Salvo en alguna ocasión condicionada por otros acontecimientos o por celebraciones litúrgicas, el Papa Francisco está dedicando a la evangelización las audiencias generales de este año 2023. Incluso quien no conociera este aspecto del cristianismo advertiría que no se trata de un asunto cualquiera si considera el tema general de esta serie de catequesis, que Francisco enunció al comenzarla, el 4 de enero. El título, efectivamente, abraza dos expresiones: “la pasión por la evangelización”, que es, por tanto, algo profunda e intensamente sentido; y “el celo apostólico del creyente”, es decir, hablamos de un afán diligente compartido por cada uno de los fieles y por la Iglesia, a la que el Señor confía la responsabilidad de difundir su Evangelio.
El contenido de las catequesis ha partido de la Sagrada Escritura, donde Jesús aparece como el modelo y el maestro del anuncio evangelizador. Luego ha reflexionado sobre la llamada de los primeros discípulos y el modo en que llevan a cabo su misión; sobre la acción del Espíritu Santo como primer protagonista, y sobre la condición apostólica de la Iglesia y de todos los bautizados, manifestada sobre todo en el testimonio. En estas semanas, el Papa está recordando el ejemplo de algunos de los testigos de Jesucristo, comenzando por san Pablo.
Este número de Omnes reúne varias contribuciones sobre esta dimensión tan esencialmente integrada en la enseñanza del actual Pontífice. Aparece muy patente ya en la exhortación Evangelii Gaudium de 2013, y desde entonces en la constante llamada a vivir como una “Iglesia en salida”. Hace todavía pocas semanas que se celebró la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, que ha sido una extraordinaria y lograda manifestación de la conciencia misionera de la Iglesia, dirigida a anunciar la fe a la gente joven de nuestro tiempo. Naturalmente, no por eso debe pensarse únicamente en un esfuerzo de la jerarquía al hablar de evangelización, por muy trabajado que sea, ni tan sólo en convocatorias multitudinarias, ni siquiera colectivas. El apostolado es una responsabilidad compartida por todos, que tiene su raíz en el bautismo, y que cada fiel lleva a efecto de acuerdo con su propia vocación y en las condiciones de vida que le son propias; en cualquier caso, como ha dicho el Papa, ha de saberse “obligado” a dar “el tesoro que has recibido con tu vocación cristiana”. Por eso se traduce en la práctica, hoy como siempre, en una multiplicidad variadísima de iniciativas, apenas apuntadas en este dossier.
Es obvio que no estamos ante una invención novedosa de este pontificado. Las mismas catequesis de este año reflejan que siempre ha estado presente en la historia, de muchas maneras. También el Magisterio la ha recordado propia con impulsos permanentes, matizados por las necesidades de cada tiempo y los acentos determinados por cada Papa. También siguiendo en esto a Francisco, este número recuerda el valor que tiene Evangelii nuntiandi de Pablo VI como referencia principal en este punto; y recoge también las orientaciones recibidas del pontificado de Benedicto XVI.