A medida que los Estados Unidos se acerca a las elecciones legislativas de noviembre, la Iglesia no está del todo a gusto con ninguno de los dos partidos principales. Quizá lo más explosivo haya sido la sentencia del Tribunal Supremo que anula el caso Roe contra Wade sobre el aborto.
Los obispos católicos han subrayado que detener el aborto es sólo una parte de la lucha y hacen un llamamiento para apoyar a las mujeres, ya que en estados como Indiana, Idaho y Virginia Occidental, los legisladores se han apresurado a prohibir el aborto. En otros, como California y Nueva York, los gobiernos están trabajando para proteger e incluso ampliar los servicios de aborto.
Si bien la posición católica sobre el aborto es clara (tan clara que numerosas iglesias han sido objeto de vandalismo en aparente represalia), también lo es su posición sobre los derechos de las familias migrantes. El año pasado, Estados Unidos tuvo más de 2 millones de personas que cruzaron ilegalmente sus fronteras. El Partido Republicano se ha propuesto hacer de esto un tema de campaña, pidiendo una drástica restricción de la afluencia. Los gobernadores republicanos de Texas y Florida han optado por enviar a las familias migrantes a ciudades que consideran liberales, como Nueva York y Washington D.C. Dos de estos gobernadores son católicos y los obispos de esos Estados han condenado sus acciones. “Utilizar a los migrantes y a los refugiados como peones ofende a Dios, destruye la sociedad y muestra lo bajo que pueden caer los individuos (para beneficio personal)”, escribió en Twitter el arzobispo de San Antonio, Gustavo García-Siller.
Otros temas que agitan las aguas electorales son la preocupación por la economía, la inflación y el estado de la democracia en un país muy polarizado. Los católicos están tan divididos como el resto de ciudadanos. En el documento de síntesis nacional para el Sínodo de 2021-2023 presentado al Vaticano, los católicos estadounidenses expresaron “un profundo sentimiento de dolor y ansiedad” por las divisiones que se infiltran en la Iglesia.
“Las personas de ambos extremos del espectro político han montado su campamento oponiéndose a los ‘otros’, olvidando que son uno en el Cuerpo de Cristo. La política partidista se está infiltrando en las homilías y en el ministerio, y esta tendencia ha creado divisiones e intimidación entre los creyentes”, decía el texto.
El impacto de las divisiones políticas en la propia Iglesia puede ser una preocupación para los obispos estadounidenses mucho después de que hayan concluido las elecciones de noviembre.