Navidad en la Hermandad, Navidad en tu casa, Navidad en tu alma.

Cada año, hermandades y cofradías montan escenas maravillosas del Nacimiento del Hijo de Dios. Escenas que, además, tienen que tener su lugar en el alma.

20 de diciembre de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos
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Son días agitados, aunque la situación sanitaria se empeñe en frenarlos. También en la hermandad se nota que es Navidad: villancicos, belén viviente, el Paje Real que recoge las cartas de los más pequeños, atención especial a familias necesitadas. Un continuo trasiego. Al fin se hace la calma y vuelves a casa, recogido, a montar tu Nacimiento en el que prolongar la Noche Santa en tu casa y tu alma.

Si quieres te ayudo a montarlo.

Lo primero es asegurar una buena estructura. No se verá,  pero es la base sobre la asentar todo lo demás. Las patas de  esa estructura ya están preparadas y definidas en los fines de la Hermandad: la Formación que han de recibir los hermanos, la Caridad que han de vivir  y el Culto Público, litúrgico, que se rinde a Dios en nombre de la Iglesia, por la persona y en la forma determinada por ella. La cuarta pata, también viene en las Reglas,  compruébalo, es el esfuerzo por llevar el espíritu cristiano a la sociedad.

Esas patas se ensamblan con la cola de la  libertad, porque sólo desde la libertad se puede amar y se puede obedecer,  que no hay mayor expresión de libertad que la obediencia: a la Iglesia, al Papa, a sus pastores. 

Sobre ese soporte ya puedes extender los tablones de las virtudes humanas –fortaleza, sobriedad, trabajo, lealtad, sinceridad y tantas otras- que han de sostener  el edificio de tu vida interior.

Ahora sí, en esa estructura bien sólida, ya podemos ir poniendo, con esmero constante, los montes de corcho, las casas, el río, los paisajes áridos y las cuevas acogedoras. También las distintas figuritas que nos van a acompañar y a las que tenemos que llevar la alegría del Dios hecho hombre con el buen criterio de nuestro ejemplo y formación doctrinal.

Ya podemos dejar correr el agua de la Caridad que se derrama generosa por ríos y fuentes, para terminar remansándose en lagos serenos a los que acuden todos a descansar sus cuerpos y lavar sus almas.

Y diseñar horizontes de Esperanza. A veces se abren en campo abierto, otras  se adivinan a través de cuevas y desfiladeros que parecen abatirse sobre nosotros; pero que siempre encuentran salida hacia horizontes amplios y luminosos.

Corrientes de Caridad, horizontes de Esperanza…, aún nos queda colocar las luces de la Fe que iluminan cada rincón, dando relieves insólitos incluso a  lo más simple. En ocasiones el Nacimiento entero se queda a oscuras, sin más luz que un triste farol que titila moribundo; pero poco a poco, ese farol que nunca se apaga del todo, se ve acompañado por un suave resplandor de fondo que va creciendo hasta llenar de luz y relieve a todo el Belén, a sus paisajes, a sus ríos y a cada una de las figuras que hemos ido colocando.

Ya está todo preparado. Sólo queda colocar al Niño, su Madre y San José. Sácalos del estuche de tu corazón, quizá viejo y estropeado por el paso del tiempo (¡son ya tantos años!), donde los pusieron  tus padres o abuelos, y colócalos con el mismo cuidado y la misma inocencia ilusionada de cuando eras niño.

Así, tan sencillamente, la Tierra recibe la irrupción deslumbrante de lo divino en la vida ordinaria y lo que hasta  ese momento había sido un secreto, conocido sólo por María y José, ahora ya es una realidad admirada por todo el que se acerque con corazón limpio.

Ya puedes contemplar tu obra y presentar tu ofrenda.

 “Señor, eres aún muy pequeño, apenas acabas de nacer, ¡pero puedes tanto y tengo tanto que pedirte!  De niño a Niño: en tus manos pongo mi familia, mi Hermandad, mi trabajo, mi ciudad, mi Patria y todas las ilusiones, limpias y nobles renovadas cada año ante el Misterio entrañable. También las penas, preocupaciones, ausencias, soledades”.

La Sagrada Familia te da las gracias por tu esfuerzo y tu cariño en el montaje, porque este Nacimiento del que te hablo empezamos a construirlo el día de nuestro bautismo y lo terminaremos cuando el Niño te invite a entrar en  el Portal; pero allí no estarás sólo, te encontrarás con las viejas  figuritas que te precedieron y te encaminaron hacia el Pesebre, para cantar con ellos un villancico eterno.  Atrás están  las que tú has ido colocando y orientando hacia el Portal, que algún día se incorporarán también a ese coro eterno de campanilleros.

Navidad en la Hermandad, Navidad en tu casa, Navidad en tu alma. ¡Feliz Navidad!

El autorIgnacio Valduérteles

Doctor en Administración de Empresas. Director del Instituto de Investigación Aplicada a la Pyme Hermano Mayor (2017-2020) de la Hermandad de la Soledad de San Lorenzo, en Sevilla. Ha publicado varios libros, monografías y artículos sobre las hermandades.

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