Si es usted madre, esto le interesa: en su organismo permanecen células vivas de sus hijos cuya juventud le protege de numerosas enfermedades, incluso del cáncer. También células suyas permanecen en sus hijos toda su vida. En este 1 de enero, solemnidad de María Madre de Dios, esto da mucho que pensar.
El fenómeno se llama microquimerismo y, en una reciente conferencia, el catedrático emérito de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Málaga, Ignacio Núñez de Castro, señalaba que «esas células del hijo van a aparecer en el corazón, en el cerebro o en la sangre de la madre. Son células troncales, pluripotenciales, cuya misión principal es ir a auxiliar a la madre cuando lo necesita». Son la explicación, continúa este científico, a un hecho que «llevo observando mucho tiempo: las mujeres multíparas son muy longevas, porque guardan restos de esos hijos. Esa vida que han dado les ha dado vida a ellas», concluye.
Frente a quienes promueven la denominada gestación subrogada, pretendiendo asimilar el cuerpo de una mujer a una incubadora que se alquila por nueve meses, la biología nos demuestra lo que ya sabíamos la mayoría por intuición: la relación física de la madre con sus hijos no acaba con el parto, dura toda la vida, hay un vínculo que supera cualquier otra relación y que permanece a lo largo de los años.
Este intercambio celular, añade Núñez de Castro en su ponencia que se puede buscar en Youtube con el título «Dignidad y vulnerabilidad del embrión», se produce nada más tiene lugar la anidación, al octavo día desde la concepción. Es decir, que las madres llevan en su interior incluso parte de los hijos que no llegaron a conocer puesto que sus embarazos no llegaron a término. ¿Saben las mujeres que sufren por haber abortado voluntaria o involuntariamente que ese hijo estará para siempre a su lado ayudándole a curar sus heridas?
También al octavo día, esta vez desde la Navidad, celebramos la fiesta de María como «Madre de Dios«. Es una de las denominaciones más antiguas con la que la comunidad cristiana se refiere a la Virgen. Aunque no fue hasta el siglo V cuando el Concilio de Éfeso atribuyó oficialmente este título a María, hay constancia de que, al menos desde el siglo III, la expresión ya era de uso común en la Iglesia. En este siglo está datado el papiro más antiguo encontrado hasta el momento que recoge una oración popular, que lo sigue siendo, y que reza así:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
Como en tantas otras ocasiones, fue la fe del pueblo sencillo la que hizo que la jerarquía terminara reconociendo aquella verdad: que, si Cristo era Dios, María no podía ser otra cosa que Madre de Dios y de ahí su extraordinaria excepcionalidad. La «llena de gracia», la «bendita entre todas las mujeres» era considerada por los primeros cristianos como una criatura como no la hubo ni la habrá.
Los datos que nos ofrece ahora la ciencia, nos ayudan a entender en profundidad que su especial relación con Dios no era solo mística, ni se limitó solo al momento del saludo del ángel, del embarazo o los primeros años de vida del niño, sino que células pluripotenciales de Jesús –la segunda persona de la Santísima Trinidad en cuanto hombre, el concebido por obra y gracia del Espíritu Santo– habitaron dentro de ella durante toda su vida terrena. Igualmente, células de María (el intercambio celular durante la gestación es en doble sentido) vivieron dentro de Jesús durante sus 33 años de vida y lo acompañaron en su Pasión, Muerte y Resurrección. Aquello de «y a ti, una espada te traspasará el alma» cobra un sentido aún más profundo.
Y un último e interesante dato apuntado por el profesor Núñez de Castro. El microquimerismo no se limita sólo al intercambio de células entre madre e hijo, sino que los hermanos pequeños reciben también parte de esas células «perdidas» que han ido dejando los mayores en el cuerpo materno.
Se plantean entonces preguntas del tipo: ¿Era necesario, que María para ser Madre de Dios fuera preservada del pecado original para poder, en cierta medida, fundirse con la carne del Santo de los Santos? (Inmaculada Concepción) ¿Convino que esas células divinas que albergó la madre de Jesús no pasaran a otra descendencia posterior para preservar su excepcionalidad? (Virginidad perpetua) ¿La resurrección de Jesús y su ascensión en cuerpo y alma al cielo no implicaría también el mismo destino para su madre, portadora de su mismo material genético? (Asunción). Madre de Dios, Virginidad Perpetua, Inmaculada Concepción y Asunción de María. Los cuatro dogmas marianos en íntima relación.
En este inicio del año jubilar con motivo del 2025 aniversario del nacimiento de Dios manifiesto mi asombro ante el misterio de la vida que la ciencia nos ayuda a descubrir y también ante el de una mujer excepcional en la historia de la humanidad. Contemplando con estupor lo fino que ha hilado Dios su encarnación, solo me sale exclamar hoy: «¡Madre de Dios!».
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.