En los últimos años está creciendo un nuevo relato sobre la colonización de América y la evangelización llevada a cabo por España y otros países. Como es lógico no todo se hizo bien y la historia debe sacar a la luz todos los hechos. Sin embargo, parece que en el debate público no se están teniendo en cuenta muchos matices importantes. La cultura woke está imponiendo una narrativa basada en el resentimiento y poco favorable al diálogo sereno sobre muchas cuestiones.
Los titulares de la prensa muchas veces tampoco ayudan, como ha podido verse en el reciente viaje del Papa a Canadá. Sin duda, el mensaje principal ha sido pedir perdón a los indígenas por la colaboración de la Iglesia en las escuelas estatales de reeducación de niños. La empatía y humildad mostradas por Francisco han conquistado el corazón de muchas personas de los pueblos originarios de esas regiones, que han aceptado las disculpas con gestos que han dado la vuelta al mundo en multitud de fotografías.
Sin embargo, Francisco ha estado lejos de reconocer que fueran ciertas todas las historias que han salido a la luz en los últimos años sobre las escuelas residenciales, especialmente la idea de que hubo un auténtico genocidio. El matiz es muy importante, pero quizá en la opinión pública haya quedado la idea de que el Papa ha reconocido más cosas de las que en realidad ha dicho.
Creo que el modo verdaderamente humilde y cercano que ha mostrado Francisco es la imagen que ha quedado más grabada de este viaje, pero es importante no perder todos los matices de sus palabras. Y es que, a diferencia de lo que hacen los grandes gobiernos y corporaciones hoy día cuando cometen errores, la Iglesia no se está dedicando solo a indemnizar a las víctimas. También pide perdón públicamente en numerosas ocasiones y sus máximos representantes -piénsese en Francisco o Benedicto XVI- se han reunido personalmente y con frecuencia con los afectados.
A mi modo de ver esta forma de proceder es adecuada, pero no debe llevarnos a pensar que la corrupción y el pecado son lo que más abunda en la Iglesia. Si así fuera, hace tiempo que hubiera dejado de existir, pues ninguna institución puede sobrevivir mucho tiempo si en ella anidan sobre todo cosas malas. El éxito de la gran obra de divulgación histórica de Elvira Roca, “Imperiofobia”, y otros libros del estilo están poniendo en valor lo positivo de la aportación social de la Iglesia, que sin duda es mucho. Además, esta percepción corrupta de la Iglesia está lejos de ser lo habitual en el día a día de la mayoría de católicos cuando van a sus parroquias y tratan con sus sacerdotes.
En conclusión, creo que hay que sentirse humildemente orgullosos de cómo la Iglesia reconoce y arregla sus errores, al tiempo que percibimos que la mayoría de cosas que hace son muy positivas. Es más, la sociedad actual vive y exige los ideales cristianos sin darse cuenta.
Redactor de Omnes. Anteriormente ha sido colaborador en diversos medios y profesor de Filosofía de Bachillerato durante 18 años.