En el reciente encuentro de rectores y formadores del seminario mayor que tuvo lugar en El Escorial, el último fin de semana del mes de octubre, reflexionamos en torno a la sinodalidad -el tema del momento-, con Mons. D. Luis Marín, subsecretario del Sínodo de los Obispos que nos habló entre otras cosas sobre “el reto de la formación para una Iglesia en camino”.
Pero permitidme que no os hable de esto, sino de otro de los temas sobre los que pudimos compartir reflexión rectores y formadores de los Seminarios de España: la etapa de síntesis vocacional, que corresponde a la antes llamada etapa de pastoral.
Sobre esto mismo tuvo una intervención Mons. D. Salvador Cristau, obispo auxiliar y, administrador diocesano de Terrasa, que se completó después con una mesa redonda donde cuatro rectores compartieron experiencias alrededor de los objetivos de esta etapa.
Todos miramos con simpatía a aquellos que están terminando su formación en nuestros Seminarios pero, al mismo tiempo, nuestra mirada no está exenta de una cierta preocupación, porque somos conocedores de los desafíos con los que en breve se van a tener que enfrentar.
Hemos de recordar que formamos parte de un proceso en el que, por un lado, los preparamos para que acojan en las mejores condiciones el ministerio, pero por otro, nos debemos de disponer nosotros mismos como comunidad cristiana, para recibir y acompañar a estos hermanos nuestros que vienen a servirnos.
Siempre es un reto hacer partícipe a toda la comunidad de lo que se está viviendo en el Seminario pero, más allá de “contarles”, se trata sobre todo de “compartir” con ellos una tarea en la que estamos llamados a ser agentes de un proceso en el que cada uno en diversa medida es necesario.
En el itinerario de formación es de singular importancia esta etapa, porque es la última de la formación inicial y, por tanto, el puente que ayuda a cruzar a una vida pastoral plena.
El seminarista que durante este periodo está llamado a recibir la ordenación diaconal, y con ese ministerio, a vivir un tiempo de servicio intenso en favor de la comunidad cristiana, debe ir asumiendo de manera gradual responsabilidades con espíritu de servicio. Es momento de esforzarse en una adecuada preparación en la que debe recibir un acompañamiento específico en vistas a su ordenación como presbítero. Si en todo momento es importante el acompañamiento, en este lo es de manera singular.
Sentir que no camina solo llenará su horizonte de luz y sentido, sobre todo, en esas jornadas en las que experimente más dificultades será bueno que lo recuerde. Todos en algún momento necesitamos una ayuda especial para comprender mejor aquello que debemos de hacer.
Son solo algunas de las reflexiones que me hago después de escuchar las diversas aportaciones que se dieron durante las jornadas, el tema da para mucho más por supuesto.
Son pequeños puntos que sirven para recordar que un proceso como el que se vive en los seminarios está compuesto de muchos pequeños pasos que se relacionan entre sí y en los que siempre se tiene que hacer presente la comunidad cristiana.
Director del Secretariado de la Comisión de Seminarios y Universidades, CEE