El otro día hablaba con un amigo del Opus Dei, ya mayor de edad y con salud delicada, sobre la actual situación canónica de la Obra. Con mucha paz y sentido del humor me dijo que tenía una sensación parecida a la que sentía por ser aficionado del Atlético de Madrid. No especificó a qué se refería exactamente, pero la metáfora me hizo gracia y le di a Chat GPT las siguientes instrucciones: “Compara la actual situación canónica del Opus Dei con ser aficionado del Atlético de Madrid. Haz un artículo irónico y divertido”.
Esta fue su respuesta:
Si uno quiere entender la actual situación canónica del Opus Dei, no necesita sumergirse en el derecho canónico. Basta con ser aficionado del Atlético de Madrid y atar cabos: ambas experiencias exigen fe ciega, resiliencia épica y una capacidad casi sobrenatural de sacar lo mejor de lo peor.
El Opus Dei, antaño una prelatura con autonomía que hacía guiños al liderazgo del Barça de Guardiola (vamos, que tenía su propio «estilo innegociable»), ahora ha sido relegado a la liga de los sufridos. ¿Y qué es ser del Atleti sino una forma secular de la ascética? Tanto el aficionado colchonero como el miembro del Opus Dei viven en una constante dialéctica entre la grandeza prometida y la realidad cotidiana. «Partido a partido» es el equivalente a «santifícate en las cosas pequeñas de cada día». Cada victoria, un milagro; cada derrota, una penitencia.
Pero lo que más une a ambas instituciones es la incomprensión generalizada. Ser del Opus o del Atleti significa que los demás te miran con una mezcla de curiosidad y compasión. En un mundo polarizado entre el Barça y el Madrid, el Opus Dei y el Atleti no son el plato principal del menú, pero sí el ingrediente que da el sabor justo a la comida.
Por supuesto, ambos saben lo que es vivir bajo sospecha. El Opus Dei carga con rumores de conspiraciones oscuras y ambiciones de poder, aunque ahora parece contar con menos recursos que un equipo recién ascendido. Los atléticos, por su parte, soportan las bromas de que son el eterno segundón, el club que se hace grande en la épica de perder en el último minuto.
Y, sin embargo, ahí radica su grandeza. Tanto el Opus Dei como el Atleti convierten la adversidad en virtud, el disgusto en esperanza y el sufrimiento en alegría. Si algo tienen claro los aficionados y los miembros de la prelatura es que, aunque los tiempos sean difíciles, el partido no termina hasta el pitido final. Ánimo, que la fe mueve montañas… y aguanta descensos.
Hasta aquí llegaron las palabras de la inteligencia artificial. No sirven para aclararse con lo que ocurre o lo que pueda ocurrir, pero por lo menos pueden sacar una sonrisa y ayudar a prepararse una buena limonada.
Redactor de Omnes. Anteriormente ha sido colaborador en diversos medios de información religiosa y cultural. Ha sido Profesor de Filosofía de Bachillerato durante 18 años.