Novalis, nostalgia de lo absoluto

«La admiración al poeta alemán Novalis ha ido en España por delante de su conocimiento. La aureola ha precedido a la imagen. Su atractivo se intuía. Los autores españoles se habían forjado una imagen de él con unas pocas frases. Tardó en llegar a España más de un siglo y antes de llegar ya suscitaba entusiasmo. Y tanto su vida como su obra pueden arrojar hoy algo de luz en estos tiempos que nos toca vivir».

23 de febrero de 2022·Tiempo de lectura: 4 minutos
novalis

En el año 2020 celebramos -coincidiendo con el inicio de la pandemia- el 250 aniversario del nacimiento de tres alemanes geniales: Beethoven, Hölderlin y Hegel. Ese año pude leer la excelente biografía del poeta romántico alemán Novalis, contemporáneo de los anteriores, escrita por Antonio Pau. No se cumplía ni se cumple ningún aniversario redondo de él pero me parece que su vida y su obra pueden ser tremendamente luminosas en estos días. Pues como escribió él en una ocasión: el poeta entiende la naturaleza mejor que el científico.

En esta extraña situación que aún arrastramos en la que recibimos tantas noticias sobre fallecimientos, ingresos hospitalarios, héroes cotidianos, luces y mezquindades, soledades y solidaridades, parece inevitable –como ya se ha dicho con acierto por algunos- caer en la cuenta de lo realmente valioso de nuestras vidas y pienso que precisamente para eso nos puede ayudar el gran artista germano.

Todo lo que se refiere a Friedrich von Hardenberg, que así se llamaba Novalis antes de escoger su célebre pseudónimo, es breve en su fecunda vida. Apenas veintiocho años sobre la tierra, una geografía minúscula –sólo se movió por unos pocos pueblos de Sajonia-, unos cuantos amigos, unas cuantas páginas. Y sin embargo su vida fue una búsqueda constante de lo absoluto.

Ejercítate en la lentitud, escribió en uno de los cuadernos que tenía siempre a mano. Sintió casi desde la infancia la inminencia de la muerte y precisamente por eso tenía que escribir despacio. No habría tiempo para la revisión. Todo es semilla, escribió también, en otro lugar, en otro cuaderno. Una semilla que él sabía bien que no vería germinar.

Buscó lo absoluto que todo hombre intuye entre lo efímero que le rodea. Buscamos por todas partes lo absoluto –escribió- y encontramos siempre y sólo cosas. Pero que sólo encontrara cosas no le desanimó. Lo que hizo fue ahondar en ellas, y lo hizo por dos caminos aparentemente contradictorios: el estudio de las cosas a través de la ciencia y la búsqueda de su misterio a través de la poesía.

Los acontecimientos que hemos vivido y estamos viviendo con intensidad, que nos traen la experiencia del dolor junto a la clara insuficiencia de un frágil bienestar material para alcanzar la felicidad, pueden ser propicios para la reflexión. Ante la soledad de los enfermos que se han visto obligados a luchar por su vida con la ayuda de tantos médicos y enfermeros heroicos, no cabe otra que tratar de ahondar en la dimensión espiritual de nuestras vidas. 

Novalis fue un hombre bueno, de una bondad infantil y madura a la vez. Su vida y su obra están impregnadas de esa mirada de bondad –recia y enteriza, no blanda ni lacrimosa- con que él lo contemplaba todo. Se suele asimilar lo romántico a una candidez pueril, a una ensoñación vaporosa y vaga. Y nuestro poeta era riguroso y preciso. Por eso escribió: La exactitud científica es lo absolutamente poético. 

La vida y la obra, truncadas ambas, del gran poeta, han quedado como esos torsos griegos a los que el tiempo ha mutilado con tanta belleza. Goethe vivió ochenta y dos años de perfecta salud y dejó una obra impecable. Novalis vivió veintiocho, una gran parte enfermo, y sólo ha dejado fragmentos inconexos, novelas sin terminar y un puñado de poemas. Parece como si su vida y su obra tuvieran que haber sido así, dolientes y mutiladas, para alcanzar la perfección que les correspondía.

En esa corta vida dejó dos obras imperecederas: La Cristiandad o Europa y los Himnos a la noche. En el primer ensayo, escrito en 1799 mientras resonaban los gritos de la Revolución francesa y los cañonazos de Napoleón así como la colisión entre el fervor religioso y el entusiasmo antirreligioso, Novalis adopta una postura radical para aquellos tiempos.

El joven poeta, como buen romántico, tiene nostalgia, si se puede llamar así, de un tiempo futuro más espiritual y armonioso. El romántico está incomodo en los días que le ha tocado vivir. Se siente apátrida y apuesta para que las dificultades presentes sirvan de alumbramiento de una mejor época futura: la época de la reconciliación de los europeos, la época de una nueva unidad de Europa fundada en lazos eminentemente espirituales.

Por su parte, los Himnos a la Noche, son a la vez, el relato de una experiencia íntima y una cosmogonía. La prematura muerte a los 15 años de su prometida, Sophie von Kühn, le lleva paradójicamente a exaltar el mundo –de los mundos, mejor, el visible y el invisible-, las grandes realidades –la luz, la noche, los espacios infinitos, el tiempo, la tierra, la naturaleza, el hombre, la muerte, la alegría- y a Dios.

Llama poderosamente la atención que un hombre que sufrió tanto a lo largo de su corta vida escriba con un entusiasmo que a distancia de más de dos siglos sigue conmoviendo. El mismo que escribió que todo hombre tiene sus años de martirio, también decía que a través de la oración se alcanza todo. La oración es una medicina universal y que hay que buscar a Dios entre los hombres. En los sucesos humanos, y en los pensamientos y sentimientos humanos es donde se revela con mayor claridad el espíritu del cielo.

Recomiendo leer esa estupenda biografía de Novalis mientras tantas personas sufren en silencio, unas en la soledad de su enfermedad y otras tratando de combatir al virus en vertiente física y psicológica de vivir con miedo permanente. Son tiempos recios, como decía Santa Teresa de Ávila, pero entre tantas dificultades resplandece luminosa la bondad de tanta gente que puede salir transfigurada de esta singladura que compartimos. Y por eso he querido compartirlo con vosotros.

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