, habría sido declinar tajantemente la invitación del ángel y pedirle que buscara a otra madre en mejores condiciones. Además, tanto ella como el posible Hijo del Altísimo concebido correrían peligro de muerte. ¿Cómo iba a permitir eso alguien con dos dedos de frente?

Fue el Espíritu Santo, del que María gozaba en plenitud, y no las razones más que justificadas, el que le hizo salir de la lógica mundana y abrirse a la novedad del Dios de las sorpresas. Me parece normal que quienes no viven de este espíritu se cierren a la vida; el problema es cuando esa mundanidad entra en la Iglesia. La mundanidad, ha señalado el Papa Francisco, es de hecho, “el peor de los males que le puede afectar”.

¡Cuántas veces los matrimonios cristianos nos hemos dejado llevar por el ambiente entendiendo la paternidad como una fuente de dificultades y problemas más que como, en palabras también del Papa, “la apertura de un nuevo horizonte de creatividad y felicidad”! ¡Cuántas veces, los confesores y directores espirituales han caído también en este miedo a la vida que se abre paso, privando a los matrimonios de la oportunidad de vivir la felicidad que da responder generosamente a Dios desde la vocación que les es propia!

Paternalismo clerical y paternidad responsable

Hay mucho paternalismo clerical detrás de algunos consejos en nombre de la «paternidad responsable», como si la vocación matrimonial fuera de un rango inferior, destinada a los más débiles en la fe, y no bebiera de la misma llamada a la santidad del resto de vocaciones. ¿O han oído ustedes alguna vez hablar del sacerdocio responsable? ¿o de la vida contemplativa responsable? ¿imaginan acaso una advertencia para que los misioneros sean responsables? ¡Se tendrían todos que volver a su casa!

Quienes, sin duda con buena voluntad, han animado a los matrimonios cristianos, en línea con el pensamiento liberal actual, a no complicarse demasiado con los hijos y a limitar su número, les han quitado ese punto de irresponsabilidad que necesita la vida cristiana. Hay que ser irresponsable para dejar una carrera profesional, estudiar seis años y renunciar a formar una familia para dedicarse a ser cura trabajando 24/7 y cobrando el salario mínimo. Hay que ser irresponsable para encerrarse para siempre entre cuatro paredes con la idea de pasar el día rezando a un Dios que no siempre responde, viviendo con unas compañeras que no has elegido y obedeciendo a una superiora en un convento de clausura. Hay que ser irresponsable para irse a un país que no es el tuyo, a veces a los lugares más peligrosos del planeta, para vivir entre los pobres y evangelizarles siendo misionero.

Cuando nos quejemos de la falta de jóvenes que quieran tomar la irresponsable decisión de irse a un seminario a estudiar (a veces varios años, sin seguridad de que vayan a terminar ordenándose), miremos a ver qué tipo de responsabilidad se vive y se transmite en los hogares cristianos. Quizá hemos abusado prescribiéndoles paternidad responsable. Un término que, mal discernido, se ha convertido en una auténtica vasectomía de la vida cristiana, cuya sombra de esterilidad está asolando la Iglesia occidental.

El autorAntonio Moreno

Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.

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