Papa Francisco: renovación y esperanza, de Argentina a la Iglesia universal

El pontificado del Papa Francisco se ha esforzado por impulsar una Iglesia en salida que está cerca de las más pobres, incomodando a los que quieren conformarse con una Iglesia callada.

21 de abril de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos

El pontificado de Francisco ha sido un tiempo de renovación y esperanza para la Iglesia. Desde su elección el 13 de marzo de 2013, su mensaje ha calado profundo en los corazones de millones de personas, especialmente en los más pobres y en quienes buscan una Iglesia comprometida con la realidad. Su estilo sencillo, su opción por los descartados y su insistencia en una Iglesia en salida han marcado su camino con una claridad inconfundible.

Desde Roma, Francisco nunca ha dejado de tener presente a la Argentina. Lo ha hecho con gestos concretos que han resonado con fuerza en su país natal, aun cuando su ausencia física haya sido objeto de especulación y de críticas interesadas. Su mirada sobre la patria no ha sido la de un líder político ni la de un dirigente sectorial, sino la de un pastor que abraza con realismo y esperanza los dolores y desafíos de su pueblo. En cada visita de argentinos a Roma, se ha percibido el afecto sincero hacia un Papa que nunca ha dejado de sentirse hijo de esta tierra.

Sin embargo, en su propia patria, su figura ha sido objeto de distorsiones y ataques. No solo algunos medios de comunicación han intentado desdibujar su magisterio con lecturas tendenciosas y tergiversaciones, sino que incluso sectores que se dicen católicos han contribuido a la propagación de mentiras sobre su persona. Estas operaciones de desgaste han tratado de restar fuerza a su enseñanza y de generar una imagen distorsionada del Papa. A pesar de estos intentos, Francisco ha continuado firme en su compromiso con el Evangelio y con una Iglesia que camina con el pueblo.

Los medios de comunicación han jugado un papel clave en la configuración de la imagen pública del Papa en su país. En más de una ocasión, sus palabras han sido sacadas de contexto o interpretadas de manera tendenciosa, creando una percepción distorsionada de su pontificado.

A pesar de ello, el magisterio de Francisco es un faro de claridad y coherencia. Su insistencia en una Iglesia en salida, en una opción preferencial por los pobres, en una ecología integral y en la construcción de la paz como un imperativo evangélico, han marcado su pontificado con una claridad indiscutible. Enraizado en la mejor tradición del magisterio latinoamericano, Francisco ha retomado y actualizado la voz profética de Medellín, Puebla y Aparecida, llevando al mundo la riqueza de una teología que nace del encuentro con los más humildes. A lo largo de estos años, sus encíclicas y exhortaciones han ofrecido una brújula en tiempos de incertidumbre global, sosteniendo una mirada profética que interpela tanto a creyentes como a quienes no comparten la fe, pero sí una preocupación sincera por el bien común.

Otro aspecto clave de su pontificado han sido sus viajes apostólicos. Francisco ha llevado su mensaje a los rincones más olvidados del mundo, priorizando las periferias tanto geográficas como existenciales. Su presencia en lugares como Lampedusa, Irak, Sudán del Sur y Myanmar ha sido un testimonio vivo de su compromiso con los descartados. En América Latina, su paso por Brasil, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Colombia, Chile y Perú ha reafirmado su cercanía con los pueblos de la región y su llamado a una Iglesia en salida, dispuesta a escuchar y acompañar. Su visita a Irak en 2021 marcó un hito histórico, llevando un mensaje de reconciliación y diálogo interreligioso a una tierra marcada por la guerra y la persecución. Del mismo modo, su viaje a Sudán del Sur junto a líderes cristianos de otras confesiones fue un gesto inédito de unidad y paz en una nación desgarrada por la violencia.

Estos viajes no fueron meras visitas protocolares, sino verdaderos actos proféticos que colocaron a la Iglesia al lado de los más vulnerables. En cada país visitado, su mensaje ha alentado la esperanza, promovido la justicia y dado voz a quienes muchas veces son ignorados. Su cercanía con los pueblos originarios en la Amazonía, su denuncia de la explotación y el colonialismo moderno, y su constante defensa de los migrantes reflejan su opción preferencial por los últimos.

El Papa Francisco ha mantenido una relación de fidelidad con su pueblo, no desde la complacencia, sino desde el amor exigente que invita a crecer. Su testimonio ha sido incómodo para quienes prefieren una Iglesia callada o funcional a determinados intereses. Pero su palabra sigue viva, su enseñanza sigue nutriendo y su presencia, aunque lejana en la geografía, sigue siendo cercana en el corazón de quienes saben leer más allá de los titulares efímeros.

A doce años de aquel “recen por mí” pronunciado desde el balcón de San Pedro, la Iglesia en la Argentina está llamada a redescubrir el legado de Francisco con una mirada más amplia y profunda. No se trata solo de evaluar su impacto desde la perspectiva del poder o de las coyunturas políticas, sino de reconocer la fecundidad de un pontificado que ha sabido mantener viva la alegría del Evangelio, aun en medio de los desafíos y las resistencias. Su invitación a ser una Iglesia en salida sigue vigente, como un llamado a salir al encuentro de los descartados, a sanar heridas y a testimoniar con coherencia la Buena Noticia.

El autorMáximo Jurcinovic

Sacerdote. Director de la Oficina de Comunicación de la Conferencia Episcopal Argentina

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