Convergencia. Desde hace unas décadas, esta palabra se ha hecho habitual en las redacciones periodísticas, en las oficinas de comunicación corporativa, en las agencias de publicidad, en los departamentos de comunicación interna de las instituciones públicas, etc. Por convergencia se entiende la confluencia de los contenidos informativos gracias a las posibilidades de interacción que las tecnologías digitales ofrecen, integrando en una plataforma lenguajes y canales diversos como la voz, el vídeo, la gráfica, los datos, la realidad virtual y la realidad aumentada, entre otros.
Podríamos dedicar páginas enteras a defender y justificar la importancia o la conveniencia, en un mundo de confusión informativa, de la convergencia. Pocos son los argumentos contrarios y menos sus partidarios.
Aunque la convergencia tecnológica es ciertamente un instrumento positivo, esto no es suficiente. Importan, sobre todo, los contenidos, el mensaje, el qué converge.
Sí, ¡viva la convergencia!, pero… ¿para qué y para quién?
Sobre el para qué, ya mencionábamos que el volumen de información es tal, los canales son tantos, las fuentes tan dispares, los ritmos informativos tan intensos, que se hacen casi imprescindibles plataformas que unifiquen esa lluvia de contenidos, facilitando el orden, la jerarquización, la discriminación y, aún más importante, la propuesta de claves interpretativas ante el tsunami informativo.
El para quién está muy relacionado con el para qué. Los ritmos de vida, de trabajo, de movilidad se han acelerado exponencialmente. Probablemente eso no es coherente con la calidad de vida que, en mil modos distintos, se proponen alcanzar las sociedades contemporáneas. Pero esa discusión va más allá de estas líneas. Aquí partimos de una realidad: los ciudadanos, los lectores, y casi ninguno de nosotros, está en condiciones de seguir las múltiples fuentes informativas. Unificar, sin uniformar, es el único modo de facilitar un acceso inteligente y eficaz al flujo comunicativo. Una multiplataforma como Omnes es una buena noticia porque es un instrumento más en la tarea de facilitar a los lectores la tarea de desbrozar entre una variedad de fuentes, no siempre fiables.
Por sus condiciones técnicas, el nuevo portal Omnes es un instrumento ideal no solo para llegar a todos (omnes), sino para hablar de todo (omnia) con la mente abierta propia de los valores cristianos que inspira el proyecto. Ciertamente, no basta el nombre, sino que Omnes deberá demostrar en cada número de su revista, y en cada artículo de su portal esa mirada universal. Deberá ofrecer una información rigurosa y atractiva; crítica y constructiva; profunda y accesible; plural y respetuosa, pero firme en los valores no negociables. Obviamente, en este ideal in- formativo, la profesionalidad se presupone, pero de ello hay pocas dudas para quien conoce los antecedentes históricos de Omnes (revista Palabra) y de su equipo de redacción. Además, las nuevas incorporaciones profesionales son otra garantía de ello. Y si todo esto (convergencia, mentalidad, valores firmes, profesionalidad) vale para el ámbito de la información generalista, más vale aún en el ámbito de la información religiosa que toca cuestiones cruciales para la vida de millones de creyentes como son la fe, la práctica religiosa, el diálogo interreligioso, las tendencias sociales y culturales, o la vida de las instituciones y personalidades de la Iglesia.
Sin embargo, más allá de la convergencia digital o tecnológica, creo que importa otro tipo de convergencia que yo llamaría eclesial (que no eclesiástica). Por favor, no me
confundan con un promotor del pensamiento único: en esto estoy con el santo de Hipona: “in necesariis unitas, in dubiis libertas, in ómnibus caritas” (en lo esencial unidad, en lo dudoso libertad, en todo caridad o amor).
En un momento de notables divisiones en la Iglesia católica, particularmente evidente en el ámbito de las redes sociales, todo lo que suponga ofrecer dialogo y visiones ponderadas llega como agua de mayo. En Omnes se hablará —supongo— de todo, también de lo que no va en la Iglesia, pero siempre de un modo constructivo, propositivo o proactivo. No se trata de negar la realidad de los hechos, los escándalos, o las luchas de poder, sino de poner esas realidades en contexto y darles sentido, para comprender que las vicisitudes humanas de la Iglesia forman parte de la Providencia divina.
Esperamos que Omnes tenga como misión tender puentes que unan o al menos permitan el diálogo entre riberas opuestas y distantes. Que ayude a desbrozar lo importante de lo accidental, de lo momentáneo; a transmitir serenidad y, al mismo tiempo, sacudir las conciencias para que los católicos, junto con el resto de sus conciudadanos, contribuyan a la mejora de la sociedad. Soy de los que piensan que el mejor modo de lograr esa contribución positiva es formar las inteligencias y trasformar los corazones, y veo en Omnes un medio eficaz para ello. Seguramente no es ni será el único, pero va en esa dirección.
Auguro que Omnes se convierta, y sea desde el inicio, ese punto de encuentro que se propone. Al lector, usuario o colaborador deseo una buena experiencia.